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ALBERTO MARTÍNEZ ARIAS / Periodista / Delegación de A Coruña

Del plomo al ciberespacio

Muchas veces ocurre que estar en el lugar y momento oportuno es clave. Así sucedió para vincularme a EL CORREO GALLEGO. Cuando contaba los últimos días del servicio militar en Palma de Mallorca recibí una llamada de mi hermano José Antonio, también periodista, quien me trasladó la posibilidad de hacerme cargo de la corresponsalía informativa que a él le había ofrecido Juan María Gallego Tato, director entonces.

Desde los quince años, incluyendo la etapa universitaria en la Complutense, ya había colaborado en diversos medios informativos. Con ese incipiente bagaje, el sábado 17 de marzo de 1979, unos días después de iniciar el envío de noticias, traspasé por primera vez la puerta de Preguntoiro 29. Por un pasillo accedí a una pasarela por encima de los talleres en los que se encontraba la rotoplana (no era rotativa) hacía la pequeña redacción en comparación con la actual y, tras conversar con el director, recibí el primer carné del periódico que aún conservo.

Estar atento a los asuntos de la Diputación que tuvieran relación con Compostela y en contacto con la recién creada Caixa Galicia, ya que la Caja de Ahorros de Santiago valoraba su integración, así como la actualidad de la ciudad herculina y las crónicas del Deportivo, Liceo de hockey sobre patines y Bosco de baloncesto, cuando jugaban en Riazor, fueron las directrices recibidas.

Al principio cada día, menos los domingos ya que el lunes no se publicaba ningún periódico que fue la Hoja de Lunes, las informaciones mecanografiadas las enviaba en un sobre a través del Castromil de las tres de la tarde. Y cuando sucedían por la tarde, mediante una llamada telefónica a cobro revertido, las narraba a la Redacción de Santiago. Todo era muy artesanal. Pronto recibí una tarjeta de telecomunicaciones, por lo que después de comer me iba a Correos a picar las noticias en cinta de télex que se recibía de inmediato en la sede compostelana donde se pasaba a las linotipias automáticas para formar las galeradas de plomo. Hay que destacar por ello que los cambios en la elaboración de los periódicos han sido formidables en esas cuatro décadas transcurridas, una cuestión que hoy en día continúa de forma frenética hacia el ciberespacio.

Coincidieron mis inicios con la cuenta atrás para las primeras elecciones municipales de la restauración democrática, y con temas recurrentes entonces. Sirvan de ejemplo la capitalidad en la etapa preautonómica, la esperada ampliación del aeropuerto de Alvedro o el malestar del sector pesquero por los acuerdos con Europa, años antes de que España se integrase en ella.

Pero, apenas había iniciado mi tarea diaria, me tocó cubrir el 22 de marzo la inauguración de la actual sede en la calle Tabernas de la Real Academia Galega, que presidieron los reyes don Juan Carlos y doña Sofía. Significó ello un verdadero bautismo profesional.

Durante trece años estuve alternando las informaciones en el periódico con otros diversos medios de prensa deportiva, radio y televisión. Especializado en deportes desde los años ochenta, el 1 de abril de 1992 al entrar fijo en plantilla, fui dejando todas las colaboraciones, y me tocó vivir la época gloriosa del Deportivo, pero también la del Liceo, y los grandes premios de atletismo.

No obstante, desde febrero de 2007, reconvertido a redactor generalista, sigo de cerca en especial las infraestructuras; entre ellas, la conclusión de esta esperada línea de alta velocidad ferroviaria. Ahora, a unos nueve meses de la jubilación, percibo un espíritu más vivo que nunca en EL CORREO GALLEGO y un largo recorrido en ese aporte de información de calidad a sus fieles lectores, que aumentan cada día sobre todo a través de internet, sin olvidar su origen: la edición impresa.

16 jun 2020 / 00:54
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