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CARLOS DEAÑO GAMALLO / Periodista / Sección Santiago

Las nuevas tecnologías cambiaron la vida cotidiana

V an allá casi treinta años, que comenzaron con un tremendo impacto, que no fue otro que la descarga del enorme (para la época) rodillo de la rotativa, cuando todavía estaba en los bajos de la rúa de Altamira, y llegaba a primera hora de la noche. Sobre esta sala, en un espacio reducido, trabajábamos codo con codo (y nunca mejor dicho), un nutrido grupo de redactores, cuya conexión con el exterior eran los teletipos, el teléfono (fijo) y las piernas para desplazarnos hasta el lugar de la noticia. Poco tiempo después, aquel sonido y el del girar de la rotativa se acabaron con el traslado de la impresión al polígono del Tambre, y los redactores pudimos expandirnos, ya con mesas individuales y repartirnos por la planta baja.

Desde aquel momento, y poco a poco, fueron entrando también en la redacción otros avances, como internet, del que al principio solo disponían algunos ordenadores, mientras los demás seguíamos con aquellos monitores de tubo. Así, los adelantados comenzaban a navegar por lo que pensábamos que era un inmenso océano y ahora se ha convertido en algo más parecido al estanque del retiro, de tanto navegante, y sobre todo mareante, que por él transita. También los teléfonos móviles poco a poco se fueron introduciendo y haciendo notar, más que nada por su tamaño, y luego por las posibilidades que incorporaban aquellos inventos de la llamada perdida, que condenaron al busca al olvido, o el entonces tan fascinante invento del SMS y su texto predictivo que conseguía convertir mensajes sencillos en crípticas profecías al estilo Nostradamus.

Fue el comienzo de lo que luego sería una nueva normalidad, en la que las conexiones externas fueron cada vez más frecuentes, y las nuevas tecnologías entraron a formar parte de la labor cotidiana de cualquier periodista.

Vivíamos una época de profundos cambios en general y de expansión de El Correo Gallego, que ya forman parte de la historia del periodismo en Galicia, y en los que tuve el orgullo de participar, comenzando por el nacimiento del primer periódico escrito íntegramente en lengua gallega, O Correo Galego, que pocos años después daría paso a Galicia Hoxe. Un impresionante esfuerzo editorial y humano culminado con un éxito que marcó un antes y un después en la comunicación en Galicia. Aquel pequeño grupo de profesionales que en la Noche de Reyes de 1994 trabajó hasta bien entrada la madrugada para que al día siguiente naciese la nueva publicación, consiguió en pocos meses consolidar una cabecera que poco a poco se fue diferenciando de su hermano mayor para escribir con una línea paralela una página distinta de la historia.

Como lo hizo años después Radio Obradoiro, y más tarde Correo TV, completando así un panorama editorial en el que con papel, sonido e imagen, se estableció una forma de trabajar que no se cerraba en compartimentos estancos, sino que avanzaba al unísono y enriqueciéndose con la experiencia común, que convertía a la plantilla en periodistas capaces de transmitir la información a la audiencia independientemente del medio en el que se presentase, y de intervenir ante el micrófono o la cámara con la misma solvencia que ante el teclado. Fueron tiempos de crecimiento empresarial, pero también personal y profesional que contribuyeron a consolidar el prestigio de una publicación ya centenaria.

El tercer gran cambio, no exento de nostalgia por dejar la que fuera nuestra casa durante largos años, fue el traslado a Costa Vella, pero que también se vio favorecido por unas nuevas tecnologías que nos permitieron seguir escuchando y respondiendo las voces de los vecinos para hacernos eco de sus inquietudes y demandas. Mejores equipamientos y mayor disponibilidad de medios acortaron la distancia con el centro y abreviaron el período de adaptación sin mermar la calidad de la información.

Han sido treinta años en los que son muchas las cosas que han cambiando en la forma de trabajar, de recibir y transmitir la información, pero la esencia sigue siendo la misma, contar a la gente lo que le pasa a la gente. Porque por mucha tecnología que haya por el medio, hay un hilo común que une la linotipia de hace 50.000 números con el teletrabajo al que ha obligado la crisis, y es la vocación de continuar defendiendo los intereses de unos lectores con la misma entrega y profesionalidad que hace 142 años.

16 jun 2020 / 00:53
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