Lisa Abalo, la pintora que se ocupa de la infancia
ELISA ABALO (Lantaño, Portas, Pontevedra, 1940 ) conserva la virtud de la constancia, de la determinación, valores que parecen pertenecer a aquellos seres forjados en las dificultades. Atraída por el arte comenzó a pintar, a formarse silenciosamente en su juventud compaginando su naciente vocación con el cuidado de la familia. En un resumen breve, se puede considerar su trayectoria como la de una artista autodidacta e intuitiva que iría configurando una carrera en solitario escuchando sin interferencias su propia voz interior.
Por cercanía, en los primeros tiempos de su andadura pudo conocer directamente la obra del pintor lantañés Manuel Pesqueira, quien la animó entonces a continuar en el camino iniciado. Las trabas para acceder al arte como profesión eran mayores en las mujeres de su generación y escasas las posibilidades para obtener una educación académica; pero en su caso los inconvenientes no fueron un impedimento para continuar adelante con lo propuesto y por tal motivo desde hace décadas la pintora viene desarrollando una obra de estilo figurativo, rica en matices y de cromatismo delicado, próxima a la vida de las gentes sencillas, en la que ocupa un lugar destacado la esfera privada, sin duda uno de los principales rasgos que la distinguen.
A partir de la observación de los paisajes, de lo que acontece en su microcosmos, otorgará a su pintura la autenticidad de quien, como ella mira a su entorno buscando una verdad que pasa por la proximidad vital de una existencia que le ofrece toda una variada gama de pretextos con los que constatar una forma de ser, una particular visión del mundo, no exenta de idealismo .
Y esa mirada al interior sigue impregnando actualmente su quehacer artístico, construido desde el afecto, creando vínculos con un pasado que se resiste a desaparecer; un tiempo que encontramos representado en la obra de otros artistas de generaciones anteriores que buscaron en la tradición secular y en las formas del paisaje, en las suaves ondulaciones de valles y montañas, en las condiciones pétreas de las imágenes del románico toda una iconografía con la que reclamar y poner en valor unas constantes propias para elevarlas a una categoría universal.
Elisa Abalo abordó diferentes temas que van del retrato al paisaje de su cercanía, captado del natural e reinventado por medio de ligeros trazos, de colores suaves y que sirve de fondo a la presencia de figuras humanas que aparecen descritas en situaciones cotidianas.
Abundan en su temario las mujeres, maternales y trabajadoras, plasmadas en diversas facetas domesticas o desarrollando con dignidad las duras tareas del campo; en actividad vendiendo los frutos de la cosecha, vendimiando o en momentos de reposo y conversación. Si bien, uno de los asuntos mas recurrentes y logrados en su pintura es el que trata de la infancia; en sus cuadros ha representado a niñas y niños, descritos con total naturalidad y mimo; en las obras se refleja el instante, la quietud, el aprendizaje en la escuela; por medio de las escenas evoca sus recuerdos y todo aquello que vivió se resume en signos y gestos que sintetizan acciones y comportamientos.
En esa línea de trabajo y con la intención de dar perceptibilidad desde su ámbito a los problemas de la infancia y pensando en las criaturas más desfavorecidas, la pintora ha creado una fundación que lleva su nombre. Entre los objetivos, además de amplificar su recorrido que cumple medio siglo, de divulgar su obra desarrollada en diferentes etapas sin grandes cambios significativos, el sentido de la fundación se enfoca especialmente hacia la protección de madres sin recursos. También a promover el acercamiento de niñas y niños a la naturaleza, a la introducción en la conservación del paisaje, a la divulgación de las costumbres que se van perdiendo, al conocimiento del mundo rural de Galicia tan cercano y por momentos tan lejano. Grandes propósitos con el telón de fondo y el ejemplo de una actitud vital.