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ENTREVISTA
DRAMÁTICO TESTIMONIO

Una refugiada Afgana denuncia atrocidades de los talibanes

Una joven universitaria afgana, Rahila Raya, logró salir de su país y reside en Santiago. Una familia compostelana le dio acogida y se enfrenta a una etapa esperanzadora de su vida con el propósito de salir adelante, cumplir sus sueños y, también, con la nostalgia de haber abandonado su tierra pese a los terribles recuerdos que deja atrás.

¿ Cómo era su vida antes de decidir abandonar su país?

Hace ahora un año estaba en Herat acabando el último cuatrimestre de mi grado en filología. Además de ser estudiante participaba muy activamente en las actividades culturales, la principal de las cuales era un club de lectura, y lo hacía tanto dentro como fuera de la universidad. Ya en el mes de julio el anterior gobierno había cerrado la universidad, según ellos debido a la epidemia de covid-19, pero todas sabíamos que la razón verdadera era la creciente inseguridad y la violencia contra las mujeres.

Por aquel entonces los talibanes ya se estaban acercando rápidamente a las ciudades. Todas las noches podíamos escuchar los disparos. Las chicas estaban muy nerviosas, pero aún tenían la esperanza de que el ejército se enfrentase a los talibanes y se acabase la guerra. Naturalmente, estaba equivocada. Pasaban los días y la situación no dejaba de empeorar, y un distrito tras otro iba cayendo en manos de los talibanes. Por eso lo primero que hicimos fue cancelar las sesiones de nuestro club de lectura, y poco después todo el mundo dejó la universidad y se fue a su provincia natal. Por mi parte me tuve que ir a Kabul, porque mi familia también había escapado de nuestra provincia, Newroz, cuando su capital comenzaba a ser asediada por los talibanes.

Aún pensaba que la situación en Kabul sería mejor...

Sí, y que pronto podría volver a mi universidad en Herat. Mientras tanto, comencé un curso de pintura, algo que siempre había querido hacer desde que era una niña. Pero la escuela en la que estudiaba tuvo que cerrar muy pronto, porque los talibanes también avanzaban hacia Kabul. Y la toma fulminante de la ciudad nos cogió por sorpresa. Hasta entonces yo solo había oído hablar del régimen talibán, de aquellos oscuros años que la gente había vivido cuando habían tomado el poder a finales de los noventa. Y es que, aunque había nacido en Afganistán, crecí en otro mundo, en el que, aunque las mujeres sufrían muchas restricciones, como los no oficiales toques de queda nocturnos, sin embargo tenían acceso a la educación como niñas y como adultas. Podían ir al colegio y a la universidad y luego tener un empleo.

¿Cómo cambió su vida la llegada de los talibanes al poder?

Yo tenía muchos sueños de una vida mejor, y trataba de que se hiciesen realidad, pero la llegada de los talibanes hizo que todo lo que yo deseaba y todo lo que querría llegar a ser se hiciese imposible. No pude volver a la universidad, porque, entre otras cosas, varios de mis compañeros se hicieron talibanes y pasaron a formar parte de ese gobierno. Y eso quería decir que las que nos oponíamos al islamismo y a la ideología machista talibán podríamos correr un gran peligro en esa nueva universidad gobernada por los talibanes. Todas las escuelas de pintura, en las que anidaba el sueño de mi vida, cerraron para siempre. Tampoco las niñas pudieron seguir estudiando a partir del sexto curso, lo que significaba que no podrían ir a la universidad, porque para eso hay que cursar hasta el décimo segundo curso. Y ni qué decir tiene que hacer un club de lectura o un cineclub bajo el régime talibán sería algo ilusorio. Así que me tuve que quedar encerrada en casa. No podía ni estudiar, ni trabajar, porque me faltaba un cuatrimestre para acabar la carrera, pero eso no era lo peor.

¿A qué temía más en momentos tan difíciles?

Si salía de casa tenía miedo de algún talibán me pegase un tiro en alguno de sus innumerables check-points, como ya le había ocurrido a algunas mujeres en Kabul. Luego los talibanes decían que había sido por error, y así se acababa la historia. Todo comenzó a cambiar, empezando por las tiendas de ropa femenina. Desde la llegada de los talibanes, los comerciantes tenían miedo de vender ropa occidental, o mejor dicho, de vender nada que pudiese ser considerado como no islámico. Las tiendas se llenaron de burkas y de toda clase de velos, cuando hasta entonces el único tipo de velo que se usaban era el chal. Pero eso no fue lo que más afectó a mi vida.

