POSDATA

Vais mal, chavales

Xaime Barreiro Gil

Xaime Barreiro Gil

Según las encuestas, parece que al común de los españoles les importa una higa lo de la aministía. Quizá sea por eso que quienes la utilizaban como ariete electoral también en las elecciones autonómicas de Galicia, en las que parece que cabe todo, van reorientando su discurso mitinero desde las maldades del PSOE a las relaciones entre BNG y Bildu. No importa cual sea el acusado: el caso es que se le pueda arrojar la acusación de traición y/o amigo de “los terroristas”. Ahora le tocó a los nacionalistas gallegos, recibiendo en carne propia las mezquindades que antes se arrojaban sólo contra los socialistas.

Esa triquiñuela del PP muestra, además de esa adaptación que digo, la aceptación por parte de los de Feijoo –no sé si Rueda pinta en esto– de que el BNG se va mostrando como un verdadero adversario electoral. No hay bien que por mal no venga. No creo que al BNG le moleste que se los vincule, siquiera afectivamente, con Bildu, pero si estoy seguro de que están agradecidos por el reconocimiento de sus méritos electorales.

La otra idea fuerza de PP en esta circunstancia es la de acusar a todos los demás adversarios, todos juntos, no de uno en uno, de folloneros y embarradores del ambiente político. Yo no sé, sin embargo, si a este respecto se puede lavar las manos el partido conservador, a la vista de lo gruesos que son sus adjetivos. De sus labios han salido y salen acusaciones de traición, felonía, indignidad y ya no sé de cuántas cosas más, todas igual de dulces, para reducir al infierno de la indignidad a su principal adversario político en España. El resumen de sus diatribas es el de negar la legitimidad democrática de los demás, incluyendo, de hacer falta, a las propias instituciones, como cuando niegan al Congreso de los Diputados la condición de ser sede de la soberanía popular o tildando al Tribunal Constitucional nada menos que de ser “cáncer” de la democracia.

Pero, en fin, tildando a todos sus adversarios de amigos de terroristas y embarradores, el PP debe ser consciente de que reduce el debate político a una vulgaridad tabernaria, sabiéndose cómo se sabe que, mediando una palomita de vino, no es la razón la que se expone sino la simple capacidad de elevar la voz más que el otro. Como en las más disparatadas discusiones futboleras. Eso sí que embarra, pero ya no el ambiente, que es lo de menos, la taberna lo aguanta todo, sino la cabeza etílicamente infectada.

Entiendo que al PP le inquiete que algunas de las encuestas le avisen de que sus resultados pueden acabar siendo excesivamente ajustados para garantizarle la prolongación de la mayoría absoluta que ha logrado Núñez Feijoo durante más de una década. Pero creo que tanto Rueda como su padrino se están equivocando de estrategia defensiva: cuando se pierden los márgenes electorales la culpa suele ser del perdedor más que de quien le gana. Creo que el PP debería centrar su discurso más en sus méritos que en los deméritos de los demás. Dando la cara como es debido, sin careta.