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ROI RODRÍGUEZ MÍGUEZ / Periodista / Galicia

La vida no para y este diario tampoco

Una definición del genial G.K. Chesterton dice que “el periodismo consiste esencialmente en decir lord Jones ha muerto a gente que no sabía que lord Jones estaba vivo”. El problema es cuando quien debe transmitir la noticia no sabe ni siquiera lo que es un lord. Y así empezó todo para mi. Corría en el año 2006 antes del coronavirus cuando ese verano crucé por primera vez la puerta en la sede de esta casa para estar tres meses de prácticas con la ilusión de que, con un poco de suerte, el destino fuese la sección de Deportes. Concretamente para escribir de fútbol. Más pendiente de los fichajes del Celta para la próxima temporada que de las elecciones que se celebraban ese mismo año en México, al llegar al emblemático bajo de O Preguntoiro conozco a quien sería mi primer jefe en la redacción: el responsable de Nacional e Internacional. El encargo de ese día era ajustar un breve de 20 líneas sobre las buenas sensaciones que los sondeos otorgaban a Felipe Calderón, candidato del PAN en los comicios del país azteca y meses más tarde presidente. “Tomate tu tiempo”, me aconseja. Y como buen becario le hice caso: de cuatro a ocho de la tarde, nada menos, para un trabajo que en circunstancias normales llevaría minuto y medio. Una jornada laboral después de la que a cualquiera le entrarían dudas de si realmente este oficio es su vocación. A mi también. Por lo menos, al día siguiente nadie llamó para quejarse. La indiferencia, afirma José María García, “es el encefalograma plano de la profesión”, pero, en aquel momento, para mi era suficiente con que no hubiese faltas de ortografía en el titular. No era el cerebro, sino el corazón del encargado de cierre lo que ponía a prueba esos primeros meses, pues las cuatro horas de la primera pieza se transformaron en 6 cuando tocaba una nota a dos columnas... Eran días de empezar a diferenciar un ladillo de un cintillo, y noches de sudores fríos y despertarse a las 5 de la mañana pensando aún en entregar la página. Sin embargo, esa adrenalina es la que marca el día a día en un medio de comunicación y la que, al final, engancha y te hace disfrutar. La que me enseñó en 2008, redactando las páginas de Economía, que se puede sentir con tanta pasión un acontecimiento que cambiaría el mundo como la quiebra de Leheman Brothers como cuando la selección española ganó el Mundial de Sudáfrica; o que emociona igual ser testigo directo de la fusión de las antiguas caixas gallegas o entrevistar al director ejecutivo del Fondo Monetario Internacional, que un gol de Iago Aspas contra el Deportivo. La crisis económica y financiera, la remodelación de la banca, la caída del sector inmobiliario, el paro desbocado y la posterior recuperación son hitos clave en el mundo que conocemos y que pude vivir desde dentro gracias a este periódico. Ahora toca la pandemia del covid-19 y en unas semanas la campaña y las elecciones a la Presidencia de la Xunta. La vida no para y, mientras esto sea así, este diario tampoco. Más de 140 años de historia, 50.000 ejemplares en la calle, y yo todavía sigo de prácticas, con más ganas e ilusión por aprender que el primer día aunque con una diferencia importante gracias a la escuela de un lugar donde el periodismo se llama EL CORREO GALLEGO: al menos, ya se que existe lord Jones para poder contarlo.

16 jun 2020 / 00:55
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