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Raro, caluroso y rápido

Santiago. Ana Iglesias

No sé si en el mismo grado que yo, pero desde luego estoy absolutamente convencida de que todo el mundo comparte conmigo la sensación de haber vivido un verano rarísimo. Yo, al menos, el más extraño que recuerdo. Un agosto con un calendario tan diferente que en muchos momentos me costó percatarme de que realmente era el mes que estaba viviendo, lleno de lagunas, de ausencias, de vacíos y de cambios.

Personalmente tengo la impresión de no haber vivido realmente el verano, pese a haber sido uno de los más calurosos de los últimos años. Supongo que porque no he hecho nada de lo que asocio a él, las quedadas con los amigos, los ratos libres de playa, los terrazeos improvisados, los aperitivos múltiples, la tortilla a deshora, los vinos que se convierten en copas...

Confieso que he echado de menos el glamuroso baile de la Peregrina de Pontevedra, al que no pude evitar dedicar una página, pese a no haberse celebrado; la divertida regata Piraña con el Oral Group,la calurosa fiesta del Albariño, la entrañable comida de los socios del Liceo, las interesantes firmas de escritores en la librería Nós de Xaime Corral, y sobre todo, los Xoves de Códax, mis conciertos preferidos con vistas a la ría desde la terraza de la bodega, antes de ir a Portonovo a cenar pimientos y xoubas. Todo un clásico.

Pero también he echado de menos a los habituales que protagonizan las crónicas estivales y que en este año raro poco o nada se han dejado ver en ellas. Atrás quedaron los agostos vividos Al sol que más calienta, para dar paso a un Galicia Verano muy diferente, pero con el mismo espíritu, entretener desde las páginas de este periódico y mostrar la cara más desenfadada de las vacaciones.

Y quizá porque no hubo fiestas populares, más allá de las que paseó en su libro Xurxo Lobato, ni invitaciones a guateques y actos sociales, cobraron protagonismo las pequeñas actividades organizadas con mucho esfuerzo y buenas intenciones, como los Solpores no Lagoeiro, en A Estrada, uno de los ciclos más interesantes y diría casi que increíbles que se han hecho este verano, y al que todavía le quedan dos citas, la de este domingo con Xoel López y la del día 11 con Goyo Jiménez, que a mi parecer será un broche de oro perfecto porque... qué mejor manera que acabarlo que con buen humor.

También fue tiempo de iniciativas nuevas como el Sarria Sorrí y la Feiriña de Outes, o de algunas ya consolidadas que se reinventaron sin perder su esencia, como el mercadillo de diseñadores y artesanos de ONyVÁ con música en vivo y aperitivo en el Náutico de San Vicente, el emblemático local a pie de la playa de A Barrosa que, por cierto, se convirtió en un oasis cultural, más que nunca, volviendo a sus orígenes de conciertos en pequeño formato y para aforos limitados.

Pero para protagonistas, sin duda, los que ocuparon páginas con sus proyectos profesionales, como Ledicia Sola, Fernando Rivas, Alejandro Valverde, Oswaldo Digon o Fernando Gallego. Como Marcos Redondo, metido de lleno en el rodaje de su Galicia, The Celtic Motherland, o de vida, como Melquíades Entreno y Patricia Alonso-Lamberti, que decidieron seguir adelante con la boda de sus sueños en Armenteira, y rodearse de amigos, familia y felicidad.

EN EQUIPO. Y no sé si hay alguien más a quien se le haya pasado tan rápido este mes y medio como a mí, pero yo desde luego tengo la sensación de que un día estaba planificando esta sección con Caetano Díaz y al siguiente ya estaba sintiendo cierta nostalgia por ver acabar esta aventura compartida con la fotógrafa Paula Amati, una caja continua de gratas sorpresas, y mis compañeros Suso Souto, que afortunadamente siguió un verano más haciendo sus crónicas De fiesta en traje... de baño; Arturo Reboyras, que es un auténtico solucionador, y mis dos grandes sorpresas, Ángela Precedo y Lorena Rey, en las que en muchos momentos he visto reflejado a mi yo del pasado y que, aunque ellas no lo sepan, me han reconciliado con muchas cosas de esta profesión.

Para siempre ya en mi memoria este verano caluroso que me llevó a reencontrarme con Roberto Verino en su bodega Gargalo una tarde a 43 grados; raro donde los haya, insisto, como me contaba Jaime Olmedo, y que aventura, me temo, un otoño incierto ante el que me mantengo, igual que David Amor, expectante. Y por una vez en la vida y sin que sirva de precedente para mi alma rockera, con BSO de Don Patricio, aunque esa es otra historia.

01 sep 2020 / 21:42
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