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Radiación y cáncer

Quizá la faceta más importante que nos brinda la Energía sea la que constituye su desplazamiento a través del Espacio-Tiempo en los denominados Fotones, grupos de onda-partículas que Albert Einstein bautizó como “paquetes”. La luz, visible y no visible, las ondas de radio, las microondas, los rayos X y los rayos Gamma, forman en total el Espectro Fotónico de la radiación electromagnética. A medida que su longitud de onda es menor, su frecuencia es mayor, y por tanto también lo es su energía y su poder de penetración. Cuando esos fotones inciden sobre una partícula material, especialmente electrones, aportan su energía a la misma; estos electrones, cuando orbitan alrededor de un núcleo atómico lo hacen en base a unos valores cuánticos de energía que establecen niveles o capas de órbitas; cuanto mayor es su energía su órbita estaría situada en una capa o nivel más alejado del núcleo, o sea, en una capa más externa del átomo. Un electrón situado en una capa interna puede saltar a una órbita más externa si recibe una aportación suficiente de energía, como la suministrada por fotones incidentes; si ese electrón ya se encontraba en la capa más externa, la nueva aportación de energía puede permitirle abandonar el átomo, desligán- dose del núcleo. Una radiación fotónica de frecuencia suficientemente alta puede lograrlo, por lo que se conoce como radiación ionizante al “despojar” al núcleo atómico de sus electrones circundantes y producir con ello iones. Los electrones de valencia, situados en la capa externa del átomo, son los que llevan a cabo el enlace entre dos núcleos al orbitar de uno a otro; si en estas condiciones reciben la necesaria aportación energética pueden abandonar sus órbitas y escapar de los átomos, lo que significaría la desaparición del enlace que realizaban. Esto es particularmente significativo en los átomos que forman la materia de los seres vivos y más concretamente de los genes contenidos en los cromosomas, donde la radiación de este tipo puede producir roturas de enlaces y mutaciones en las bases moleculares, dando como resultado un código genético erróneo y una síntesis proteica aberrante. Algunas fracciones de ADN son las que regulan el crecimiento y la diferenciación celular, por lo que constituyen los protooncogenes. Si en algún momento la radiación produce en ellos una mutación puntual se convertirán en oncogenes, o sea, genes iniciadores de un proceso canceroso. Así, la radiación intervendría como factor iniciador de la carcinogénesis, que podría estar latente durante varios años, hasta que haga presencia algún factor promotor que incremente la síntesis de ADN y estimule la expresión de los genes que sufrieron previamente mutaciones. La suma de un factor iniciador, como la radiación, y un factor promotor, como por ejemplo un compuesto químico, es lo que daría por resultado el desencadenante del desarrollo del cáncer.

Es algo así como tener un disco con música grabada y un tocadiscos que la reproduzca; es necesaria la intervención de los dos, pues no puede funcionar el uno sin el otro.

24 nov 2021 / 01:00
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