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Mujeres increíbles por las que brindar en un raro 8-M

Si no es por una cosa, es por otra, está claro, pero el Día Internacional de la Mujer, que está a la vuelta de la esquina, siempre lleva implícita de alguna forma la polémica. Este año se repite la del año pasado, cuando el coronavirus ya había hecho acto de presencia en nuestras vidas, y pese a todo, se celebraron numerosas manifestaciones en todo el país, pocos días antes de que se decretase el estado de alarma.

Por aquel entonces, se cancelaban algunas celebraciones como la Mobile World Congress, una decisión no exenta de opiniones para todos los gustos, por cierto, pero salvo por pedir cierta distancia al hablar, mucha higiene de manos y darle protagonismo al codo (usado para taparse al toser, saludar y demás), estaba claro que la línea marcada era imponer la normalidad a marchas forzadas. Pues bien, con todo lo que ha venido después, lo mucho más que se sabe ahora del virus y de su transmisión, la cantidad de actividades que se suspenden cada día y otras tantas convocatorias que se hacen virtuales para evitar riesgos, a mí no deja de resultarme la mar de curioso lo flexibles que son los políticos para algunas cosas (véase manifestaciones, elecciones y demás), y lo contrario para otras.

Y en lo que a mí respecta, que me perdonen los que no estén de acuerdo, pero yo casi que me manifiesto en mi casa, en las redes sociales o brindando en la terraza de un bar con los cuatro de turno con los que no convivo. Y aunque sepa de antemano que no va a ser así, lo que de verdad me gustaría es que este Día de la Mujer sirviese para cerrar ese círculo vital de confinamientos, pandemia y mala vida en el que se han convertido los últimos doce meses.

Dejar atrás este año en el que la vida se ha convertido en una burbuja desde la que contemplar cómo cierran muchos negocios, se reinventan algunos otros y nacen muy pocos; desde la que descubrimos lo mejor y lo peor de los que están cerca y lejos, y en la que sobrevivimos adaptándonos como podemos a la montaña rusa de nuestras emociones a base de parcheos.

Así que aunque no va a ser así, ojalá este 8M sirviese para dejar atrás todo lo que ha ocurrido en este último año.

Y YA DE PASO, EN APROVECHAR LA EFEMÉRIDE para poner en valor (en algunos casos más aún si cabe) a las maravillosas mujeres con las que nos tropezamos cada día. No solo las que forman parte de nuestra vida per se, sino también las que van apareciendo fortuitamente en ella e incluso, muchas a las que admiramos aunque solo las conozcamos desde la distancia.

Curiosamente y en medio de esta pandemia, pese a estar la mayoría del tiempo viviendo de puertas para adentro y poco conectada, yo he sumado desde el último 8-M a mi lista de mujeres admiradas, bastante larga desde siempre, por cierto, unos cuantos nombres más. Personas que han aparecido en mi camino y que a mí me encantan por muchas cosas; o por pocas, pero suficientes para que estén entre mis súper top. Mujeres que admiro por cómo son o por lo que hacen, y en muchos casos por las dos cosas a partes iguales.

Así que ahí va. Este año me declaro fan incondicional de la actriz Bárbara Grandío, de la fotógrafa Carmen Martínez Torrón y de la dibujante Esther Gili. Y sigo siéndolo y mucho, de la cantante Luz Casal, de la periodista Julia Otero, de la florista Sally Hambleton y de la diseñadora Sole Alonso (si todavía no conocéis @algodejaime, no esperéis ni un minuto más para buscarla).

Por todas ellas y por las que admiro desde siempre pienso brindar el próximo lunes con una mil nueve y mis cuatro no convivientes.

[Lo +]
Despedidas con cerveza y algunas lecciones de vida

Llevamos un año de pérdidas irreparables, y aunque es una frase hecha y en esencia todas ellas lo son, yo creo que las que han sucedido en este tiempo, de alguna forma, lo son todavía más por esa falta de oportunidad que ha habido para las despedidas en muchos casos, y por la tristeza de sentir la soledad de esa marcha en un hospital en otros. Pero al fin y al cabo, una muerte es lo que es, y en todas y en cada una de ellas, va pareja al sentimiento de ausencia que provoca. Y no hay más. Quizá por eso, yo llevo días reflexionando sobre cómo se ha vivido la muerte de Pau Donés, con su lección de vida retransmitida en diferido hace muy poco, o la de Quique San Francisco, despedido por sus amigos con vítores y cervezas, en un acto festivo que sin ni siquiera conocerlo, me da que a él le hubiese encantado.

04 mar 2021 / 01:00
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