Le llegaron entonces las propuestas de matrimonio...

Efectivamente, poco después de mi llegada vecinos y parientes de Kabul, que ya anteriormente habían querido que me casase con alguno de sus hijos, comenzaron a venir a mi casa una y otra vez, y uno tras otro le decían a mis padres que me entregasen en matrimonio a alguno de sus hijos. Para mí esto resultaba chocante, porque ya anteriormente había rechazado todas estas proposiciones, y es costumbre que si se rechaza una petición nunca se debe volver a reiterar. Pero desde agosto de 2021 las cosas dejaron de ser así, porque las mujeres perdieron el control de casi la totalidad de sus vidas, incluyendo la de su elección o su conformidad respecto de con quién debían casarse.Por miedo a los talibanes muchas familias casaban a sus hijas a toda prisa, porque si no podían ser violadas o raptadas para un matrimonio forzoso con alguno de ellos. Los padres pensaban que era mejor, por los menos, que su hija estuviese casada con alguien conocido.

¿Qué sucedió en su caso? ¿Cómo reaccionó su familia?

En mi caso, quienes reiteraron sus proposiciones sabían perfectamente todo esto, pero a pesar de la presión familiar decidí que preferiría morir a casarme de esa manera. En primer lugar, porque quería poder elegir y, en segundo lugar, porque eso supondría renunciar a todo lo que pensaba y a los valores en los que creía. Así, mi respuesta continuó siendo negativa, una y otra vez, a pesar de que me recordasen continuamente que yo no era quién para poder controlar mi vida. Por eso no pude hacer otra cosa que quedarme en casa si no me quería casar por la fuerza, mientras recibía llamadas amenazantes de números desconocidos, pero en los que pude identificar a mis antiguos compañeros de curso, que ahora ya eran también talibanes. Cada una de esas llamadas me dejaba en estado de pánico. No podía más y pensé que tenía que escapar, fuese como fuese. Y así intenté abandonar mi país y dejar atrás a mi familia para siempre.

¿Cómo conseguiste llegar a Compostela? ¿A quién debes agradecer tu estancia aquí?

Tras la caída del gobierno afgano y vista la imposibilidad de continuar mi vida normal y mis estudios, decidí marcharme de Afganistán, fuese como fuese. Pero no tenía pasaporte, porque desde hacía varios meses la oficina de pasaportes estaba cerrada. Cuando volvió a abrir resultaba muy difícil conseguir un pasaporte en Kabul, por lo que me fui a mi provincia natal, acompañada por un familiar varón, tal y como era obligatorio. Al llegar allí lamenté haber tomado esa decisión, al ver el trato que los talibanes le daban a las mujeres.

Había colas de cientos de personas ante las oficinas, y los talibanes los trataban como rebaños de animales, y no como seres humanos. Fijaban cuotas por distritos, pero no las respetaban nunca. Y si eras hazara era imposible conseguir el pasaporte, así que decidí volver a Kabul. Allí una organización de defensa de los derechos humanos me informó de que era mucho mejor conseguir el pasaporte a través del pago hecho a un intermediario que entrar en las oficinas de los talibanes. Así, pagando conseguí el pasaporte, y pagando conseguí el visado para ir a Pakistán, y llegar a Islamabad y poder así ir a la Embajada de España.

¿Quiénes te ayudaron a salir de ese infierno?

Durante los meses que duró todo ese proceso conté con la ayuda, totalmente incondicional y desinteresada, de la asociación de Santiago Arraianas, de la que tuve conocimiento a través de mi amigo Ali, refugiado político en España. Hay muchas personas a las que tengo que agradecer poder llegar a España y estar ahora en Santiago. En primer lugar a Gonzalo Sáez, el magnífico abogado de esa asociación, que siempre me dio su apoyo, así como a la organización Yaran, que me ayudó sobre todo en lo que se refiere a mis futuros estudios universitarios. He tenido la suerte de conocer a dos grandes profesores españoles, José Carlos Bermejo Barrera y Mar Llinares García, dos personas sabias, con un gran corazón, generosos, y que son capaces de comprender todo lo que es humano, quienes generosamente me han recibido de la forma más acogedora posible en su casa y me hacen sentir que tengo un hogar, aunque esté tan lejos de mi familia.

