{ tribuna libre }

Alegres por ser salvados

José Fernández Lago

José Fernández Lago

LOS SERES HUMANOS, a lo largo de la vida, suelen buscar razones para estar alegres. Podemos afirmar que nadie es amigo de la tristeza. Cierto que las “alegrías” que uno puede conseguir en algunos momentos no equivalen a la alegría del corazón, sino que en ocasiones nos alejan de ella. En este tercer domingo de Adviento, denominado “Gaudete” (= Alegraos), la Iglesia nos llama a la alegría, al ver que está cerca la celebración del nacimiento de Jesús, nuestro Salvador.

La 1ª lectura de la Misa de esta tarde y de mañana, del libro del profeta Isaías, presenta a un hombre de Dios en quien reside el Espíritu del Señor. Este le envía a anunciar la buena noticia a los que sufren, a sanar los corazones desgarrados y, en una palabra, a proclamar el año de gracia del Señor. Ese Señor, que le llena de gozo, le indica que hará brotar la justicia en todas las naciones.

La lectura de la 2ª Carta de San Pablo a los Tesalonicenses es una llamada a estar siempre alegres. Deberán celebrar la Eucaristía, para encontrarse de lleno con el Señor, y quedarse siempre con lo que es bueno, alejándose de todo tipo de maldad. Pide San Pablo al Dios de la paz que los consagre de lleno, para que todo su ser se mantenga incólume hasta la venida gloriosa de Jesucristo, el Señor.

El pasaje del Evangelio según San Juan hace referencia a Juan el Bautista como el enviado por Dios para dar testimonio de la luz, en orden a alcanzar la fe en Cristo Jesús, nuestro Señor. Cuando, al ver sus buenas obras, le pregunta la gente quién es él, como si fuera uno de los profetas, Juan responde que no es sino la “voz que, en el desierto, llama a prepararle el camino al Señor”, que, aunque existía antes que él, viene tras él, y de quien él no se considera digno ni de ser su discípulo.