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PATRICIA GARCÍA GONZÁLEZ // Presidenta del Círculo de Empresarios de Galicia

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RESULTA DIFÍCIL INTENTAR ‘COLAR’ IDEAS POSITIVAS cuando lo que prima es el discurso catastrófico, cuando la crisis, como el duelo, conduce como primera reacción a la negación.

Pero no hay abismos insondables en la historia de la humanidad.

Si algo ha puesto de manifiesto la Covid-19, y sobre todo los rebrotes, es que la responsabilidad individual suma, y desde esa suma de responsabilidades podemos alcanzar el objetivo común. El beneficio colectivo.

Podría ser esto una metáfora trasladable a otros muchos ámbitos de nuestra propia vida, pero quede la idea en el aire para la reflexión de cada uno, como antítesis de la polarización -a veces insoportable- a la que en los últimos meses hemos asistido, con no poca sorpresa y disgusto.

Retomo las ideas positivas, quizá empeñada (puede que por la deformación profesional que me impone estar al frente de una empresa) en intentar buscar siempre oportunidades donde algunos solo ven pozos.

Y Galicia tiene no una, sino infinitas oportunidades de futuro en estos momentos.

Me brinda El Correo la posibilidad de hablar en estas páginas de lo que me preocupa y, en la medida de lo posible, me anima a buscar alguna conexión con la festividad que hoy se celebra.

Esta vez, sin embargo, más que hablar de lo que me (nos) preocupa, prefiero centrarme en lo que puede ilusionarnos. Y el Camino de Santiago puede ser otra buena metáfora para hacerlo, no solo por las esperanzas puestas en el Xacobeo del próximo año- si alcanzamos ese objetivo común de vencer la pandemia-, sino por todo lo que ha significado a lo largo de su historia.

Han sido las grandes concentraciones humanas (léase grandes urbes) las que más han sufrido de forma trágica esta crisis sanitaria, para la que, ciertamente, nadie estaba preparado. No voy a entrar en si la reacción fue pronta o tardía o si algunos países gestionaron mejor que otros (aunque aprovecho para aludir a la intuición femenina que ha preservado de males mayores a algunos países desarrollados liderados por mujeres).

Y, mientras nuestras calles se vaciaban y la naturaleza brotaba a mansalva, sin control humano, no pocos ciudadanos de esas grandes urbes volvían los ojos a esa España abandonada, vaciada, y pensaban en sus hijos.

Sé que no es una idea original, pero sí creo que es una idea que hay que explotar.

Galicia se vacía. Ourense y Lugo encabezan, junto con Zamora, el dramático ranking de las provincias españolas que más población han perdido. Cuesta creer que hace un siglo esas dos provincias gallegas tenían más población que otras como Tarragona, Navarra o Vizcaya. Tampoco ganan población A Coruña ni Pontevedra, pese a lo que pueda parecer. Y ese hecho demográfico está teniendo ya efectos negativos en nuestra economía, que previsiblemente irán en aumento.

No deja de ser curioso que la dispersión poblacional, tan denostada en los últimos tiempos a la hora de repartir fondos, haya sido una ventaja por su efecto beneficioso frente a la pandemia actual y, dios no lo quiera, futuras.

Pero es también obvio que nuestra ‘Galicia vaciada’ precisa dotarse de las infraestructuras, servicios y medios que le permitan ‘competir’ en igualdad de condiciones.

Basta echar un vistazo a las estadísticas para comprobar que en la última década, mientras en el norte y el oeste de España a duras penas recuperábamos cifras de empleo, estas se disparaban en las zonas mediterránea y central.

Algo hemos hecho mal: quedarnos callados. No asumir nuestra responsabilidad -individual y colectiva- como sociedad civil. Ya no vale delegar; los colectivos sociales han de exponer e insistir en sus demandas.

Estamos ahora ante una nueva oportunidad para volver a hacer del Camino de Santiago un referente mundial.

Estamos ante la oportunidad de conseguir que ‘todos los caminos lleguen a Galicia’.

24 jul 2020 / 18:25
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