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ENTREVISTA
Carlos Gómez-Vírseda. Jesuita y médico

“Si no va acompañado de educación, un sistema sanitario no funciona”

Inspira confianza, alegría, tranquilidad y muchas ganas de dar un paso al frente para ayudar a quien más lo necesita. Charlie, así lo conocen sus más allegados, es un joven médico y jesuita adaptado a la realidad de nuestro tiempo, que vive con humildad y que carece de afán de protagonismo. Para Gómez-Vírseda, el mérito es de otros, pero su labor es digna de destacarse.

¿De niño ya soñaba con ser misionero y médico? ¿Cómo lo supo?

Pues parece ser que sí... Digo “parece ser” porque yo mismo no me acordaba, pero una vez mi madre me enseñó un dibujo que hice con apenas 10 años en el que dibujé un mapa de África con una cruz en medio. Al parecer eran unos deberes de la profesora de pintura que nos preguntaba qué queríamos ser de mayor... Más allá de la anécdota, que hoy releo con cariño imaginando que ya había algo ahí por dentro, lo cierto es que no fue hasta los años de universidad que me lo planteé en serio.

Usted es muy joven, ¿por qué quiso convertirse en jesuita y renunciar (si me permite la palabra) a tener una vida más común?

Efectivamente, entré en la Compañía de Jesús muy joven, ¡con 21 años! Pero, como tú misma insinúas, no tenía la sensación de renunciar sino de optar por algo aún mayor. Para mí la vocación tiene que ver con optar por una vida más libre, más radical, más entregada. Si de verdad se podía responder a lo que Dios quiere de uno, yo lo quería hacer hasta el final.

¿Qué ha de hacer un sacerdote de hoy en día para conectar con la gente? Parece que cuesta mucho...

Para conectar con la gente basta con saberse y sentirse... gente. Porque los sacerdotes no somos diferentes al resto... Si un sacerdote se siente diferente, especial o superior por el hecho de ser sacerdote, entonces dejará de conectar con la gente, claro. Pero la mayoría de sacerdotes viven su vocación con humildad. Saben que no son superhéroes. A veces la gente proyecta mucho sobre esa figura. Y en realidad, hay de todo: tímidos, brillantes, inseguros, capaces... En cualquier caso, ojalá que todo sacerdote pasase tiempo suficiente contemplando a Jesús de Nazaret para que se nos peguen sus modos... Con eso bastaría.

¿Cómo es ejercer la medicina en Chad, uno de los países más pobres de África?

Muy distinta a la medicina de aquí, está claro. Recuerdo mi primer día de hospital en Chad. Entré en la consulta y me esperaban un montón de cuadernitos apilados donde figuraba el motivo de consulta de cada paciente: malaria, mordedura de serpiente, enfermedades tropicales... Yo leía aquello y pensaba: ¡Pero si no tengo ni idea de esto... Si no lo he visto en mi vida! Menos mal que me escapé cuatro meses a un hospital rural, donde pude aprender de dos compañeros jesuitas que llevaban muchos años ejerciendo allí. Dos personas admirables... ¡Esos sí que merecen una entrevista! Pero no saldrán porque están al pie del cañón, donde tienen que estar. En fin, junto a ellos aprendí a marchas forzadas. Partos, operaciones, cirugías... Durante el día pasaba 12 y 14 horas en el hospital. Y por la noche leía libros de medicina alumbrándome con una linterna o una vela porque no teníamos electricidad. Con todo, a pesar de la dureza y el cansancio, me sentía el hombre más feliz del mundo. Antes de acostarme salía a mirar las estrellas y sentía que Dios tenía sus ojos puestos en aquel rincón del mundo.

Además, ejerce la docencia... ¿Cómo son los médicos y enfermeros a los que forma?

El hospital donde trabajo no solo ofrece una labor asistencial, sino que además forma a jóvenes chadianos para que poco a poco vayan cogiendo las riendas del proyecto. Así, el Buen Samaritano incluye una pequeña facultad de Medicina y Enfermería en la que estudian chicos y chicas, cristianos y musulmanes, algunos de la clase privilegiada (hijos de algún ministro) e hijos de campesinos a los cuales se beca para que hagan realidad su sueño de ser médicos o enfermeros. Esta labor educativa es la que hace este proyecto tan especial. La vertiente formativa es una seña de identidad de los jesuitas, que siempre miran al futuro para asegurar la continuidad del proyecto.

¿A uno le cambia la percepción de la vida cuando viaja al Tercer Mundo, Carlos?

Sí, pero no vale cualquier viaje. Uno puede llegar ahí y llenarse de tópicos, buenos y malos. Uno puede idealizarlo todo y quedarse sólo con los bailes, la acogida, la sonrisa o la vitalidad (que son reales). O puede juzgarlo todo y volver criticando la ineficacia, la corrupción o la dureza de estos países (que también existen). Por eso creo que estos países, esta gente, merecen ir con una actitud humilde, abierta, respetuosa. Mejor ir acompañado por alguien que te ayude a comprender la cultura, los matices, la historia, etc. A veces me desespero viendo generalizaciones que la gente hace después de hacer “un viaje a África”.

