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SANTIAGO RIVEIRO CALVIÑO / Periodista / Economía

Algo que informar, alguien que lo cuente

A EL CORREO GALLEGO llegué porque en la Facultade de Ciencias da Comunicación no fui de los estudiantes mas aplicados, porque tenía miedo escénico a micrófonos y cámaras, me parecía que en las agencias todo iba demasiado deprisa... y porque soy compostelano. Mi primera visita a su entonces redacción y talleres, los dos situados entonces en la Rúa do Preguntoiro, fue cuando cursaba EGB en el Colexio Público de Vite.

Cuando llegó el momento, en la USC nos tocaba escoger dónde hacer las prácticas. En esa etapa yo era más de fiesta que de plantar los codos, y claro... las más cotizadas entonces, las de la CRTVG, volaban. También las de gabinetes en instituciones públicas. Me llegó el turno y mis opciones eran ir a una delegación en A Mariña lucense de otro medio a cambio de una retribución de 25.000 pesetas al mes (150,25 euros), o quedarme en Santiago en EL CORREO GALLEGO por 60.000 pesetas (360,60 euros/mes). En 1998 como únicos ingresos tenía los de agente del desaparecido Círculo de Lectores atendiendo a un centenar de socios en Vista Alegre, Salvadas, Romaño, Torreira, Monte de Vite y Ulpiano Villanueva. Mis barrios, los mejores, con permiso del resto. Mi casa. Así que entre poder quedarme en mi hogar y la oferta económica, fui de cabeza.

Eran otros tiempos. En papel coincidían las redacciones de EL CORREO y la de O Correo Galego, que acabaría siendo Galicia Hoxe. Vendrían después Radio Obradoiro o Correo TV. Empecé donde estoy ahora, en la sección de Galicia, donde aún hoy siguen también algunos de mis compañeros entonces. Mi primer reportaje fue sobre agricultura ecológica. El primer marrón importante, la cobertura diaria de las primarias del PSdeG, en las que Emilio Pérez Touriño se impuso al tristemente desaparecido Miguel Cortizo.

Eran buenos tiempos. Me contrataron de forma indefinida en 2000, después de casi dos años como colaborador, en publicaciones tan maravillosas como los Informes Galicia, donde pude trabajar con muy buena gente. Entré en la sección de Economía, que ya no existe como tal.

Desde entonces pasaron muchas cosas que nos marcaron como profesionales y que impactaron al mundo: los ataques con aviones a las Torres Gemelas en Nueva York y al Pentágono en Washington el 11 de septiembre de 2001; el desastre del ‘Prestige’ a mediados de noviembre de 2002; los atentados del 11 de marzo de 2004 en los trenes de Madrid; el accidente del vuelo 5022 de Spanair en agosto do 2008... y en materia política aquella victoria en 2005, contra pronóstico, que dio la presidencia a Touriño junto al Bloque, derrotando a los populares del también desaparecido Manuel Fraga. En 2009 se da el movimiento inverso: perdía el bipartito, ganaba Alberto Núñez Feijóo y el PP regresaba de nuevo a San Caetano. Donde sigue, al menos hasta el próximo 12-J.

Inmersos hoy en la crisis de la pandemia, en aquellos años sufríamos la gran recesión por el estallido de la burbuja inmobiliaria y las hipotecas basura. Un crac que se llevaría por delante bancos, caixas, inmobiliarias... y a Galicia Hoxe el martes 28 de junio de 2011. Adiós al único medio de prensa diaria en gallego desde el 6 de enero de 1994. Adiós a casi una veintena de compañeros. Aquella jornada final del lunes 27, cuando maquetaron y escribieron esa última edición, fue uno de los días mas tristes en mi carrera.

Aquella crisis golpeó fuerte. Los que quedamos sufrimos un ERE que se nos hizo eterno y aprendimos a vivir al día, sin saber cuándo veríamos ingresos en nuestras cuentas. Ni cuánto. Economía de guerra que no todos pudieron resistir, muchos se marcharon. Despidos hubo pocos. Hay quien dice que nuestra profesión es un apostolado, y no le falta razón, pero en estos años alcanzó a veces categoría de martirio. Está claro que hay que llevarlo en los huesos. La radio calló, la tele migró a on-line, y dijimos adiós, primero, a la almendra compostelana, ubicándonos en el Polígono de Costa Vella con mucha morriña del casco antiguo; después, despedimos a la rotativa que había relevado a la del Tambre. Cambios de diseño, de sistema de edición, el salto a la publicación en Internet...

Hemos vivido mucho. Yo aquí, en EL CORREO, conocí a Silvia, la madre de mis niños, Antón e Iago, algo que me llevo ganado para siempre. Rodeados de dudas, luchamos por superar el covid-19 y encaramos unas nuevas elecciones autonómicas, con un pequeño alto para celebrar estas 50.000 ediciones. ¡Por otras tantas! Mientras exista información que contar, ahí estaremos.

16 jun 2020 / 00:55
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