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ENTREVISTA
Xacobe Pato, escritor

“Reírse, desdramatizar, sacarle punta a todo, es una forma de vida”

Xacobe Pato (Ourense, 1987) lleva bastantes años viviendo y trabajando en Compostela. Es librero, un librero apasionado y tímido que toma notas de la vida mientras los clientes recorren con la mirada los anaqueles. Ser librero no te convierte necesariamente en escritor, pero seguro que ayuda. Como los bibliotecarios (pienso ahora en Philip Larkin, en la universidad de Hull) la proximidad de libros, autores, y, sobre todo, esa atmósfera, ese aire inconfundible, termina influyendo poderosamente en el alma de quienes son proclives a contar historias, o a contar el discurrir de su propia vida.

J. MIGUEL GIRÁLDEZ / La vida, sin instrucciones de uso, es el argumento fundamental de ‘Seré feliz mañana’ (Espasa), que Xacobe Pato acaba de publicar estos días. La vida al desnudo, como va, a su bola. La vida de los viernes por la noche y los domingos por la mañana, la vida literaria y musical, pero también la de las salidas a la playa, la de las tabernas, la de las librerías, claro, porque Xacobe trabaja en una librería, la de las relaciones familiares, las de las amistades presentes y pasadas, la de los gustos y los disgustos, la de las pasiones, las sorpresas, las bromas, las perplejidades.

Así empezó Xacobe Pato, hace mucho tiempo, cuando sus padres le regalaron una de esas libretas maravillosas que venden en los museos. Una de Paul Klee. Tenía entonces siete años y aquel fue su primer diario, que, por supuesto, conserva. En 2018 comenzó a colgar sus textos en Instagram, sin saber muy bien si alguien seguiría sus personalísimas historias: y la acogida fue extraordinaria. Así que Espasa le pidió que reuniera las entradas de esos diarios, los de 2018 y 2019, y el resultado es justo lo que ahora tenemos. Un libro titulado, algo irónicamente, ‘Seré feliz mañana’. Un libro estupendamente escrito, en el que lo cotidiano llega hasta nosotros con una energía alegre y liberadora. Un libro donde el humor y la ternura se dan la mano, en el que asistimos a esos instantes en los que extrañamente se atrapa la felicidad, como un animal huidizo y exótico, y que sin duda alguna nos da las pistas necesarias para entender que nos encontramos ante un autor que, aún en su juventud, sin todavía frisar la edad madura, tiene muchas cosas interesantes que contar. Y debería hacer todo lo posible para contarlas: en eso saldremos ganando.

‘Seré feliz mañana’ invita a postergar la difícil felicidad, si hay algo mejor que hacer. Como dice el autor, uno puede sentirse muy feliz yendo a correr hoy, pero si lo sustituyes por un aperitivo y unas tapas en el bar no pasa nada. Ya serás feliz mañana. Este texto es sólo fragmentario en apariencia. Como la vida misma: está hecha de momentos, unos plenos de luz, otros más oscuros, pero en realidad sólo son instantes de un todo. La vida es un largo río, sí, no muy tranquilo, la verdad. La vida es un continuum, y este libro también lo es. Ves destellos, como dice Laura Ferrero en la introducción, ves la punta del iceberg, pero la vida sigue ahí abajo, es el sostén, el lecho marino, una línea en la que se encienden y apagan cosas, una textura con sus protuberancias y sus irregularidades, y sus grumos de tristeza, y sus burbujas de alegría, pero todo es todo, quiero decir, o sea, que es un no parar.

Lo bueno es que Xacobe Pato nunca pretende ponerse estupendo. Cuenta la vida que le pasa con cierta sorpresa, con una ironía algo compasiva, si tal cosa existe, sin pretenciosidad, porque la vida, siendo tan increíble, es algo muy generalizado entre los vivos, si nos ponemos a ver. Xacobe narra con la alegría del que descubre algo por primera vez, aunque sean los cereales del desayuno. Es un asombro de treintañero, que mola. Exprime esos indicios de vida no convencional, dentro de lo convencional. Esos brotes, esos chispazos: cuando la vida muestra el lado divertido o tierno por un instante, como un pez del fondo, y rápidamente se esconde entre las rocas, y ya no ves los colores, ni la magia, sólo el color pardo del camuflaje, que es la mentira. Entonces sucede que Xacobe es muy capaz de pillar al pez de colores en toda su expansión, captura el momento, que dicen los fotógrafos, lee bien la luz y el contraste, atrapa la frase que te hace sonreír, tiende anzuelos con buen rollo, detecta lo efímero, y, como el astrónomo que retrata el exoplaneta, nos explica que la felicidad tiene que estar ahí, en esas coordenadas, aunque las condiciones atmosféricas, o la distancia, o la tristeza, nos impidan verla.

