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ENTREVISTA
Jessica Gómez. Escritora

“Las mujeres nos hacemos responsables de que todo a nuestro alrededor esté bien”

{En primera persona} “Como madre de tres lo hago regular, como ama de casa soy el desastre, me peino solo en ocasiones especiales y no sé planchar (es más, desconozco si ahora mismo hay una plancha escondida en algún rincón de mi casa). Entre los mayores logros de mi vida están haber aprendido un idioma en un mes y una vez que hice el amor en un campo de girasoles. Menos mal que, por lo menos, se me da bien escribir: así puedo contarle al mundo el desorden que es mi vida (y, reconócelo, la tuya un poco también). Escribo desde que tengo memoria, siempre he querido ser escritora y me quitaría internet antes que el teclado. He publicado algunos libros, aunque ¿quién los cuenta? (Siete, son siete). Siempre he dicho que en la vida hay dos formas de hacer las cosas: la correcta y la divertida. Y aquí hemos venido a divertirnos”.

Tu libro es desternillante, Jessica. Enganchan tanto tu ironía, picardía, mal humor..., que cada línea se puede visualizar en la cabeza. Es un libro sin ilustraciones pero muy visual.

Vaya, ¡pues muchas gracias! Mientras lo escribía pretendía que fuera algo muy fresco, muy ligero y cero pretencioso. Prácticamente lo escribí como me venía a la cabeza, sin filtros, y al ver el resultado final pensé que ese “sin filtros” hacía, precisamente, que todo se visualizara de un modo directo. Al final es un lenguaje que, de manera bastante literal, es como estar leyendo el pensamiento.

Creo que te atreves a decir lo que muchos piensan y no dicen.

No sé si diría que “me atrevo”. Es decir: jugar con el humor y con el hecho de que nadie sabe a ciencia cierta qué partes son ficción y cuáles realidad da un margen de maniobra seguro. Lo que sí sé es que he dejado bien descubiertas las cartas con lo que muchas personas piensan, varias veces, a lo largo de su día/semana/vida y no dicen en voz alta. Hace poco una amiga me dijo que quiere que su marido lo lea, porque será lo más cerca que pueda estar en su vida de leerle a ella la mente.

Un jefe cabrón, un compañero asqueroso y que es el protegido... ¡verdad como la vida misma!

¡Ja, ja, ja, ja! El compañero es un entrometido que no entiende que para que las bromas sean bromas tienen que reírse las dos partes, y el jefe, como jefe, no es que sea tan malo, pero es que tiene la misma capacidad de empatía que un pepino de mar. Tratar con ese tipo de personas no suele ser una tarea agradable. Supongo que los metí en el trabajo por aquello de dar una especie de “vínculo necesario”, porque cuando en la vida real nos encontramos con este tipo de personas, si no es por obligatoriedad, no solemos tratar con ellos dada la facilidad de mandarlos directamente a la mierda.

Te voy a decir una cosa: a la protagonista le pasa de todo. ¡Me estoy planteando seriamente eso de tener hijos! (risas)

Mucho cuidado y ojo al detalle: a la protagonista es verdad que le pasa de todo pero, de todo lo que le pasa, ¡nada (o muy poco) tiene que ver con sus hijos! Una de las ideas centrales del libro es que no son los niños lo que se te pone en medio: es todo. Es cierto que los niños te absorben mucho tiempo, pero también son los responsables de muchas grandes satisfacciones. Lo que más se te atraviesa es lo demás: el jefe cabrón, los compañeros que rozan el mobbing, el entorno entrometido y tus constantes intentos de llegar a todo y además hacerlo bien cuando (se hace evidente leyendo a Paz), querer hacerlo todo y bien no es realista.

Por momentos le tengo manía a Didier, el marido de Paz... (lo siento).

Ja, ja, ja. Lo sé. Me lo dicen a menudo, aunque no tan a menudo como me lo dicen de Vicente, ja, ja. Me gusta porque es un reflejo de lo que le pasa a mucha gente (muchos también le tienen manía a su pareja a ratos), pero sobre todo me gusta porque tanto que le tengas manía a Didier como que no soportes a Vicente (el jefe) son síntomas de que has empatizado bien con la protagonista. Si te paras a pensarlo, Vicente no es tan cabrón, solo es que como tu jefe no le importa tu vida personal; y Didier no es tan desastre ni mucho menos, es solo que se lo toma todo de una forma mucho más relajada que Paz. Es ella, su percepción subjetiva, lo que los convierte a ellos en unos seres a ratos insoportables. Si consigo que eso se contagie en la lectura, entonces lo considero un éxito.

