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ENTREVISTA
Pablo Campos Calvo-Sotelo. Académico de la Real Academia de Doctores de España y catedrático de la Universidad San Pablo CEU

“Los catorce campus de Galicia tienen una virtud incuestionable”

‘Campus Galicia’ es una obra que nace del deseo personal de su autor, el catedrático Pablo Campos Calvo-Sotelo. Impulsada por la Real Academia de Doctores de España, a ’partir de una investigación financiada por la Xunta y CEU-Santander, “supone un incremento en su dilatada labor de estudio y puesta en valor del patrimonio universitario español. Una de las singularidades de este trabajo radica en la inserción de referencias poético-vivenciales en cada uno de los campus, ofreciendo así una interpretación científica, pero asimismo personal, caracterizada por el hondo compromiso con la dimensión humana del hecho educativo, a través de la arquitectura, que ejerce desde hace más de tres décadas.

¿Estamos, profesor, lo suficientemente formados para valorar el patrimonio arquitectónico que tenemos cuando hablamos de las Universidades gallegas?

Creo que no, y esa es una las razones por las cuales hace unos años sentí el impulso de embarcarme en un trabajo denso, intenso, minucioso y con muchísimo afecto como fue hacer este libro. Pienso que, en general, la sociedad no tiene el suficiente conocimiento del valor extraordinario patrimonial que tienen los campus gallegos. Y espero que este libro contribuya a realizar y hacer comprender a la sociedad gallega, en su conjunto, y la nacional e internacional el extraordinario valor urbanístico y arquitectónico de las universidades gallegas.

Hay facultades como Medicina o Geografía e Historia que son bellas, sin discusión. Diría que todo el mundo alaba su estructura, su estética... y eso contrasta enormemente con otros edificios... no tan agradables a simple vista. ¿Qué debe tener sí o sí un edificio dedicado a la educación universitaria, a la cultura... para que también sea un entorno acogedor?

Debe ser una buena arquitectura, no hay más, pero en este caso aplicado a la función universitaria o a cualquier función de la sociedad.

Decía el maestro Mies van der Rohe que “la arquitectura es la voluntad de una época traducida al espacio”. Luego es cierto que hay en general, y en España en concreto, y me temo que en Galicia, un malentendido donde se suele asignar a la arquitectura de perfil clásico o clasicista la etiqueta ‘de calidad’. Sin embargo, la gran injusticia que se produce es que la contemporánea, siendo extraordinaria en muchos casos, no se entiende como tal porque parece que falta una cultura de la comprensión de que el patrimonio universitario arquitectónico puede ser tan extraordinario el de épocas pasadas como el de hoy mismo.

Esto es un problema general, no referido solo a los campus gallegos. Y es una injusticia porque hay arquitectura mediocre en cualquier época de la historia. Y las universidades gallegas tienen un repertorio más que excelente de arquitectura contemporánea y de arquitecturas, por denominarlas, más clásicas también.

¿En el binomio docencia-aprendizaje influye la arquitectura?

Absolutamente. Yo tengo la suerte de vivir esta realidad de los edificios y los campus universitarios desde fuera y desde dentro. Me explico: por un lado soy profesor y por otro soy arquitecto que diseña campus, aulas innovadoras... Vivo esa dualidad. Y la calidad de la educación no se entiende si no va acompañada de la calidad de la arquitectura. Este binomio es demostrable históricamente que es así. La buena educación va siempre asociada a una buena arquitectura. Es más, hay arquitecturas innovadoras de calidad que por sí mismas son capaces de inducir innovación educativa.

Tiene razón, porque si en casa cada uno tiene un rincón que le resulta más inspirador para estudiar o crear, eso lógicamente se extiende a la universidad. No lo había pensando nunca...

Hace como unos 30 años que me dedico a este tema de la arquitectura universitaria. Como investigador, profesor y, sobre todo, como arquitecto que proyecta, este esfuerzo lo daría bien entregado si sirviera para algo muy claro: incrementar la dimensión humana del hecho educativo.

¿Y esto qué significa?