También me gustaría dar las gracias a EL CORREO GALLEGO, por haber publicado en agosto de 2021 Chamamento das mulleres de Afganistán ás mulleres galegas, un texto de auxilio en el que algunas de mis amigas y yo tratamos de llamar la atención sobre la situación y el futuro que se avecinaba para las mujeres afganas. Y también por haber publicado un artículo sobre mi situación: La chica que quería ser pintora: una historia de Afganistán. Y, por su supuesto por dedicarme esta entrevista.

¿Qué sientes al pasear por las calles sin peligro?

Me siento como llena de esperanza, estoy contenta, me siento segura, y sobre todo, por primera vez en mi vida siento que soy libre. Todo esto es muy agradable, pero a la vez me hace recordar que cientos de miles de personas como yo viven en Afganistán y que jamás podrán sentirse seguras.

A partir de ahora tendrás que encauzar una nueva vida. ¿Te asustas o ves posibilidades?

Sé que habrá muchos desafíos y muchas dificultades, pero soy optimista, y creo que podré irlas superando poco a poco y así poder cumplir mi sueño de llegar a ser una pintora, cosa que en Afganistán es totalmente imposible. Es cierto que empezar de nuevo desde cero da miedo, pero lo único que se puede hacer es asumir las responsabilidades que me correspondan y seguir hacia adelante.

Lo más doloroso de los recuerdos que dejas atrás, ¿qué es?

Ser mujer en Afganistán ya es una experiencia dolorosa en sí misma. Y ser mujer y hazara a la vez es todavía peor, porque estás doblemente demonizada, primero porque eres una mujer y segundo porque eres una hazara. Pero lo más doloroso para mí es el tener que haber dejado atrás todo lo que con mucho esfuerzo había conseguido, y sobre todo el hecho de no poder utilizar mis estudios de lengua y civilización persa, porque ahora mi deber será luchar por mi familia y mi sociedad.

“En Afganistán las mujeres no visten como quieren, nadie puede mostrar su belleza”

¿Y qué te produce más alegría al vivir libre en Santiago?

Lo que me hace sentir más feliz es poder iniciar mis nuevos estudios, trabajar para poder ser económicamente independiente y poder contribuir a mi manera a la creación artística.

Ver monumentos como la catedral, ¿que te sugiere?

Contemplar monumentos históricos tan grandiosos como la Catedral de Santiago me hace sentir dos cosas a la vez. La primera es la admiración por este legado histórico fuera de lo común, que atrae hacia Santiago a tantos miles de peregrinos. Y la segunda cosa que siento al ver la Catedral es también el recuerdo del arte y los grandes monumentos de Afganistán, como los famosos budas de Bamyan, destruidos por los islamistas talibanes, a la vez que iban arrojando por los acantilados a cientos de personas.

Ves a miles de jóvenes, vestidos como quieren y no como les imponen, ¿qué sientes?

En Afganistán, el país más musulmán del planeta, las mujeres no se pueden vestir como quieran. Nadie debe mostrar su belleza, pero si de lo que se trata es de la belleza femenina, entonces la prohibición todavía es mucho peor. Aquí y ahora, cuando veo a la gente que puede vestirse libremente, pienso que en la naturaleza humana está enraizado el sentimiento de la búsqueda de la libertad en general. Y en este sentido la libertad de vestirse como uno desee y de poder mostrar su belleza no es más que una parte de esa libertad. Por eso me siento muy a gusto al verlo.

¿Cambiarás el estilo de tu pintura ahora que la puedes hacer sin miedo?

Ante todo lo que tengo que hacer es adquirir los conocimientos necesarios y ser capaz de cursar los estudios de bellas artes. Luego vendrán los cambios y podré poco a poco comenzar a hacer el arte que me gustaría hacer. Creo que los temas de mi futura obra tendrían que ser: la humanidad, pero sobre todo las mujeres, cosas que hasta ahora no pude hacer, porque el islam no permite pintar seres humanos.

17 ago 2022 / 01:00
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