Opinión

Sobre ‘nuestras’ carmelitas

Pilar Alén

Pilar Alén

Fue en una seca y gélida mañana cuando, en pleno mes de diciembre por invitación de la madre superiora, acudí al convento de carmelitas de Compostela. Me hizo partícipe del redescubrimiento de las letras de unos villancicos de músicos relacionados con la catedral de Santiago. Comprobé más tarde que algunas eran desconocidas: no figuran en ningún otro archivo ni catálogo de los fondos catedralicios de España.

Fue en una oscura y templada tarde del mes de febrero cuando, a petición de la madre superiora regresé al Carmelo de Santiago. Me pasó a la clausura para ver con calma su archivo musical -el musiquero- que tantas alegrías les ha dado. Estaba repleto de métodos y tratados y un buen lote de partituras de distinto calado. Quería saber cómo hacer para catalogarlas o hacer un inventario.

Será en una triste y sabática jornada, llena de lágrimas contenidas, cuando asistamos a los últimos momentos de la presencia de las MM. Carmelitas en Santiago. El reemplazo ya está fijado. Nada impide ese doloroso traslado. Se van, cada una por su lado. De sus alentadoras palabras no volveremos más a saber por ese traspaso. De sus animosas muestras de apoyo no tendremos más remedio que olvidarnos. Huérfanos van a dejarnos.

Por los muchos años que han estado a nuestro lado, por tan larga y trascendental trayectoria marcada a fuego en la ciudad de Santiago forman parte de nuestro sustrato. Huérfanos van a dejarnos. No se han ido y ya las echamos en falta. Ni se las ha visto ni apenas se las ha escuchado. Inmersas en un absoluto silencio, solamente interrumpido por sus rezos y sus cantos, sobradamente sabemos de su callado trabajo.

Tras los pétreos muros de su convento han estado. Largos corredores de madera pulcramente encerados, puertas con grandes cerrojos, muebles centenarios, pinturas y esculturas patinadas por el paso de los años, otros muchos objetos que son obras de arte … Y todo cerrado bajo siete candados o tras puertas con llaves de enorme tamaño. Así es por dentro el Monasterio de Nuestra Señora del Monte Carmelo compostelano.

Regresaré allí de nuevo par asistir a un ‘derradeiro’ encuentro: la misa solemne del 9 de marzo a las que invitan ellas -las pocas Carmelitas Descalzas de Santiago que ahí aún quedan- y quienes harán de su convento su morada, los Hermanos Contemplativos del Carmelo. Será a las cuatro de la tarde. Por lo mucho que han hecho en Compostela se espera que esté lleno.

¡A monxa do Penedo! ¡Cuánto ha bregado para poner ese convento en marcha y con cuánto mimo y esmero lo fue forjando! Su “Autobiografía” árida se presenta, más conforme se avanza, va tomando cuerpo. Es la historia detallada de su vida y de la fundación de este convento. Sus restos, allí guardados, son especialmente por las monjas y los fieles venerados. Flores lo adornan en clausura y en la iglesia, al otro lado.

Huelga decir que este relevo en los anales de la historia compostelana será anotado y recordado. Será un día agridulce con el que no contábamos habernos topado. Cantarán desde el coro y no sé si seremos capaces de acompañarlas. ¡Ojalá esa fecha de este 2024 nunca hubiese llegado! No les besaremos la mano, pero alabaremos y agradeceremos, más aún si cabe, su vida de entrega y el haberse a Dios consagrado.