¿Qué les diría a aquellos que critican (ahora con la covid-19 ya no la critican tanto) la sanidad que tenemos en España?

Que somos unos afortunados. Objetivamente, tenemos uno de los mejores sistemas sanitarios del mundo. Esto se debe al esfuerzo de mucha gente: desde las generaciones que han construido el estado del que hoy gozamos... hasta los sanitarios que hoy en día se dejan la piel y viven su profesión como algo más que un simple trabajo. Esto se ha hecho muy patente en la crisis de la covid. ¡Y de verdad que no estoy idealizando! Finalmente, insistiría en concienciar a la gente de que la sanidad pública es un bien que pagamos entre todos. No es gratuita, sin más. Por tanto, requiere responsabilidad, solidaridad... No todo vale. No hay derecho sin deberes.

Desde la oenegé Entreculturas, en la que colabora, promueven “el acceso a la educación de personas desfavorecidas en América Latina, África y Asia”, porque creen “que la educación es un medio para el cambio y la justicia social”. Ahora es un bien que escasea (la educación).

Bueno, ahí juegas un poco con las palabras... ¿Podríamos decir que la “educación escasea” en países como España? Sí, estoy de acuerdo. Echo de menos líderes que antepongan el bien común a los intereses personales; una clase intelectual que valore la verdad y busque profundidad; una cultura que no se venda ante el éxito a cualquier precio; etc. Y eso tiene que ver con la educación... Aun así, la labor de Entreculturas se centra en aquellos lugares donde la educación escasea en un sentido literal, donde el acceso a la educación está verdaderamente amenazado.

Fíjate, en este contexto de pandemia, la gente se fija en los sanitarios y piensa que los proyectos más necesarios son los que trabajan por la salud... Esto es verdad, pero, de hecho, un sistema sanitario no funciona si no hay educación. Las medidas de control, de higiene, etc., no son eficaces si no van acompañadas de mucha responsabilidad personal, que se consigue a través de educación. En Chad, por ejemplo, la media de edad no llega a los 20 años. Eso supone que la covid-19 está afectando mucho más por sus consecuencias indirectas que por el virus en sí.

Por ejemplo, ya hemos notado que muchas mujeres no van a dar a luz al hospital por miedo al contagio, o muchos pacientes con VIH están interrumpiendo su tratamiento... Los medios sanitarios son ineficaces si no van acompañados de educación adaptada a la realidad local. Por eso Entreculturas insiste tanto en la necesidad de educación en este momento, aunque pudiera parecer secundario.

Dijo Honoré de Balzac: “La Policía y los jesuitas tienen la virtud de no abandonar jamás ni a sus enemigos ni a sus amigos”. ¿Está de acuerdo?

¡Vaya preguntita para acabar! Supongo que es sabio tener buenos amigos... y algún que otro enemigo. Jesús mismo tuvo de los dos. De los jesuitas se dicen muchas cosas. Hay mucho mito: que si comunistas, que si la caballería ligera del papa; unos acompañando a los pobres, otros educando a los ricos. Lo cierto es que, entre compañeros, entre jesuitas de carne y hueso, nos reímos de estas cosas. Al final hay de todo, como en cualquier parte. Eso sí, creo que lo que nos hace especiales es eso que nosotros llamamos “discernimiento”, es decir, la capacidad de ver la realidad como habitada por un Dios que sigue trabajando y nos invita a sumarnos a su misión. No se me ocurre una vida más apasionante que vivir convencido de tener esa vocación.

Una labor formidable

Entreculturas tiene 28 delegaciones en España, de las cuales tres están en Galicia: Vigo, Santiago y A Coruña. La forman unas 100 personas, entre trabajadores, voluntarios y colaboradores. En los últimos años, Galicia ha apoyado proyectos en Haití, Guatemala, Perú, Malawi, Sur Sudán, México y Estados Unidos. La labor es formidable... pero está muy amenazada. Una valoración urgente tras la irrupción del coronavirus puso de manifiesto que el 62 % de los proyectos están en riesgo. Sé que suena difícil pero hoy más que nunca se necesita el apoyo de las Administraciones Públicas. En situaciones de emergencia, la educación es el primer derecho que cae... y el que más tardará en recuperarse. Para salir de esta crisis, no podemos tener una visión local y cortoplacista. Se necesita alzar la mirada y entender que los problemas globales requieren soluciones globales. Sin empatía, sin solidaridad, no habrá soluciones justas ni humanas. Yo me niego a responder ‘solo para los míos’. Quiero soluciones que sirvan a todos”.

28 jul 2020 / 00:00
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