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ANTONIO PAIS IGLESIAS / Periodista / Deportes

Un sueño de niño que se hizo realidad

MI INFANCIA no son recuerdos de un patio de Sevi-lla, para nada. Mi infancia transcurrió muy feliz en Zaragoza, donde crecí, y en Santiago, que desde niño sentí como mi lugar en el mundo. Santiago, la capital de Galicia en la que desde recuerdo pasar todas las vacaciones: las de Navidad, las de Semana Santa, las de verano... las de cualquier momento, que el viaje era largo pero se hacía con ilusión. Así que parte de mi infancia son recuerdos de las dos casas familiares de los abuelos, sobre todo la de San Lorenzo: esa casa vieja, de piedra mala, levantada de cualquier forma (nula tecnología) a comienzos del siglo XX. Una casa siempre fresca (o fría), y donde nunca faltaba un ejemplar de EL CORREO GALLEGO: mi recuerdo es levantarme y rápidamente ir a informarme con él, sobre todo de la parte deportiva; a veces había que esperar, que el diario estaba muy solicitado. Le cogí cariño a ese periódico tan nuestro, tan de Santiago, como aprendí a querer al Compostela.

Como también desde niño fue creciendo conmigo el amor por las letras, por redactar, por contar historias, por el deporte... supongo que sin saberlo iba creciendo el periodista. Fueron pasando los años y mi amor por Santiago, a donde me escapaba siempre que podía, y por el periodismo aumentó. Y llegó 1994, ese año. Ya en mi primera etapa como periodista (tuve una muy buena formación en Zaragoza), estando en Santiago el verano anterior había llevado hasta EL CORREO una especie de currículo, recortes con algunos de mis trabajos y reportajes. En 1994 obtuve una de las respuestas más satisfactorias que he escuchado en mi vida: había gustado mi forma de trabajar, de redactar, de ser periodista; tenía un hueco en la plantilla.

Y el sueño del niño, el lujo de poder vivir en Santiago todo el año y trabajar en su periódico, no acabó allí. Lo haría en Deportes, y después, más madera: me confirmaron que seguiría la actualidad del Composte-la... recién ascendido a Primera División. Muchas cosas se juntaban, casi demasiadas como para que no pareciera un sueño hecho realidad.

De mi relación desde 1994 con EL CORREO GALLEGO, naturalmente, habría mucho que contar. Recuerdo la impresión que sentí la primera vez que entré a la Redacción en el Preguntoiro, con tanta gente, tan seria. Pero muy pronto, porque me recibieron compañeros que me facilitaron la integración, me encontré como en mi casa, en un ambiente familiar. Confieso un detalle: en la casa de mi abuelo, en San Lorenzo, sin calefacción, en el largo invierno siempre hacía frío; y estaba Santiago con su humedad... Eso me hacía estar aún más a gusto en EL CORREO, no querer salir de allí: la casa buena, cuántas horas y qué a gusto las pasé allí.

Durante tantos años, como pasa en el deporte, ha habido momentos más felices y momentos más duros. He crecido junto al periódico, como periodista y como persona, rodeado de una familia que siempre se ha mantenido como tal, pese a los cambios. Creo que ambos nos hemos hecho mejores. Como sucede con los buenos deportistas, una de las cosas que más me gusta de mi periódico, de mi familia, es cómo lucha siempre, cómo planta cara a los problemas y no les vuelve nunca la cara: cómo nunca pierde la ilusión por ser mejor. Y en un último aspecto coincide con el deporte: la mejor individualidad es el conjunto, el equipo.

Emociona pensar que el periódico que leías con avidez por las mañanas de niño tiene ya 142 años, camino de los 143, y llega a su ejemplar número 50.000. Y que tú formes parte de esa gran historia... Palabras mayores, palabra de grande. Así que sólo puedo decir que, si esto es un sueño, continúe.

16 jun 2020 / 00:45
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