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ÁNGEL ARNÁIZ GONZÁLEZ / Periodista / Delegación de Lugo/Ourense

En mi trabajo he procurado y procuro informar, formar y entretener

Allá por el año 1982, cuando terminé en Santiago mis estudios de Geografía e Historia, no tenía muy claro cuál iba a ser mi futuro. Con el título de licenciado bajo el brazo comencé a darle vueltas a la cabeza y, finalmente, tras un tiempo dando clases particulares, opté por preparar la oposición para dedicarme a la enseñanza, ocupación que, en principio, consideré la más adecuada y segura.

Sin embargo, la vida, a veces, abre caminos insospechados y, en el inicio de 1987, el periodista Miguel Túñez me ofreció la posibilidad de hacerme cargo de la corresponsalía de Faro de Ourense en la capital de Lemos, que él ocupaba y abandonaba para entrar a trabajar en la emisora de Radio Monforte (RNE). Tuve mis dudas, pero, confieso que las ganas de estudiar no eran muchas, al final acepté. Ahí empezó todo. Era tiempo en el que las crónicas se escribían a máquina (una Olivetti que todavía conservo como una reliquia) para después pasarlas por fax a la redacción de Faro de Ourense y las fotos en blanco y negro.

En esta época comencé a curtirme en la faena de la información local, las entrevistas a personajes destacados, reportajes de los más variopintos, temas y sucesos, un trabajo que, a la postre, acabaría siendo mi profesión y que me daría de comer: el periodismo.

Al cabo de tres o cuatro meses, EL CORREO GALLEGO quería incluir en sus páginas información de Monforte y su comarca. A través de Luis Blanco recibí una oferta para colaborar en el diario de la capital de Galicia. Como los ingresos de Faro de Ourense no eran para tirar cohetes y podía compaginar los trabajos, acepté la propuesta del periódico compostelano y desde entonces ahí estamos con desigual suerte.

FUE EN ESA ETAPA EN LA QUE MÁS DISFRUTÉ DE LA PROFESIÓN, formando equipo con Blanco: él como fotógrafo y un servidor como aspirante a redactor. Desde la segunda mitad de 1987 hasta 1990 nos dedicamos a recorrer la comarca de Lemos haciendo reportajes de personajes singulares, de su olvidado y maltrecho patrimonio monumental, con especial atención al Románico, y dando cuenta también de casos curiosos como gallinas de cuatro patas o dos cabezas, hortalizas gigantes o terneros con cara humana. También de sucesos sonados como el Crimen de Tella a manos del promotor Gandarela, acontecido en Lemos o el trágico accidente del autobús en el que viajaban hacia O Grove escolares de octavo de EGB del colegio monfortino Divina Pastora. El incidente, acaecido en el alto de A Rocha, entre Silleda y A Estrada, en junio de 1992, le costó la vida a cuatro chicas y a un chico de entre 13 y 14 años y hubo además 27 heridos. La crónica negra reconozco que, pese al morbo que despierta entre los lectores, me genera una especie de alergia, es la tarea informativa más ingrata para mí.

Entre los muchos reportajes cocinados por estas tierras del sur lucense, recuerdo, con especial cariño, el del Chanquete gallego, que fue portada en EL CORREO el 15 de febrero de 1988. Contaba la historia de un vigués, Santiago Lugilde, que se dedicaba a la pesca de altura en Asturias. De la noche a la mañana, lo dejó todo para irse a vivir a Pantón, se trajo su barco pesquero, el Brisas de Candás y lo instaló en medio de un prado, convirtiéndolo en su vivienda y dedicándose a criar vacas. La historia tuvo repercusión nacional, tanto que se hicieron eco de ella un buen número de periódicos y revistas de la llamada prensa rosa.

Tampoco se me olvida, por su singularidad, la fabulosa historia del vidente maño, José Luis Miranda, que por el verano de 1989 andaba por tierras del concello de O Saviñao, donde afirmaba que había una gran bolsa de petróleo y gas en la ribera del río Miño. Se publicó el reportaje el 4 de julio de dicho año, que también tuvo su repercusión mediática. Eran días en los que salías a la calle, a los caminos a hablar con la gente cara a cara, algo que en los tiempos que corren se está perdiendo en las redacciones, en las que impera la ley de las nuevas tecnologías. Ahora la frialdad del teléfono y el correo electrónico mandan.

A PRINCIPIOS DE MARZO DE 1990, JOSÉ MANUEL REY ME CITÓ EN SANTIAGO para incorporarme, como redactor, a la plantilla del periódico. No puedo negar que me llevé una gran alegría. Firmé un contrato indefinido y comencé a cobrar una nómina mensualmente. Mis tiempos precarios como colaborador tocaron a su fin y también mi vinculación con Faro de Ourense.

En estas tres décadas de actividad, supongo que al igual que mis compañeros, podría contar decenas de anécdotas. Solo voy a citar una, la que nos aconteció en Pantón a Luis Blanco y a mí cuando íbamos en busca, en 1991, del supuesto Robinson Crusoe que vivía en solitario en el islote de Maiorga, en el Miño. Llegamos a la ribera del río y comenzamos a vocear hacia la isla esperando llamar la atención del “náufrago”. Tras varios minutos de voceo un paisano que pasaba por el lugar se acerca a nosotros y nos pregunta: “e logo, por quen chaman?”. Respondimos que por el supuesto “salvaje”, que hasta nos habían dicho que comía patatas crudas. El bueno del paisano nos mira con cara de retranca y responde: “Paréceme que lles tomaron o pelo, na illa non vive ninguén”. Nos quedamos chafados y con el rabo entre las piernas regresamos a Monforte.

A LO LARGO DE MI ACTIVIDAD TENGO QUE RECONOCER QUE HE HECHO BUENAS AMISTADES. Las mejores con mis compañeros de profesión, con los que nunca he tenido problemas y siempre que lo hemos necesitado nos hemos echado cables de ayuda. Todos los años celebramos algún que otro encuentro de confraternidad, en el que al calor de un buen plato y mejor vino nos contamos penas y alegrías de la profesión y de la vida. En lo que atañe a la relación con políticos he visto de todo. Me quedo con el trato que mantuve con los desaparecidos Celestino Torres, José Cuiña Crespo y Dositeo Rodríguez. José Manuel Ledo, exalcalde de Pantón, también lo incluyo en la lista, pero por encima de todos destaco a Manuela López Besteiro y a su marido, Antonio Calvo, siempre atentos y campechanos, cercanos en el trato, dispuestos a echarte una mano en caso de necesidad.

Siguiendo la máxima que siempre nos recuerda nuestro director, en mi trabajo he procurado y procuro informar, formar y entretener. Si lo he conseguido en algún grado, me doy por satisfecho y espero que las más de 12.000 páginas de periódico que llevo escritas hayan servido para algo. No quiero terminar este perfil con motivo del ejemplar 50.000 al que llega EL CORREO GALLEGO sin recordar que el diario de mi provincia, El Progreso, fue el primero en el que salieron en letra impresa alguno de mis primeros trabajos como plumilla, fueron temas relacionados con la historia de Monforte.

16 jun 2020 / 00:54
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