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Máscaras y nuevas formas de hacer periodismo

Setecientos días después de que el Boletín Oficial del Estado publicase la orden que regulaba el uso obligatorio de las mascarillas, el mismo BOE recoge el real decreto aprobado por el Consejo de Ministros por el que dejan de ser obligatorias en interiores. A mí, a todas luces, me parece una buenísima noticia, más por el hecho en sí, que también, por lo que representa: que la pandemia va quedando atrás en nuestras vidas dando paso a la normalidad.

Pero aún siendo optimistas, sería muy necio pensar que el hecho de que se flexibilice su uso significa que el virus está erradicado, o que ya no habrá más ingresos o muertes causadas por él, especialmente entre los colectivos más vulnerables. O simplemente, que dejará de ser tan contagioso como ha demostrado serlo hasta ahora. Así que, aún celebrando personalmente el fin de su uso obligatorio por todo lo alto, me parece absolutamente respetable y lógica la postura de todas aquellas personas que optarán por mantenerla, ya no solo en escenarios recomendados como eventos multitudinarios, aglomeraciones o reuniones en las que haya personas con factores de vulnerabilidad, porque se sienten más seguras o por respeto a quienes tienen al lado, sino también porque les da la gana llevarla, así de simple, y sus razones tendrán. Al fin y al cabo, en eso consiste el juego de la vida, ¿o no?, en el vive y deja vivir, vaya.

LO DIGO PORQUE HA SIDO LLEGAR EL ‘DÍA D’ y ver a mucha gente loqueando en redes criticando a los que no se la han quitado. Cuando a mi juicio, en el tema mascarillas hay bastante más cosas criticables, empezando por la desinformación que ha habido y el lío que eso ha generado al publicarse las normas en el BOE solo unas horas antes de que entrasen en vigor, con unas cuantas incógnitas de por medio.

En fin, que al margen de los casos en los que se mantiene la obligatoriedad, yo, que la reconozco como una liberalización, me quedo de todo esto con la responsabilidad individual de su uso, pero también con la de la libertad personal, y por supuesto, con la de apelar una vez más y todas las que hagan falta a la prudencia y al sentido común. Y hala, a otra cosa.

COMO A LO DE ESTA NUEVA MODA DE TIRAR DE REDES SOCIALES no solo para informarse, sino también para elaborar la información que se publica luego en los medios de comunicación. Un dato cuando menos curioso, cuando según un estudio del Ofcom británico la mitad de los adultos son incapaces de distinguir una fuente original de otra falsa en las redes sociales.

Esto me ha venido a la cabeza porque el otro día Juan del Val hacía públicos en su cuenta los mensajes que se había cruzado con una periodista a la que ni siquiera conocía, cuando al parecer, vio que él estaba pasando unos días en Nueva York junto a su mujer, Nuria Roca, y coincidiendo con el tiroteo, le preguntó qué tal estaban. De ese “estupendamente, gracias”, salieron noticias con foto y titular en publicaciones como Semana, Look, Lecturas, Flipboard, Marca... en las que el matrimonio daba cuenta “de cómo habían vivido el tiroteo” e incluso explicado que “quedaron impactados por el suceso”.

La realidad, sin embargo, según contaba el propio periodista y escritor, es que estaban durmiendo en un hotel a muchos kilómetros del suceso, que se enteraron por la tele, que una periodista le escribió un whatsapp y... el resto es ya la historia que él contaba sobre la noticia.

Mismo día, por cierto, que en Viva la vida contaban que habían escudriñado el Instagram de Sara Carbonero buscando al chico que aparecía con ella en un vídeo, a fin de conocer su identidad. Un sistema de identificación de lo más casero, por cierto, a golpe de comparativa de fotos y un cruce de dedos, digo yo, para acertar con quien podría ser.

A mí, que pertenezco a la generación de tirar de fuentes, de amigos y de conocidos, y de los amigos de mis amigos y de quien haga falta, para llegar a la noticia primero y para poder contrastarla después, me flipa todo esto; lo reconozco. Pero diría más, me flipa que a mis amigas periodistas no les flipe como a mí.

Tampoco les ha sorprendido leer un reportaje sobre María Amores y Ion Aramendi en una publicación, escrito a base de un copia y pega de los comentarios que la mujer del presentador hacía en su cuenta personal de Instagram. Di tú que al menos de esa forma una se garantiza la verdad de lo que se publica, pero vamos, a mí me parece un poco más serio lo de seguir quedando y que me lo cuenten delante de la grabadora.

Libros y rosas por San Jordi y el motomami

Llega San Jordi, para mí una de las celebraciones más bonitas del calendario. Me gusta como concepto porque junta dos de mis cosas preferidas en el mundo, los libros y las flores, aún no siendo muy fan de las rosas. Pero también porque tuve la suerte de vivirla un año en Barcelona acompañando a Ulises Bértolo en la firma de su novela Orthodoxia, y se convirtió en una de mis fiestas preferidas. Creo que cualquiera que la haya pasado en Cataluña lo entenderá porque hay un ambiente increíble. Vivirlo de nuevo este año sin mascarilla será #lo+. Casi tanto como cuando el motomami de Rosalía llegue a A Coruña.

21 abr 2022 / 00:05
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