Pues que desde la pequeña escala de las aulas, del edificio, del campus y la escala de la relación con la ciudad es tiempo de reclamar que las universidades recuperen ese valor del espacio intimista, de atención a la persona, de cuidado del estudiante y del docente que pasa muchas horas al día.

¿Y por qué?

Porque eso significa tratarlos con la dignidad propia de una persona que está en un espacio haciendo una actividad trascendental, que es la formación integral, capacitarse no solo para ser periodista o abogado (que también), sino formarse como ciudadano ético.

Por tanto, todo el cuidado y el mimo que se pueda poner en diseñar los espacios de calidad incluyendo aquellos de escala menor, de lo íntimo, de lo fenomenológicamente intenso, me parece que es muy importante.

Al escribir el libro, me recorrí todos y cada uno de los 14 campus gallegos, pero despacio, tratando de entender en la piel cómo estaban configurados esos espacios, esos edificios, esas aulas. Y creo que los campus gallegos invitan quizá más que otros a esa vivencia pausada, a una mirada de quien los vive donde aparece inmediatamente lo poético.

La transversalidad entre las artes pienso que está latente y no sé si está suficientemente descubierto. De ahí el haber incluido en este libro una parte muy importante en el estudio y en la explicación de cada campus, una parte que es una mirada vivencial, casi poética. Para mí es necesario haber pisado el terreno, haber vivido, haber olido... Es decir, creo que la buena arquitectura universitaria es la que cuida los pequeños espacios, pero porque se ajusta a la dimensión humana, porque de lo que se trata en arquitectura es de organizar personas en el espacio.

Dimensión humana y poética que parece estar rodeada de misticismo o incluso o de filosofía.

La arquitectura es un objeto construido, pero lo esencial es el espacio, es como una cuarta dimensión porque para conocer una obra hay que vivirla. Uno ve un cuadro y ve una imagen bidimensional. Por simplificar la explicación: la arquitectura son objetos físicos, que generan espacios, albergan relaciones de personas en el espacio. Pero no solamente la dimensión cuantitativa, sino también simbólica: la arquitectura tiene un extraordinario poder de emitir significados y, por tanto, de trascender la experiencia estrictamente funcional de cumplir un programa de necesidades con tantos metros cuadrados y tantos equipamientos. Por eso es un arte, que tiene la capacidad de emocionar, de transmitir valores.

Siempre digo, María, que la primera lección que debería tener un estudiante al entrar en un campus sería el propio campus porque debería transmitirle valores estéticos, de proporciones, de lenguaje. En el caso gallego, por ejemplo, de expresar las culturas locales.

Los campus de Galicia tienen una virtud incuestionable. Son evidentes sus raíces. Uno va por los 14 campus y aparecen las huellas de la memoria de la cultura gallega: aparecen la piedra, el paisaje, el mar, la naturaleza, la niebla, el ambiente, la atmósfera... Este último concepto lo utiliza el arquitecto suizo Peter Zumthor. Hay un misterio... Es un elemento artístico, es capaz de transmitir valores por sí mismo.

Esta idea es esencial de cara al futuro de los campus gallegos que también pretende el libro. Al final, trato de lanzar el concepto de campus didáctico.

¿Cómo es posible lograr el equilibrio entre territorio, ciudad, recinto, edificio y aula?

La clave está en la disolución de los límites. Es decir, partiendo de la escala más pequeña, que es el aula, que es la célula mínima docente, la idea es que la actividad salga más allá de sus límites (de la pared, de la puerta...).

Y está ocurriendo en las universidades más avanzadas que yo he podido ver, más de 500 campus en todo el mundo. Cada vez se está disolviendo más la pared del aula, bien porque aparecen planos transparentes bien porque se eliminan los tabiques y el aula parece que se abre a un pasillo, a un recibidor...

El segundo nivel de disolución es el propio edificio, que disuelve sus espacios e invade el campus, cuando la climatología lo permite. El espacio abierto empieza a formar parte del conjunto de espacios pedagógicos. Por tanto, los límites del campus se disuelven y se produce una ósmosis con la ciudad, que trae aparejada una ósmosis humana.

