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Devórame la piel

    • 21 nov 2020 / 23:59
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    EL OBJETO DE ESTE ARTÍCULO ES SÓLO ORIENTATIVO. CONSULTA CON TU MÉDICO

    Y/O ESPECIALISTA CUALQUIER CAMBIO EN TU DIETA O ENTRENAMIENTO

    • epidermis de uvas, arándanos y ciruelas: recubiertas de cera de pruína, ese polvillo blanco impermeabilizante que sirve para proteger a los frutos de las inclemencias atmosféricas y las rachas de componente norte. Hay que comérselas, por supuesto, dado que ahí se concentran no sólo los lípidos impermeabilizantes (que actúan a modo de fibra dietética) sino también gran parte de los antioxidantes y la vitamina C que poseen estas frutas.

    • Zanahorias: se puede prescindir de ella, sin problema alguno. ¿Razón? Fijémonos en que el color sigue siendo el mismo (o quizás todavía más) en cuanto pelamos la hortaliza, dado que el betacaroteno esta distribuido uniformemente por toda la pieza (no solo en el pellejo) y éste yace bien aferradito a las fibras vegetales -CHINCH!-. Así, al descartar la epidermis, prescindimos de los –posibles- pesticidas y sulfatos que puedan haberse aferrado exteriormente. Fuera piel.

    • Tomates. Sí, ya se que algunas personas le tienen un repelús intenso a la piel de tomate, ¡pero hay que comérsele! ¿Por qué? Pues porque es en el manto dérmico donde se concentra el glutatión, el antioxidante maestro del cuerpo. Hombre, cierto es que los alimentos tienen muy poquito glutatión y por encima éste es -cuasi- impermeable a las células humanas, pero esto no es óbice para desaprovechar las poquitas fuentes naturales de este compuesto, encabezando los espárragos, los tomates y el aguacate la lista de las fuentes más concentradas, o sea, que hay que aprovecharlas ¡CRONCH, CRUNCH!. La fibra insoluble del tomate yace en las celulosas-hemicelulosas de la piel, mientras que la fibra soluble viene tanto de la pectina de la pulpa como de los mucílagos de las pepitas internas, que hacen del tomate un súper-alimento como al copa de un pino. Avanti.

    • Maíz dulce. ¿Siguen sin creerse ustedes, que las pieles no actúan a modo de fibra? ¡Ja! Pues cómase usted un buen puñado de maíz dulce, junto con la ensalada (por ejemplo), y observe ojiplático lo que sucede al día siguiente cuando vaya al excusado... ¡¡¡porque vuelven a aparecer, intactas!!! Fibra pura de oliva, señores. Y lo mismo sucede con las palomitas de maíz, con esas puñeteras cortezas negras que se nos quedan entre los dientes, ¡¡¡pero que actúan a modo de fibra dietética!!!

    O sea que pa´dentro brother.

    • Patata. Fuera piel, amiguitos, por mucho que nos guste el patatamen al horno. ¿Motivo? Porque debajo de la piel puede esconderse (aunque no siempre) el puñetero alcaloide neurotóxico llamado solanina (de solanáceas, el género botánico al que pertenece la papa) el cual, como todo el mundo sabe, es verde y deletéreo. Debe eliminarse, pues, con un raspado profundo, no una peladura superficial, ¡fuera todo!

    • Melocotón. ¡Puaj! ¡¡¡Por supuesto que hay que pelarlo, por la grima que da esa pelusilla!!!

    • Pera y manzana. Ambas opciones son válidas, con piel y sin piel pero, lógicamente, cuando se comen con piel se aprovecha muchísimo más la fibra, la poquita vitamina C que tiene (unos 10-20 mg) pero sobre todo la quercetina (tachán!) ese flavonoides que se halla concentrado tanto en la piel como en las zonas anexas.

    La quercetina posee vastos poderes antioxidantes, antialérgicos y antiinflamatorios, y es el compuesto fenólico más representativo de peras, manzanas y cebollas. Se pueden pelar estas frutas en el caso de querer hacer una buena ensaladita “arcoiris”, donde la pulpa de manzana o pera ponen la nota verdiamarilla (o blanca); en este caso, ambas frutas quedan mejor servidas en rodajas cortas -o lascas- distribuidas entre el follaje verdioscuro del lechugamen, rúcula, canónigos, espinaca, etc.

    Eso sí, una vez cortada hay que añadirle presto un chorro generoso de zumo de limón (como parte del aliño, junto con el aceite de oliva y la sal en roca o escama) para que no se oxiden los principios activos -ahora expuestos a la acción del aire- por acción de la enzima polifenol-oxidasa; la vitamina C del zumo impedirá que esta enzima (ahora liberada de sus compartimentos celulares) actúe sobre los flavonoides, oxidándolos, lo que los congregaría y formaría ese color parduzco típico de la oxidación.

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