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Venecia y Fortuny

    Quienes puedan viajar a la ciudad de Venecia en los próximos meses no deben perderse la visita al Museo Mariano Fortuny, ubicado en el originalmente denominado Palazzo Pesaro degli Orfei y reabierto en el pasado mes de marzo, después de una cuidada restauración, y nueva organización de sus contenidos. La personalidad de Mariano Fortuny y Madrazo (1871-1949), hijo del pintor ochocentista Mariano Fortuny y de Cecilia Madrazo, queda plasmada en toda su grandeza a través de las colecciones de pinturas, diseños de tejidos, fotografías, lamparas, bocetos de estampación, escenografías, moda, objetos personales y biblioteca particular, que le acompañaron en su larga y multidisciplinar aventura creativa y que tuvieron como escenario el palazzo veneciano.

    Recreado por el escritor Pere Gimferrer en su obra Fortuny, Premio Raimon Llull de Novela en 1983, traducida al castellano por Basilio Losada, fue un artista total, aunque extrañamente poco conocido en su país de origen. Marcel Proust en su novela À la recherche du temps perdu manifestó su devoción por el autor dejando en varios episodios detalles y referencias : “El vestido de Fortuny que Albertine llevaba aquella noche me parecía como la sombra tentadora de aquella invisible Venecia”. Pero antes de asentarse definitivamente en la ciudad de los canales, con su madre y su hermana, en 1888, al artista ya le acompañaban los recuerdos de otras ciudades de parecida magia: Granada, Roma y París, aunque nada comparable con el sentimiento que le produce aquella Venecia decadente de principios de siglo, que le atrapará para siempre, descrita por Joyce, Mann, Rilke..., guardiana de obras de Bellini, Carpaccio, Veronés y Tiépolo.

    Pesaro degli Orfei será punto de encuentro de intelectuales europeos y en ese ámbito un joven Fortuny dará salida a sus inquietudes, a sus refinados gustos. La música de Wagner, cuyo interés comparte con otros escenógrafos pioneros como el suizo Adolphe Appia, le lleva a interesarse por el teatro, por la transformación de los decorados en donde ya entran en juego modernos inventos como la luz eléctrica en la que Fortuny ve una nueva forma de iluminación difusa y controlable; los estudios que lleva a cabo en ese campo propician la creación de la llamada Cúpula Fortuny que, colocada al fondo del escenario, lo cubre totalmente.

    Si bien esos descubrimientos ponen de manifiesto su talante, será el mundo de la indumentaria, de los tejidos, uno de los principales ejes sobre los que transcurre su producción. En 1906, crea con Henriette Negrin, su mujer, una original técnica de impresión aplicada a las telas de terciopelo y seda, con estampados de motivos arabescos, bizantinos y del renacimiento veneciano, destinadas a vestidos y en lo que a ellos respecta hay que situarlos fuera del contexto de la moda.

    En el proceso de elaboración de esas piezas entran en juego, no solo su condición de pintor de raza, de honda formación y conocimiento directo de la estatuaria clásica griega y renacentista, sino también la especial forma de entender el hecho artístico. En este sentido, la túnica Knossos, una de sus primeras creaciones, es sencillamente en su origen un trozo cuadrangular de tela que se mimetiza con el cuerpo; adornada con formas geométricas y vegetales, se inspira en las vestimentas minoicas; la túnica Delphos, monocroma, plisada sobre seda, una especie de quitón de la antigua Grecia, recuerda a las que llevaban las Korai preclásicas, y la Auriga de Delphos, se convertirá en una de las piezas mas reconocidas. Otras fuentes de inspiración proceden de Oriente, de la vestimenta japonesa y copta que Fortuny y Henriette trasladan a chaquetas, túnicas o capas, de terciopelo y seda.

    Hoy en día, el Museo Mariano Fortuny mantiene el vínculo con el pasado sin desvirtuar lo que era en esencia, un atelier, un lugar de creación, que ahora se percibe intemporal, contemporáneo. Y esa condición se aprecia y constata sobre todo cuando los contenidos y la atmósfera que todavía perviven en sus espacios, entran en relación con otras creaciones de mayor proximidad en el tiempo, como sucede en el presente con el núcleo de obras expuestas que proceden de la Colección Panza di Biumo, conformado por la donación de sus herederos a la Fondazione Musei Civici de Venezia en 2015. Luz y espacio, como símbolo de ambas colecciones en un diálogo al margen del tiempo.

    13 jun 2022 / 01:00
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