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SALOMÉ BARBA SIXTO / Redactora / Galicia

Verano de 2004: contando historias

Verano de 2004. Ese fue el momento en que empecé a trabajar en EL CORREO GALLEGO. Era una época rara para mí, llevaba unos meses dándole vueltas a que mi vida necesitaba un cambio y entrar en el periódico lo hizo posible. Representó ese revulsivo que necesitaba para dejar atrás la apatía y las dudas y empezar de nuevo. Cambio de trabajo, incluso de sector, cambio de pareja, cambio de casa... cambio de vida. Todo eso coincidió en el tiempo en apenas seis meses.

El periódico no era nada nuevo para mí, mi hermana trabajaba en él desde hacía años y yo había ido de visita e incluso conocía a algunos de sus compañeros. Pero ese verano, bendito verano, me enteré de que buscaban gente para la sección de Corrección. Y allí empecé. Creo que me pasé aquellos primeros meses aprendiendo, porque una cosa es no cometer faltas de ortografía al escribir y otra muy distinta hacer la corrección de un periódico, tanto ortográfica como de estilo. Y ese trabajo, ingrato en ocasiones, se convirtió en mi medio de vida durante años. Dejé el anterior sin mirar atrás, sin echarlo de menos. Pero no fue para siempre.

En otra vuelta que dio mi vida, el destino y la ciencia me regaló un embarazo gemelar que me tuvo varios meses en cama y casi todo el proceso de baja laboral. Cuando regresé al trabajo –con esa mezcla de tristeza que nos da a muchas madres por dejar a los bebés al cuidado de otros, y de alegría por recuperar el espacio laboral y personal, devolviéndonos una parcela de nuestra vida al margen de la crianza– la empresa había decidido que corrección ya no era lo mío. Y di el salto a Redacción. Así, con mayúsculas, porque para mí eso fue el cambio. Y en otros seis meses de mi vida, se cerró el círculo.

Recuerdo las primeras cosas que hice, nada más que meter noticias de agencias en un corta-pega burdo, sin ponerle nada de mí, y a las que me asustaba tanto titular que me podía llevar toda la tarde. Recuerdo la paciencia de mis compañeros y superiores. De Rocío, mi compañera de mesa, que fue mi modelo de meticulosidad a la hora de estudiar los datos para hacer artículos, que en su caso eran impecables. Aún la veo sentada en su mesa, llenando folios con su letra perfecta, con sus anotaciones y marcas en lo más destacable. Ella ya no trabaja con nosotros. También le llegó el momento de cambiar de vida.

O la supervisión y consejos de Natalia, mi jefa desde que empecé. Recuerdo sobre todo una doble página de cuando Juan Gestal tomó posesión como decano de la Facultad de Medicina de la USC. Creo que fue mi primer ‘marrón’ importante. De cómo se quedaba después de que todo el mundo se había ido, para pulir mis primeros trabajos propios, conmigo a su lado intentando aprender. Aún lo hace, no me engaño, pero ahora ya se va para casa si yo aún no he acabado.

Recuerdo muchas cosas, los años más duros de la crisis, tremendos; los debates en la redacción del Preguntoiro, que no faltan en la actual de Costa V(B)ella; las discusiones y problemas, las comidas con los compañeros... Y aquí estamos, EL CORREO GALLEGO cumple 142 años y 9 meses, y seguimos contando historias y recopilando recuerdos.

16 jun 2020 / 00:55
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