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Navidades en Compostela, vistas de otra manera

Puede parecer raro o extraño que, en los últimos días de la recta final del año, en pleno invierno, por un motivo u otro salten a la palestra por todas partes, coreanos en Compostela.

En las vigilias de peregrinos de estos meses de término de calendario, celebradas en la catedral de Santiago, gracias a la disponibilidad del deán y a la participación activa de los que llegan rezagados, casi para cerrar la puerta santa, varios miembros surcoreanos dieron testimonio de sus inquietudes y vivencias, junto a la de otros españoles y extranjeros.

No es nada nuevo pues los coreanos, en este tiempo, suelen venir a mansalva, en viajes organizados fletados por ellos mismos. Muchos no están bautizados ni conocen la fe cristiana. Algunos marchan para ver mundo o salir de su rutinaria y ajetreada vida. Otros, los menos, vienen para reforzar aquí por escaso tiempo una fe que allí en el día a día no se transmite apenas.

Tengo la fortuna de seguir de cerca uno de estos últimos casos. Lo digo con regodeo del bueno y porque es algo que los que me conocen lo saben. Y algunos otros también, pues es un secreto a voces.

Mi ahijada Clara María (Jion, es su nombre coreano) nació en Compostela y se bautizó en la Parroquia de Nuestra Señora de la Concepción, hoy inserta en la propia catedral y, como gusta decir a su párroco, primigenia de la ciudad, que por algo se llama Santa María la Antigua de la Corticela, y es refugio de <peregrinos, extranjeros y vascos> y, desde hace tiempo, de personas del mundo entero y compostelanos de toda la vida.

Ahora vive en Corea con su madre y demás familia. En sus navidades no hay turrones ni mazapanes, ni lotería. Tampoco Misa del gallo, pero no ha perdido lo esencial: vivir estas celebraciones del año en comunión con otros cristianos. Y también participar de algunas tradiciones españolas.

La fortuna que por mi parte tengo, pienso que la tiene ella. Gracias a la televisión y a que yo misma me presto, sigue puntualmente los principales momentos de estas fiestas.

La Misa del gallo, pese al desfase horario, se la retransmito -como puedo- a través del teléfono, no entera, en parte. El 25 volvemos a estar en contacto, y así el resto de estos días tan señalados. Le llaman la atención enormemente las campanadas de fin de año, momento que celebramos juntas y, aunque no tiene edad para espumosos ni cavas, en nuestras mesas, a miles de kilómetros, hay de todo para inmortalizar en fotos, que ya se sabe que los coreanos son muy dados a ello.

Entrando ya en la adolescencia, Jion, se hace preguntas y cuando mira a su alrededor se da cuenta de que vive su fe sola, sin más apoyos que, principalmente, los de su madre.

Allá lejos, los días festivos navideños se celebran, de algún modo, haciendo planes especiales, pero con otro fondo de diferente calado. Los novios hacen compras juntos o celebran románticas cenas. Algunos no tan acaramelados las pasan con sus familiares. Otros (especialmente los solteros) se agrupan y hacen sus planes. Hay calles llenas de luces y motivos decorativos navideños, como en occidente.

Clara tampoco podrá venir este año a Santiago para pasar estas fechas. Me toca hacer nuevamente de reportera y ejercer de madrina, junto a su padrino Jose que, desde otro punto de España, también estará al tanto de lo que hagamos. Fortalecer a una criatura, en este caso, en la fe, aun teniéndola cerca, no siempre es fácil. Hacerlo desde la distancia supone poner algo de ingenio y, a veces, hacerlo con mano izquierda.

No basta con enviarle libros y biblias en español o traducidas al coreano. Ya las tienen su madre y ella. Remarcarle los principales dogmas, no es buen sistema, pues acaba aburriendo al más paciente. Razonárselos, misión casi imposible. A lo sumo, argumentárselos en pequeñas dosis, partiendo de que su libertad es tan sagrada como la de todos.

<El viento sopla donde quiere y oyes su sonido, pero no sabes de dónde viene ni adónde va> (Jn, 3, 8). Es un texto bíblico en el que prefiero sustituir el término <viento> por <Espíritu>, con mayúscula.

Después de todo, mirando el actual tímpano de La Corticela, que tanto Clara como su madre Claudia admiran y añoran, en su <Epifanía> aparece María con corona y cetro; el Niño bendiciendo y con el Libro de la Vida en mano; a la derecha, José, de pie y mirando hacia lo alto o soñando. Y, a la izquierda, los Reyes Magos con sus caballos -ni camellos ni dromedarios- en los arcos, saliéndose del marco. ¡Inusual cuadro!

Buena sorpresa sería que, entre tanto coreano que pulula por estas calles compostelanas, apareciesen nuestras dos singulares coreanas, impulsadas por sus anhelos de volver a Santiago para celebrar las fiestas navideñas. Aquí las esperamos con los brazos abiertos y el corazón lleno de regocijo.

Y si así no fuere, igualmente pienso que todos acogemos con igual ánimo a los extranjeros o foráneos que, en aviones de ensueño o a pie mojado, hacen de su recorrido su particular <camino>.

¡Muy felices fiestas a todos!

23 dic 2022 / 01:00
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