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Junts puede quedarse sin nada

Matías Vallés

Matías Vallés

EN EL CAPÍTULO anterior, un partido separatista y separado de nombre, Junts, condicionaba absolutamente la política española. Carles Puigdemont, en cuanto líder único en el destierro de la amalgama independentista, se erigía en domador de los leones del Congreso a raíz del 23J. Podía, puede, proclamar a Sánchez o bloquearlo camino de unas nuevas elecciones. Podría incluso facilitar la investidura de Feijóo, y desde luego abortarla. La triple opción PP, PSOE o urnas depende de su voluntad.

En Junts no solo se cruzan todos los caminos, el partido independentista también se halla en la encrucijada. La evidencia de que cualquier desenlace pasa por sus manos, puede inspirar el equívoco de que siempre gana. Los herederos radicalizados de Convergència guían a la política española en la paradoja más esplendorosa de la democracia, pero han de administrar sus abundantes triunfos porque son adjudicatarios pero no ejecutores de su fortuna. Cuando el oráculo tuitero de Waterloo decreta que "crece el nerviosismo y sube la subasta", no se refiere solo a sus enemigos, que son los restantes partidos del arco parlamentario sin excepciones.

A nadie habrán sorprendido las peticiones de Junts, que puede quedarse sin nada en caso de desaprovechar sus bazas, ni amnistía ni referéndum. De ahí el "nerviosismo" de Puigdemont, obligado a mantener vigente la consulta cuando su urgencia es el regreso, porque el martirio tiene un límite. Ha de calibrar hasta dónde puede estirar la cuerda, la ebriedad por su actual papel de brújula no debe llevarle a calificar de definitiva una frágil situación temporal, que se disipa con la mera convocatoria de nuevas elecciones. Por si esto fuera poco, Guerra llamó "tahúr del Misisipi" a Suárez, pero Sánchez es el mejor jugador de póker de la política. El expresident de la Generalitat puede medirse en el espejo de la ambición suicida de Albert Rivera o Pablo Iglesias. En buena lógica, el próximo capítulo debería consistir en una amnistía sin referéndum, pero se habla aquí del arte irracional de la política.