Me viene a la cabeza Oxford, que es una maravilla. Y estoy casi segura de que alguien que no sea arquitecto diría que le parece una ciudad universitaria mucho más bella que Santiago. ¿Qué opina usted? ¿Le ha costado, a la hora de elaborar este libro, poner los campus de Galicia en el mapa universitario mundial, que es realmente el objetivo de su investigación?

Sí, porque los campus gallegos, a diferencia de otros, tiene una serie de cualidades: un sensato equilibrio entre tradición y modernidad, que produce unos los diálogos sugerentes y correctos. Otra cualidad que tiene es que la arquitectura universitaria gallega ha demostrado una gran sensibilidad hacia el Lugar, así con mayúscula (el mar, el granito, el paisaje). Incluso en algunos edificios he descubierto conexiones que son referencias evocadoras de tipologías vernáculas como el hórreo. Por eso creo que invitan más que otros a esa vivencia pausada esa mirada detenida donde emerja incluso la dimensión poética.

Por eso el libro está trufado de citas poéticas de distintos autores gallegos que parecen en he pretendido “invitarles a participar” de esa fiesta del disfrute menor y cuidadoso de los campus. Y los campus gallegos hay que entenderlos así, están muy vinculados a la cultura gallega.

Pero además, para entenderlos correctamente, hay que comprender su herencia, de dónde vienen. No se puede entender determinados, casi diría que todos los campus, sin entender sus orígenes.

Para entender el colegio Fonseca, hay que entender antes el claustro salmantino; y antes del salmantino, los claustros de las catedrales. Y es que el origen de la arquitectura universitaria en el mundo está en los monasterios.

Y así sucesivamente... Y los colleges de Oxford y de Cambridge son unas estructuras maravillosas que todavía hoy están funcionando. Eso demuestra que una buena arquitectura puede durar 4 o 5 siglos.

Con lo cual, no se puede entender los campus gallegos sin entender dos cosas la cultura gallega y la herencia universitaria internacional

¿Se pierde, a veces, el sentimiento de arraigo a un lugar cuando hablamos de arquitectura?

Claro, este es uno los problemas de la arquitectura universitaria y de cualquier arquitectura. Eso se lo insisto muchísimo a mis alumnos. La buena arquitectura nace del Lugar (histórico, climatológico, el de la extracción de materiales, el lugar geográfico, cultural...). Lo que pasa es que en el caso de arquitectura universitaria es mucho más importante que nazca de lugar porque tiene que ser didáctica. Cuando se rompe esa conexión entre el lugar y la arquitectura, se convierte en una arquitectura banal, de moda o figurativa, pero no sólida.

Dice que el patrimonio urbanístico y arquitectónico de las instituciones de Educación Superior de Galicia es ingente. ¿Cómo se puede hacer ver a la gente esta realidad que está ante nuestros ojos y que no vemos, profesor?

Empezando modestamente por hacer una publicación como esta (risas) para que ponga negro sobre blanco y que cuente de una manera sencilla, sin grandes ambiciones intelectuales por qué. Y sí es verdad que en mi caso –y sin falsa modestia– esto lo digo teniendo 30 años de experiencia, 16 libros, la proyección de muchos campus y haber recorrido cuatro continentes (me falta el africano, al que quiero ir el próximo mes de abril).

Por otro lado, defender el patrimonio es algo que también compete a las administraciones, no a las universitarias solamente.

Tú dime: cuando vas a alguna universidad española, y las hay que tienen un patrimonio magnífico, ¿dónde al llegar te dan una guía turística para que tú entiendas el valor patrimonial del campus? En ningún sitio porque no la hay.

Es que en Galicia se puede disfrutar de una pieza maravillosa del siglo XVI, como el Palacio de Fonseca, o la Facultad de Geografía... y luego arquitectura contemporánea, como la de Álvaro Siza, Penela, Miralles... Ojalá Galicia haga más difusión del patrimonio. A nivel estatal, hace muchos años que trato de reivindicar esto: que se difunda el patrimonio urbanístico-arquitectónico universitario en España. No hacerlo no tiene perdón de Dios.

