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KORO MARTÍNEZ SEIJO / Periodista / Tendencias

Un leve suspiro desde aquel Xacobeo del 93

Hace ahora 27 años y poco más de un mes que abandoné, en una soleada mañana de mayo, la vieja Olivetti con la que había hecho mis únicas prácticas de periodismo en la universidad y con la que estaba escribiendo currículums, y ya nunca volví a cogerla. El motivo, una llamada de EL CORREO GALLEGO en la que se me abría la puerta a mi gran sueño: el 1 de julio empezaría a trabajar como redactora en prácticas en la sección de Local de un periódico, en este caso en el de la capital de Galicia, en pleno Xacobeo del 93. Y es que en aquella redacción había ya ordenadores, aunque en nada se parecían a los de ahora.

Echando la vista atrás, parece un mundo lo que ha transcurrido desde entonces, tanto a nivel personal como profesional. Sin embargo, si se compara con los 50.000 números que hoy conmemora esta cabecera, ese cuarto de siglo de mi vida no es ni un suspiro. Un suspiro en el que sí ha habido significativas transformaciones en la profesión, a las que esta plantilla se ha ido adaptando teniendo siempre presente ese lector al que debe prestar el servicio esencial de la información. Esa indispensable tarea que se ha vuelto a poner de relieve con esta inesperada y trágica pandemia que nos ha tocado sufrir a todos y contar a algunos.

Denostado no desde pocos frentes el oficio de periodista, también ha habido presagios apocalípticos en este suspiro que en mi caso representa media vida. Primero en la facultad, en la que se me insistía en que nos formábamos para una profesión en vías de extinción –no digamos ya en el caso de la prensa–; después, porque había quien desde fuera apuntaba a que el amarillismo que en algunos medios se instalaba acabaría con él, y por último, y no sin olvidar las numerosas crisis a las que ha debido y debe hacer frente, llegó el anuncio de su cataclismo con la irrupción de las redes sociales. Si cualquiera con su móvil era capaz de difundir una historia, de captar una fotografía, ¿qué sentido tenían los periodistas? Hizo falta tiempo, pero finalmente se vio que ese modo de comunicación global, fascinante por su capacidad de propagación al instante, simplemente no era periodismo. Y cuando hubo quien vio en esa herramienta el altavoz idóneo para dispersar la confusión, acabó volviendo a poner en valor este oficio periodístico sin pretenderlo.

Un oficio con infinidad de vertientes, en el que hay cabida para los profesionales que generan opinión, para esos nombres en los que uno se refugia cada mañana con el café y coge impulso ante una nueva jornada, y para redactores anónimos que cada día narran de forma clara cuanto acontece a su alrededor, intentando ofrecer al lector la información más completa posible.

Querer contar en este trabajo es desear compartir lo que uno cree tiene interés, tanto los acontecimientos que llenan las primeras páginas de periódicos de todo el mundo como esas pequeñas grandes noticias vitales para sus protagonistas y para quien con ellas entiende que realmente aún queda todo por descubrir. En la sección de Local, en las de Economía, Cultura y Sociedad o Comunicación, y en las de Nacional e Internacional, ya sea a través del contacto directo o seleccionando y editando los diferentes despachos de agencias, en todas ellas he aprendido.

No habrán salido a la calle otros cincuenta mil números de EL CORREO cuando mi suspiro vital profesionalmente hablando haya puesto su punto y final. Y mientras eso no suceda, este oficio me seguirá dando la oportunidad de conocer, aprender y sorprenderme con lo bueno y lo malo que como seres humanos nos define. Un privilegio para el que me seguirán bastando un bolígrafo y un cuaderno como aquellos con los que empecé mi trayectoria en esta casa aquel verano del 93, junto a un ordenador, eso sí, infinítamente más moderno que el de entonces.

16 jun 2020 / 00:47
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