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Nuevos remedios, nuevas depresiones

    Parece ser que la psilocibina, compuesto que se encuentra en los llamados hongos alucinógenos o setas mágicas, se postula como la nueva solución para los trastornos depresivos. Dicen las investigaciones y los estudios, avalados antes que por el propio trabajo o artículo por rótulos del tipo “científicos del Imperial College de Londres”, o la “prestigiosa revista Nature Medicine”, que los “hongos mágicos” fomentan mayores conexiones entre diferentes regiones del cerebro, liberando a las personas de los patrones de rumiación y concentración en uno mismo que supuestamente caracterizan, según ellos, a un depresivo.

    El planteamiento, como en otros trabajos, es analizar y comparar resonancias magnéticas funcionales entre pacientes... En realidad, no es mi intención cuestionar o debatir la posibilidad del uso de la psilocibina. Estoy seguro de que produce efectos “alucinantes”. Me interesa señalar el enfoque subyacente en esa manera de plantear la salud mental.

    Cuando antes escribía “depresiones” en plural es porque estos investigadores las clasifican en función de su gravedad, que a su vez es evaluada según unos criterios establecidos por estos mismos investigadores, pero no porque su concepción tenga que ver con tener en cuenta la multiplicidad de historias, la idiosincrasia y particularidad propia de cada una, el contexto y el sujeto (en singular) que está pasando por esa depresión.

    Lejos de esa caracterización de una persona centrada en sí misma, diría, además, que las últimas depresiones que he tratado, si algo comparten, es más bien la de una imagen que uno de los pacientes describió de manera muy elocuente: “es como si fuese un cadáver despierto”. Se trata de una depresión, matizada igualmente en cada persona, en la que no hay palabras ni imágenes para el día de mañana, para lo que se espera.

    Llama la atención lo que parece ser una cierta incapacidad para representarse cualquier tipo de futuro. Uno de sus síntomas más habituales es el insomnio, y es que una persona no podrá dormir si no imagina un amanecer, un despertar.

    En lugar de medicarnos o drogarnos con psilocibina o cualquier otro compuesto, me parece que podríamos amortiguar la catástrofe actual que estamos viviendo como sociedad y como individuos, rescatando algunos de los mecanismos más sofisticados y valiosos que tenemos como especie, potenciando un pensamiento abierto (no cerrando cuanto antes las preguntas y las dudas que nos angustian), procurando volver a habitar el tiempo a través del compromiso y el vínculo, la democracia (la tolerancia al otro), el arte... Reconociéndonos otra vez como seres humanos.

    17 may 2022 / 00:50
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