Xacobe Pato cita otros diarios, en sus diarios. Se ve que le gustan, que admira a los diaristas, y eso que no es la gran moda del momento. Salvo Trapiello, de acuerdo. Quiero decir que hubo otros momentos históricos en los que los diarios eran muy celebrados, también la literatura epistolar, que muchas veces consiste también en contar tu vida a otro, pero en forma de carta. Sólo que ahora ya nadie escribe cartas, salvo los bancos (y también se están quitando). Hablamos de Julio César, por ejemplo. Hace unos días volví a leer el ‘Diario del año de la peste’, de Defoe, ya que estamos en lo que estamos. Pero Xacobe cita a otros muchos en su libro. Trapiello, en efecto, y sobre todo Ricardo Piglia, con su alter ego y tal, o Césare Pavese. Los diarios exigen arrojo, voluntad, valentía, porque estás contando lo tuyo, retratas tu yo, tus cosas, tus neuras, tus vacilaciones, y encima hablas de los demás, de los que pasan, como astros en órbita o fugaces cometas, a tu lado.

Este libro, Xacobe, abarca dos años recientes de tus diarios en Instagram. Me pregunto si has pensado en que ahora, publicados como libro en papel, tu público puede ser diferente, al menos en parte. Y, además, supongo que los diarios siguen, que tú sigues adelante con ellos.

Claro, pienso mucho en eso. Lo pensaba el otro día. El diario sigue en marcha. Supongo que habrá que terminar en algún momento, pero no sé... Ahora bien, en formato de libro es indudable que todo ha de tener un principio y un final. Este género tiene estas cosas, estas particularidades. Siempre quise escribir un diario porque me otorgaba la posibilidad de mantener una rutina, un ritmo. Había leído consejos de grandes escritores para aprender a escribir y Chejov decía que lo mejor, para empezar, era utilizar tu propia vida, sin un argumento claro, y sin pensar en un final. Y eso es lo que hice. No hay argumento, salvo la vida misma, y no hay un final concreto. Sólo hay que seguir. Yo comprendo que un libro sin una trama puede parecer algo raro, pero es lo que hay. Y en cuanto a Instagram... es posible que ahora los lectores sean más diversos. Bueno, estupendo, ¿no? Lo que espero es que no pase aquello de los músicos que viene de un ‘talent show’, a los que a veces se mira con cierto escepticismo, como si tuvieran que remontar, justo por eso, un par de pasitos más que el resto...

¿La versión que ahora publica Espasa es idéntica a los textos de Instagram, o has tenido que realizar adaptaciones?

Hay modificaciones, pero no en lo esencial. Lo que sucede es que había algunas cosas que no me gustaban, y eso unido a que yo he cambiado en estos años mi forma de escribir, no drásticamente, pero sí en algunos aspectos... Pero los textos de 2018, por ejemplo, tenían que reflejar el momento en que fueron escritos, así que mantuve cuanto decía, aunque el libro se fuera a publicar dos años después. Podía tener dudas sobre algunas cosas que había escrito, podía estar incluso en desacuerdo con lo que había dicho, pero no puedes funcionar como un falso futurólogo... Me gusta cambiar de opinión, por otra parte, con naturalidad: el paso del tiempo te hace cambiar de opinión muchas veces, evidentemente. Y no pasa nada.

Publicas en las redes, pero en realidad vienes de la escritura a mano, de tomar notas en tus libretas... Desde niño.

Sí, así es. Ahora voy con unas libretas pequeñas, rojas, a todas partes. Apunto cosas, frases que oigo, situaciones, ideas. En Cronopios [la librería en la que trabajo], por ejemplo. No tengo mucho tiempo para escribir: me pongo un día, o como mucho dos, a la semana, a escribir los textos para el diario. Se trata de hacerlo sobre las notas y los apuntes que tengo. Es como escribir cualquier otra cosa. No es un proceso más espontáneo que una novela, por ejemplo.