En España parece que se nos ha parado el reloj en la arquitectura clásica y no sabemos ver ni promover ni difundir todo el patrimonio. Se tiene que crear muy buena arquitectura porque si no, María, dentro de 500 años, dirán: ¿Pero estos señores solo siguen disfrutando de la fachada plateresca... Qué han hecho durante estos 500 años? Hay que construir patrimonio hoy, y ya lo hay bueno y contemporáneo en Galicia. Y es de justicia realzarla porque, además, eso incentivará el que las generaciones posteriores que rijan las universidades gallegas sean todavía más sensibles, que ya lo son, a que hay que hacer buena calidad en los campus.

A grandes rasgos, qué tienen en común y en qué se diferencian las tres universidades gallegas.

En todas hay un equilibrio entre tradición y modernidad, solo que hay una diferencia cronológica muy grande. Segundo, una sensibilidad respecto a Galicia y luego también algunas evocaciones que he procurado descubrir y subrayar en el libro: la arquitectura vernácula. Y tienen una gran cualidad global, que para mí son una metáfora de la comunidad universitaria: la unidad en la diversidad. Y esto significa que todos tenemos el derecho a ser diferentes, pero todos tenemos elementos en común y es una metáfora social.

En la comunidad universitaria, cada uno de nosotros somos diferentes, pero nos unen ciertos elementos como la búsqueda de conocimiento o bien su impartición, investigación...

Además, no todos los recintos universitarios son campus, pero se les llama así de manera coloquial y para entendernos. Por eso este libro se llama así: Campus gallegos.

Un recinto universitario es, por ejemplo, Santiago de Compostela, el casco histórico, donde conviven ciudad-universidad.

En Estados Unidos apareció entre el siglo XVIII y XIX un modelo nuevo que fue la evolución del college, y por una serie de razones históricas, sociales y de conquista territorial aparece el campus. Pero fíjate, María, que la palabra campus, aplicada a los recintos universitarios, la primera vez que está documentada es en una carta que escribe un estudiante de Princeton (Estados Unidos) en el año 1774. El campus solamente es un tipo de modelo, es el recinto universitario del estadio segregado de la ciudad, autosuficiente con una pequeña ciudadela.

Y este ‘error’ terminológico, que en principio no es grave, sí conlleva un tremendo error conceptual.

Y en España, queriendo imitar a los campus americanos, lo que han hecho ha sido quedarse en la epidermis y crear polígonos docentes (donde solo hay aulas y edificios docentes). Y es que no crean verdaderas comunidades. Un campus es un entorno vital.

Donde estén los puntos de encuentro en los campus...

... Hay que dotar a los campus de espacios de relación porque eso es lo que da sentido a un campus, en la que su parte más importante (al menos en los americanos) es el espacio libre, lo que tenemos en común todos los estudiantes. El famoso quadrangle es el cuadrante, el espacio verde ajardinado en el centro, en el corazón del campus, que está lleno de relaciones.

Profesor, ¿qué futuro le espera a la Galicia universitaria?

Yo espero que mejor que el extraordinario pasado que tiene. Pero en el libro me permito deslizar unas recomendaciones sobre cómo pueden mejorar: Incrementar la escala humana, reforzar las comunidades integrales de aprendizaje, reforzar los vínculos entre universidad y ciudad, incrementar esta faceta didáctica que los campus y sus arquitecturas, y las aulas tienen que transmitir valores per se e incorporar la tecnología. Pero en esto último matizo: yo creo que la incorporación de las tecnologías y la innovación hay que hacerla, pero con criterio.

Eminencia

Desde 1989 proyecta e investiga la arquitectura de las universidades. Ha escrito 16 libros y más de 80 artículos sobre la materia, e impartido conferencias en prestigiosas instituciones internacionales. Autor del concepto de ‘campus didáctico’, ha diseñado planes directores para campus, dentro y fuera de España. El Proyecto del Campus de Villamayor (Universidad de Salamanca) obtuvo el 1º Premio Internacional de Arquitectura Educativa Designshare (EEUU). En 2012, recibió el Premio Education Leadership Award-World Education (India), por su contribución a la educación a escala internacional. Tiene reconocidos tres sexenios de Investigación.

22 nov 2020 / 00:00
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