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Los nueve directores de la gran fábrica de sueños de la era Barrera

Eduardo Carballo / Santiago.

Feliciano Barrera llegó a EL CORREO GALLEGO con una ilusión: convertir el diario de la capital de Galicia en una gran fábrica de sueños. Nueve directores asumieron en este medio siglo largo el reto del editor que transformó un humilde periódico local en The Washington Post gallego, y engrandecieron con sus equipos profesionales el legado que comenzó a levantar en Ferrol Victorino Novo García, el primero del club de los veintiséis directores que lucieron sus nombres en la cabecera hasta llegar al número 50.000.

Raimundo García Domínguez, el legendario Borobó, de quien el catedrático Varela Jácome escribió que “es uno de los auténticos valores de la producción literaria gallega en lengua castellana”, hizo de puente entre el final de la etapa Sáenz-Díez en la propiedad y el comienzo de la era Barrera. Dirigió EL CORREO y La Noche (el gran emblema del periodismo literario galleguista) entre agosto de 1959 y febrero de 1965, y dejó para la historia de la prensa su columna Anacos.

El valenciano José Vidal Iborra se hizo cargo de la dirección de ambos periódicos en julio de 1965 y un año escaso después, en mayo de 1966, se marchó a Madrid para asumir nuevas responsabilidades. Fueron años de transición, con directores fugaces. Miguel Pola Vaquerizo, periodista vasco que comenzó como redactor de sucesos en 1938, llegó a la dirección en mayo de 1967 y renunció seis meses después para desempeñar la subdirección con Francisco Leal Insua. El consejo de administración le nombró director perpetuo a propuesta de Sánchez Harguindey.

Al galleguista Leal Insua, periodista, ensayista y poeta, le tocó liderar la delicada tarea de fusionar La Noche, que él mismo dirigía desde mayo de 1967, con EL CORREO, a cuyo frente ya había estado desde noviembre de 1966 hasta el nombramiento de Pola.

Con la fusión completada, llegó a la dirección Ramón Luis Acuña, ourensano trotamundos con un currículo de campanillas: su pluma brilló en ABC y en Le Figaro, en la agencia Efe y en Le Monde Diplomatique, por citar solo algunos medios. Cogió el timón de EL CORREO con 29 años, durante el mitificado mayo del 68. Poco más de año y medio después, en las navidades de 1969, cesó y le relevó el abulense Gerardo González Martín, en enero de 1970. Tampoco fue la suya una aventura prolongada: en la primavera de 1972 dejó Compostela y se instaló en Vigo como delegado, cargo que ya había ocupado.

Su sucesor fue, precisamente, otro vigués, Rodrigo Varela, convertido a sus 27 años en el director más joven de la prensa española. Entre junio del 72 y el verano del 74 impulsó un bienio fértil de apertura del diario a nuevos valores del periodismo gallego, y de fomento de las columnas de opinión con firmas plurales y de prestigio.

Juan María Gallego Tato fue el penúltimo director de la espectacular era Barrera. Llegó a Santiago con un bagaje sólido tanto en el periodismo cuanto en la literatura, con novelas y obras de teatro. Había sido durante muchos años redactor jefe de El Progreso de Lugo, su tierra natal, y dirigió Ferrol Diario antes de aceptar la oferta del editor de EL CORREO. Estuvo casi una década, desde septiembre de 1974, y convirtió Reloj sin Horas, su columna diaria, en un referente de la prensa de aquella época.

Su fallecimiento con las botas puestas abrió la puerta a la etapa más fructífera en crecimiento, influencia y prestigio del diario de la capital de Galicia, que se convirtió en grupo multimedia bajo el gobierno de José Manuel Rey Nóvoa, director desde el 13 de junio de 1984 y actual decano de los ejecutivos de prensa. En los últimos cinco lustros, el periódico vivió una transformación que lo situó en la avanzadilla tecnológica e informativa de los medios de comunicación gallegos.

La historia de estos 142 años y nueve meses de EL CORREO GALLEGO la resume Juan Salgado, histórico subdirector, en el libro del 125 aniversario, en tres palabras: vocación de avanzar. “Si la historia no es más que la suma catalogada de los avatares que protagonizan los hombres –escribe el prestigioso periodista–, también la de una empresa está configurada por los jirones del alma de quienes desde sus decisiones trascendentes o desde las más inmediatas del quehacer diario fueron dando forma a ese corpus que cabe seriar desde las orillas de la emoción y el esfuerzo que constituyen la aventura de una empresa periodística largamente centenaria”.

LOS PRECURSORES

Fundado por José Mariano Abizanda y San Martín, capitán de la Marina Mercante en sus años mozos, hijo de alcalde y alcalde de Ferrol él mismo bajo el Gobierno de Sagasta, EL CORREO GALLEGO sale a la calle el 1 de agosto de 1878 con cuatro páginas y el folletín La hija del judío errante. Victorino Novo fue, ya está escrito, su primer director.

Le sucedieron el abogado Antonio Rovillard Sagastizábal, el alto funcionario Ceferino Doce Punín y el escritor Manuel Comellas Coímbra (Carvalho Calero le retrata como “bo ferrolán e periodista, e mestre de tres xeracións”), todos ellos en las dos décadas finales del siglo XIX.

EL CORREO entra en el siglo XX con Abelardo Fernández Yáñez, copropietario y administrador, en la dirección, tras un desencuentro traumático con Comellas. Apenas unos días más tarde, en el mismo marzo de 1900, José Lapique Adrio llega como director interino y sorprendentemente ejerce ocho años, hasta septiembre de 1908, cuando Rafael Barcón Orta se hace con la propiedad.

Detrás de él, engrosaron la lista de directores el joven letrado Alfonso de Cal, el político conservador Eladio Fernández Diéguez, los galleguistas Roberto Blanco Torres (‘paseado’ en el 36) y Villar Ponte, el socialista Jaime Quintanilla Martínez (llegaría a ser alcalde de Ferrol, antes de morir asesinado en los meses de odio y fuego de 1936), el abogado y escritor Fernando Pérez Barreiro, y los hermanos Ubaldo y Rafael Barcón.

El donostiarra José Goñi Aizpurúa fue el primer y breve director en el estreno de la etapa compostelana de EL CORREO, la definitiva. Recogieron su testigo el vitoriano Felipe García de Albéniz y el valenciano José Barberá, antes del regreso de Goñi (puso el diario en manos de su hijo José Luis, abogado de fugaz ejercicio periodístico) para liderar la apasionada y apasionante aventura de La Noche. Después llegó Borobó y con él comenzó la era Barrera.

16 jun 2020 / 01:29
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