Opinión | BUENOS DÍAS Y BUENA SUERTE

La última gran novela de José Ovejero

JOSÉ OVEJERO estuvo en A Coruña para lo de Javier Pintor y Xavier Seoane, que organizan grandes eventos literarios, pero yo no pude verlo. Lo lamenté, porque con Ovejero, como con Edurne Portela, siempre mantiene uno estupendas conversaciones, momentos que se recuerdan mucho tiempo. 

Con José había celebrado ‘Mientras estamos muertos’, esa colección de narraciones extraordinarias que funciona como una novela, o así, y en la que de pronto afloran, como en un lago, o en un pantano, todos los animales de fondo del ser humano, todo el miedo, todo el terror, el seguro temor de estar mañana muertos, y, sí, también la textura de los silencios y el brillo del amor.  

Pero ahora llega Ovejero con la gran novela: ‘Vibración’, que publica Galaxia Gutenberg. Esta es una novela en la que retumban, o mejor vibran, los grandes asuntos de la vida y la muerte, también, quizás, nuestra propia historia, lo que, a mi entender, le da un aire de novela total que Ovejero, sin embargo, desmiente: “no era ese mi afán, no era el propósito, no vamos a decir que aquí se persigue algo parecido a eso que se decía que perseguían los autores estadounidenses, lo de la Gran Novela Americana… No. Pero sí admito que lo que he estado trabajando en ‘Insurrección’, ‘Mientras estamos muertos’ y ‘Humo’, por ejemplo, aquí encuentra su sitio y su perfecto acomodo. Todo eso que he ido aprendiendo en mis novelas anteriores, está aquí”, me explica Ovejero, con el que mantengo una larga charla telefónica.

‘Vibración’ es una novela en la que el autor va atravesando las capas de la memoria con espíritu arqueológico. Es una historia de estratos, en un lugar concreto, porque los lugares son importantes en las novelas de Ovejero: un pueblo de Extremadura, un pueblo de la España interior, como suele decirse, un lugar que se nos presenta envuelto en una atmósfera distópica, fantasmal, al que nunca o casi nunca llega el tren (ese guiño bastante contemporáneo). 

Un lugar que, sin apenas dudas, puede identificarse: un pantano, sí, y una central nuclear desmantelada, una central nuclear que no llegó a serlo. Hay un peso extraordinario en este lugar, es un enclave denso, que devora la realidad, que la engulle, no sólo por todo ese pasado (también, bajo el pantano, bajo el cieno, se esconde el latido de una necrópolis que sueña con el futuro lejanísimo), sino por todas las historias, algunas terribles, por el gran retablo de personajes de la primera parte del libro, cuyas vibraciones, cuyas voces, van llegando hasta nosotros, recordándonos que están ahí, que no han desaparecido del todo, que no podemos desprendernos de ellas.

Sentimos un latido que aún puede escucharse, nos llegan ecos, como nos llegan los ecos del Big Bang: a esas ondas que están en el origen de la historia del universo, “en el principio fue la vibración”, escribe”, dedica Ovejero un hermoso capitulo, entre la poesía y la física. “Esta es una novela de destellos, de fogonazos, de epifanías: al presente llegan iluminaciones, llega esa vibración, como la que siente el narrador, casi en la primera escena, al tocar los muros de la central nuclear desmantelada. Ya Edgar Allan Poe, en ‘Eureka’, hacía esa aproximación cosmológica, [algo que al parecer le apasionaba]”. Esos sonidos van construyendo el raro tejido de la memoria. 

La extrañeza que nace de una gran voluntad de estilo se torna belleza adictiva en esta extraordinaria novela, porque el lector ha de buscar su brújula, atar cabos, atender a las repeticiones, como ese guijarro que está en la boca de un presidiario y que luego la niña (protagonista, también) lanzará a las aguas del pantano. En ‘Vibraciones’ la fantasmagoría de los pueblos bajo el agua, como en Julio Llamazares, se une al pantano inquietante, al eco terrible o corrupto, como en Rafael Chirbes. El pantano es una gran metáfora, después de todo. Como las casas orgánicas, a la manera de Poe, que vemos en la parte final, ese mundo infiltrado de sombras y fantasmas, ese aire gótico neorromántico, esas vibraciones que son la banda sonora del desasosiego.