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La toalla

    en un descuido muy poco racional me había dejado olvidada la toalla en las rocas que dividen la hermosa playa de mar de Lira. Eran ya las diez de la noche cuando mi hijo se dio cuenta de su falta. Como considera que es un regalo que me hizo, me instó a interrumpir inmediatamente mi lectura e ir a por ella. Bajé la cuesta arrastrado por el cansancio del día y el precioso atardecer que lo finiquitaba y al llegar a la arena me quedé paralizado contemplando durante un buen rato la majestuosa escena. Me senté en las rocas y contemplé las primeras y tenues luces que empezaban a asomar, tímidas aún entre la desbordante claridad que viste los atardeceres del mes de julio. Oscureció un poco más, y la nocturnidad naciente, entre ráfagas de brisa marina, me hizo recordar el episodio que acaba de leer en el que Hegel le decía a su amigo y poeta Holderlin: “Las estrellas, mmm, ¿lepra que tintinea en el cielo?”. Puede que fuese esa pretenciosa indiferencia la que me llevó entonces a pensar en ciertas metáforas de algunos enfoques cientificistas actuales (aunque renieguen de la literatura no dejan de moverse en un tipo de lenguaje metafórico para nada inocente). La primera que me cortocircuitó fue la del cableado del conectoma (el super-ordenador del cerebro); imagino que en ese momento eran esas millones de conexiones las que “decían” que aquello que observaba era bello.

    Lo que no me quedaba claro era que un cableado entendiese de belleza. Aunque los seguidores del conectoma se mofen de los del genoma presentándose como algo más que genes no dejan de incurrir en trampas similares disfrazadas con ropajes aparentemente más humanizados que se caen y dejan ver su mismo rostro mecanicista al preguntarles, por ejemplo, por algo tan simple (y tan complejo) como qué es o de dónde surge esa “belleza” (su respuesta: la belleza es, ya sabes, la belleza, y surge de tus conexiones). Di paso a ese otro tipo de neurociencia mediática que se caracteriza por anunciar causalidades allí donde como mucho hay correlaciones (recientes revisiones de meta-análisis sobre las interpretaciones que se llevan haciendo a partir de técnicas de resonancia magnética funcional han dejado una fuerte marejada en este ámbito). Así que todo aquello no era más que una descarga dopaminérgica y serotoninérgica con clara activación de partes temporales, occipitales y frontales... Ya de regreso, me planteé qué propuesta elegir para contarle a mi hijo aquella experiencia. Y entre Hegel, Seung, Lehrer y Machado le dije: sabes, Manu, “es una hermosa noche de verano... con sus negras sombras en la arena blanca”, y ahora mismo “palpita un mar de acero de olas grises” allí donde me había dejado la toalla.

    09 sep 2020 / 00:00
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