La pintura de Barreiro en el Mar de Ons
La pintura optimista de José M. Barreiro, se muestra estos días en su medio idóneo, cercana al mar, fuente de inspiradoras leyendas e historias que le acompañan en su diario acontecer. En esta nueva oportunidad, las obras recientes se presentan en los espacios de Nauta en Sanxenxo e incluyen el recuerdo a los momentos vividos últimamente, a los tiempos de dificultades y aislamiento que él ha sorteado aportando con su actitud grandes dosis de esperanza, compartida virtualmente con el exterior desde el estudio en Santa María de Cela, en Bueu; momentos de trabajo que han puesto en evidencia su resistencia y animosidad, una vez más.
Su pintura se relaciona confiadamente con el espectador y transmite el convencimiento de que el arte debe reflejar el lado positivo de la existencia, pero en las recientes pinturas, algunas escenas se han vuelto más sobrias, y muestran la solidaridad sentida en la adversa situación; Concierto en la Catedral. Homenaje a los sanitarios del COVID, o Dúo de la esperanza fueron ideadas en este tiempo de inquietud, aunque sin perder el sentido narrativo del instante, la transparencia en el sentimiento emocional, aspectos observables en la pintura de Barreiro como de igual modo es reconocible la energía del color.
Barreiro sigue sorprendiendo, en todo momento siempre dispuesto a emprender nuevos proyectos, con la misma ilusión que en los comienzos cuando su inicial trabajo despertó la atención de Manuel Torres, Laxeiro y Urbano Lugris; ellos le dieron amistad y soporte; ahora, esa relación se entiende como la prolongación de parecidos valores y creencias.
Y es que la vida de Barreiro es una larga historia que transcurre en los primeros años en París, destino esencial que le infundirá una perspectiva amplia del arte francés de principios del siglo XX, del fauvismo de Derain, Matisse, Vlaminck... y con esas aportaciones afianzará sus principios; por aquellas fechas su pintura ya retenía la luz, el instante y la pincelada rápida, la personal manera de abordar los lienzos en blanco, fue destacada entonces por los críticos Carlos Areán, García Viñolas y Castro Arines, quienes ya detectaron ” el extremado sentido del color en su pintura” que para Barreiro significa un canto a la vida.
Al regreso tuvo la oportunidad de compartir estudio con Urbano Lugris en un pequeño apartamento en Vigo, en el entorno de 1965; todo un capitulo de compañerismo y admiración mutua, y la creación de un vinculo profundo, solamente interrumpido por la marcha del pintor a Buenos Aires, cuatro años después, invitado por Laxeiro.
Es preciso subrayar la etapa de Barreiro en Argentina, de gran interés, escasamente tratada, pendiente de recuperación. De ella han quedado obras en colecciones particulares de aquel país, en su memoria las exposiciones realizadas en las galerías Perla Marino y Meba, y todavía permanecen en el recuerdo del artista los ecos del ambiente inigualable, variopinto de la ciudad porteña, de los círculos artísticos y del exilio, de los trabajos murales para las Galerias Harrods, de los viajes a los países del entorno, Chile, Uruguay y Brasil.
En su consolidado universo, Barreiro sigue manteniendo la voluntad de crear una obra capaz de expresar las posibilidades de la pintura, de dar prioridad al cromatismo y en esa intención ha logrado afirmar su estilo siguiendo con fidelidad los dictados de su interior, construyendo sus temas a partir de las áreas de color y del trazo fuerte que define las siluetas de figuras y objetos.
Los resultados ofrecen escenas sólidas, capaces de transmitir la dichosa joie de vivre, siempre latente en los definidos asuntos tratados; circenses con sus acróbatas, trapecistas y parejas de danzantes de rítmicos movimientos, músicos en solitario o en conciertos de cámara, gaiteiros, pianistas, series del pintor y su modelo, paisajes, variaciones sobre Las meninas, que implican al autor en la obra velazqueña, y por añadidura, siempre la” ventana”, uno de los símbolos de mayor presencia e identificada a la vez con su cotidianeidad, con el espíritu de libertad, y por la que el pintor contempla el Mar de Ons.