¡Qué pelma es alguna gente! ¡Y qué entrometida! Yo no hubiese tenido tanta paciencia con la tipa de la guardería, la verdad...

Bueno, te voy a contar un secreto: creo que la directora de la guardería es el único personaje que no está inspirado en una persona real; Marisol es la personificación en un solo ser de toda esa gente que está ahí para decirte “que lo estás haciendo mal”. En el caso de Paz, pues con su maternidad. Esa gente que te ve una parte, te juzga el todo y, además, se atreve a meter su naricilla en tu vida para decirte lo que tienes que hacer, porque poseen toda la verdad. Mucho ojo con esto, porque a veces todos somos un poco así.

Creo que tu libro ‘Mamá, en busca del polvo perdido’ (Harper Collins) es una lectura casi obligatoria para aprender a prevenir, a organizarse y a establecer prioridades. ¡No se puede llegar adonde la protagonista! Este es casi un manual de autoayuda, pero en otro formato.

¡Me alegra que me digas eso! No era la idea la de hacer un libro de autoayuda, yo siempre quise que fuera un libro de humor, pero sí que tenía claro que no quería limitarme a contar una historia divertida, también quería transmitir una idea: la importancia de no sabotearse a uno mismo, de flexibilizar nuestras expectativas. Sabía que quería que Paz contara una vida que para ella era un drama pero que para el resto fuera una comedia, y además con toda la intención de contagiarlo, de dejar esa idea de “a lo mejor mi vida no es el drama que a veces creo: a lo mejor es que no la estoy leyendo bien”. Y la verdad es que mentiría si no dijera que le di muchas vueltas al formato, y para darle forma en mi cabeza es cierto que me inspiré tanto en novelas como en libros de autoayuda. El resultado fue un diario novelado y creo que es el formato perfecto, justo lo que la idea necesitaba.

Las mujeres nos exigimos demasiado, ¿verdad? Parece que nosotras mismas nos imponemos ser la mejor en todas las facetas de la vida. ¿Tú qué crees?

A eso exactamente me refería con las expectativas y nuestro “autosabotaje”. Creo que es algo que aún traemos a rastras de generaciones anteriores: nos hacemos responsables de que todo a nuestro alrededor esté bien. Aunque la responsabilidad de hacer equis cosa sea de otro, si consideramos que nosotras podemos hacerlo mejor, vamos detrás y lo hacemos, asumimos como nuestras las responsabilidades de todos. Y por si eso no fuera suficiente, nos exigimos que lo nuestro tenemos que hacerlo perfecto o, al menos, dándolo “todo de nuestra parte” para que quede lo mejor que podamos. Eso puedes hacerlo con algunas cosas, pero no con todo sin sacrificar tu salud mental.

Me gustaría que compartieras con nosotros el ‘feedback’ que estás teniendo con este libro, Jessica.

Está siendo tan genial que todavía ni me lo creo. La gente me dice que se ríe muchísimo, las personas se sienten muy identificadas y algunas en pasajes tan absurdos y aparentemente insignificantes que hacen que me emocione de verdad. Hay quien me cuenta que cada poco tiene que parar porque se ríe tanto que no ve las letras o directamente llora. Y muchas me dicen también que lloran de risa y de repente se encuentran queriendo llorar de pura empatía con Paz. Un lector me dijo que soy el Benito Pérez Galdós del futuro, ja, ja, ja. Aunque creo que lo más bonito que me han dicho fue algo así como que después de estar todo el libro rota de risa llegó a una frase del final, muy sencilla y poca cosa, y se le derrumbó el mundo y se echó a llorar. Me dijo algo así como: “No sé cómo haces para desgranar así la realidad, pero gracias, porque ahora soy más feliz”.

Sinopsis

Hay gente muy motivada con ganas de hacer grandes gestas, como subir un ocho mil o sacarse una carrera universitaria pasados los cuarenta. Paz no.

Paz tiene tres hijos, un marido estándar, un jefe gilipollas y lo más parecido a tener tiempo para ella es conseguir ir sola a comprar al Carrefour. Pero sí que tiene una misión: se ha propuesto echar un polvo, no, un polvazo, con el padre de sus hijos. Con preliminares y todo.

Solo tiene que conseguir un momento, de más de dos minutos si no es mucho pedir, en el que los dos tengan ganas, duchados si puede ser, que no estén muy cansados, preferiblemente depilados, que no estén casualmente enfadados y, por supuesto, que los niños se duerman pronto.

No puede ser tan difícil, ¿verdad? ¿Verdad?

22 mar 2021 / 01:00
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