Está clara tu pasión por los autores de diarios, que a buen seguro te habrán influido. ‘Seré feliz mañana’ habla muchísimo de literatura (y de cine, de música, de series, de cenas, de paseos, de tardes vacías y llenas), pero lo hace con esa aplastante naturalidad que rezuma todo el texto.

Sí, es posible que no sea un género muy habitual hoy en día, no tanto como lo fue en el pasado. A mí siempre me ha tirado mucho. También me gustan los diarios de pintores, y otro tipo de artistas, no sólo de escritores. Por alguna razón encuentro muy atractivo saber qué es lo que les ocurre en su vida.

Esa naturalidad de la que hablaba es, creo, uno de tus logros. Huyes de la solemnidad como de la peste.

Sí, claro. Nada de solemnidad. No quiero hacer nada que resulte pretencioso. Yo pongo todo mi empeño en encontrar una situación, un momento, que puede contar con detalle. No sé muy bien qué influencias puede tener mi estilo. Tampoco quiero dar golpes sobre la mesa, porque en realidad no estoy muy convencido de mis opiniones. Me interesa contar las cosas con gracia, eso sí.

También pensé en Woody Allen [que sale en el libro] cuando te leía. Ese mismo escepticismo, esas dudas generalizadas, y, desde luego, el humor.

Woody Allen me gusta mucho. Me gusta porque no se toma en serio a sí mismo. A mí no me importa quedar en ridículo, o reírme de mí mismo. Lo cual, bien mirado, también te da legitimidad para hablar de otros. Como les digo a mis amigos: no os quejéis, fijaos que el que peor queda siempre soy yo (risas).

Este libro tiene para mí dos ingredientes muy bien equilibrados: la risa y la ternura.

En los diarios es donde mejor se refleja tu forma de ser. Sacarle punta a todo, reírte incluso en los malos momentos, juntarte con gente así, que lo desdramatiza todo: eso es más bien una forma de vida. Y con la ternura pasa lo mismo. También es consustancial a mi manera de vivir.

Antes hablábamos de Woody Allen, que es un gran tímido. Como te conozco un poco, y sé que eres tímido, me pregunto si este género, el de los diarios, es el que mejor va para la timidez. Es una forma de ir soltando cosas sobre uno (y sobre los otros) sin que estén delante. Aunque, en realidad, están.

(Risas). Hombre, sí. Puede ser. Me lo preguntan a veces. Es una forma de abrirse, sin pasarse... Cuentas cosas que tal vez no contarías en una sala con veinte personas. ¡Y luego resulta que hay muchas más ahí fuera! Yo sólo concibo la literatura como una conversación entre dos. De tú a tú. Me creo eso, y entonces, como tímido que soy, me siento cómodo. Para mí escribir es un diálogo con un solo lector.

Pero tienes una legión de seguidores. ¿Te pone nervioso pensarlo?

No, en absoluto. Al contrario, me gusta muchísimo. Me encanta que me lean. Supongo que escribo por muchas razones. Si me preocupa un tema, hasta que no escribo sobre él no sé realmente lo que pienso. Quizás escribo por eso. No me interesa escribir para mí mismo, ni guardar cosas en un cajón.

Volvamos al principio. ¿Cómo será tu público ahora, con el libro de papel en la mano?

Pues diferente, imagino. Hasta ahora casi el cien por cien de los que me leían tenían que entrar en Instagram. Con la publicación del libro puede que llegue a lectores de otro perfil. Pero yo trabajo en una librería, no lo olvides. Así que creo que sé cómo será ese público. Por ejemplo, la mayoría de nuestros clientes son mujeres, de mi edad o por encima de mi edad. Tengo mucha curiosidad por saber cómo van a reaccionar ante lo que yo escribo todo estos lectores y lectoras que no me han leído nunca. O que ni me conocían.

No quiero dejar estar charla sin mencionar a tu editora, que merece un recuerdo.

Por supuesto. La principal culpable de que mis historias sean ahora un objeto físico, este libro que tenemos en la mano, fue Belén Bermejo, la editora de Espasa que, desgraciadamente, ya no está entre nosotros. Recuerdo bien el correo electrónico que me envió. Al ver su nombre, pensé: me diga lo que me diga, le diré que sí. Me pesará mucho siempre que, por su enfermedad, apenas hayamos podido trabajar juntos. Ella estaba ahí cuando sólo me leía un puñado de personas. Y que fuera una de mis primeras lectoras resultó decisivo, porque, como comprenderás, para mí su opinión pesaba mucho.

17 sep 2020 / 00:10
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