POLÍTICAS DE BABEL

Trump avanza, Biden duda

José Manuel Estévez-Saá

José Manuel Estévez-Saá

AL PRESIDENTE BIDEN le crecen los enemigos. El demócrata octogenario se empeña en seguir adelante con su campaña y trabaja infatigablemente para ir taponando cada una de las vías de agua de su carrera electoral. No le está resultando fácil, y la presión hacia su persona y su equipo es cada vez mayor. Esta vez ha sido en el estado de Míchigan, donde la amplia comunidad árabe y musulmana decidió rebelarse frente a unas políticas del Gobierno que favorecen abiertamente a Israel en detrimento del pueblo palestino, incluido el veto a las resoluciones de “alto el fuego” de la ONU, y el envío de recursos armamentísticos y militares para ayudar al Ejército hebreo en su incursión en la Franja de Gaza (atrás parece haber quedado ya el veto de entrada al país impuesto por Trump a los ciudadanos de varios países de mayoría musulmana).

De ahí el 13,3% de indecisos registrados dentro del sector demócrata. Hablamos de un voto en blanco o “no declarado” de unos 101.000 apoyos que puede ser decisivo para ganar o perder no sólo el estado de Míchigan (en 2016 Trump venció allí por menos de 11.000 votos; en 2020 lo ganó Biden por 150.000), sino incluso las llaves del Despacho Oval. Al menos así lo ven en Míchigan. Pero la campaña “Escucha a Míchigan” (‘Listen to Michigan’), tiene sus ecos más allá de este Estado “bisagra” o “pendular” (‘swing state’); y en otros contextos como New Jersey, Virginia, Pensilvania o Minnesota, el movimiento musulmán “Abandon Biden” podría repetirse. Aun así, no serían éstos los únicos contratiempos del Presidente, pues también los votantes más jóvenes (escorados hacia las filas demócratas), las mujeres, los sindicatos, y las minorías étnicas le presionan, evidenciando una sociedad cada vez más crispada y dividida.

Por otro lado, las primarias de Míchigan no han hecho más que consolidar el avance de Trump en el sector republicano (obtuvo casi el 70% de los votos). Mantiene el magnate neoyorquino, pues, la fuerza ya demostrada en Iowa, New Hampshire, Nevada, e incluso en Carolina del Sur, donde Nikki Haley salió derrotada por más de 20 puntos, pese a haber sido Gobernadora allí entre 2011 y 2017. Haley pierde apoyos y donaciones tras cada contienda, pero desea persistir. Se aferra a la esperanza de una quimérica alegría en el célebre Súper Martes que tiene lugar mañana en hasta 15 estados, y donde están en juego 854 de los 2.429 delegados totales (para lograr la designación republicana se necesitan al menos 1.215, y Trump ya tiene 122). Su obstinación en la carrera a La Casa Blanca y su negativa a tirar la toalla antes de tiempo sólo pueden entenderse desde la convicción de que la ex embajadora de EE.UU. ante las Naciones Unidas desea posicionarse para las elecciones presidenciales de 2028; y por eso ha aprovechado estos meses, para coger la experiencia necesaria con suficiente antelación.