Compostela universal y universitaria

Santiago de Compostela tiene dos emblemas que le otorgan el estatus de ciudad universal. Uno es su hermosa Catedral y la larga historia de las peregrinaciones en torno al Apóstol Santiago; símbolos que, desde la antigüedad, han convertido a la capital de Galicia en destino privilegiado de viajeros procedentes de todo el mundo. El otro es su cinco veces centenaria Universidad, y los edificios y personas que los habitan. También ellos atraen a miles de jóvenes en busca del saber, así como a investigadores y profesores de los cinco continentes. Construcciones religiosas comparten espacio con edificaciones dedicadas al conocimiento; hasta tal punto que estas instalaciones han intercambiado sus funciones a lo largo de los años. Al igual que los peregrinos, los estudiantes recorren y alegran sus calles. Y el sonido de los bastones de los viajeros cargando sus petates se alterna con el bullicio de los jóvenes con sus mochilas y maletas.

La majestuosidad de la Catedral y la formalidad de sus edificios, fuentes y plazas, contrastan con la algarabía de turistas y viandantes en la zona monumental. La oración, el estudio y el ocio se alternan y complementan, respondiendo a las distintas necesidades del ser humano, y trasladando el mensaje de que el cuidado del espíritu y la ilustración de la mente no están reñidos con los placeres mundanos.

Los campus universitarios han ido ganando terreno, y ciencia, salud y ciudadanía buscan dar nombre a las nuevas zonas abarcadas por los complejos universitarios. Se trata de reivindicar y describir la nutrida y variada aportación académica y científica de las distintas ramas del saber. Los modernos y vanguardistas edificios erigidos al norte y al sur de la ciudad alojan facultades, centros de investigación, e incluso museos. Su labor y vitalidad se evidencian en los jóvenes que entran y salen de los mismos, e incluso cuando disfrutan su merecido descanso en los parques que los circundan.

Durante los peores momentos de la pandemia, Santiago de Compostela, que ha sido y sigue siendo un enclave elegido por novelistas y cineastas, fue testigo de imágenes que ni el artista más creativo hubiera imaginado. Porque era difícil predecir la soledad y el silencio que vivieron las calles de la ciudad, sus plazas y sus parques, únicamente visitados por especies del reino animal. Nunca Las Marías, Rosalía de Castro, Valle-Inclán, Alfonso de Fonseca o “El Templario Peregrino”, se vieron tan solas y solos.

Pero la Universidad siguió adelante, y el conocimiento que siempre había circulado libremente en sus aulas se transmitió telemáticamente, convirtiendo a Santiago en cuna virtual del saber. La vida no se detuvo; y si desde los edificios religiosos se rogaba por la salud de los enfermos y se implementaban estrategias para seguir ayudando a los más desfavorecidos, la Institución Universitaria ponía su conocimiento, sus instalaciones y sus recursos al servicio de la lucha contra la pandemia. Durante semanas echamos de menos a los peregrinos. Y los pocos estudiantes que permanecieron en la ciudad se recluyeron en sus pisos y colegios mayores como pájaros enjaulados, apartados de esas vías que los reclamaban, evidenciando así su madurez y su solidaridad con la ciudad y sus habitantes.

Finalmente se cumplió el presagio del poeta, y poco a poco volvieron las oscuras golondrinas en forma de estudiantes primero, y de turistas y peregrinos después. Regresaron con prudencia y responsabilidad, cubiertos con mascarillas, y manteniendo la distancia social. Ya falta menos para que la Capital gallega vuelva a recuperar esa esencia universal y universitaria que explica su razón de ser, la urbe de los abrazos al Apóstol y también entre sus estudiantes. El Año Santo que estamos empezando a celebrar y que se prolongará por segunda vez en la historia durante dos años naturales, mostrará al mundo que Compostela sigue siendo ese rutilante campo de estrellas que iluminan la espiritualidad, la cultura, la ciencia y la salud.