Opinión

Un español universal

Federico Mayor Zaragoza, testigo y protagonista de excepción del siglo XX, toda una vida de entrega apasionada a grandes ideales, comprometido con la cultura de la paz, con la defensa de los derechos humanos, con la sostenibilidad del planeta y la igual dignidad de todos los seres humanos”.

Federico Mayor Zaragoza, fue el mejor amigo español de Mijaíl Gorbachov cuando se desintegró la URSS y surgió un nuevo equilibrio mundial, vivió en primera persona la caída del muro de Berlín, estuvo al lado de Nelson Mandela cuando cayeron las cadenas do apartheid racial, fue uno de los principales defensores de la reforma de la ONU cuya voz tiene la autoridad moral y el compromiso ético de quien basa su conocimiento en la experiencia de toda una vida dedicada a mejorar la sociedad en la que vivimos, apuesta por el multilateralismo democrático y la palabra como única vía para la comprensión, y propone llevar la voz de los pueblos al seno de la ONU.

De su etapa académica, dejó como legado el Plan Nacional de Prevención de la Subnormalidad, para evitar, mediante diagnóstico precoz, enfermedades que cursan con grave deterioro mental. Al frente de la UNESCO (1978-1999), impulsó la misión de la organización: “construir los baluartes de la paz en la mente de los hombres” hasta convertirla en una institución al servicio de la paz, la tolerancia, los derechos humanos y la convivencia pacífica (logró que la Asamblea General de la ONU aprobara la Declaración y Plan de Acción sobre Cultura de Paz, que era su máxima aspiración).

A Federico Mayor Zaragoza le conocí en el año 1982, siendo ministro de Educación y Ciencia, tuve el honor de recibir un premio de investigación científica de sus manos; a partir de ahí se fraguó una estrecha relación de amistad y colaboración fructífera, que se intensificó con el paso del tiempo hasta la fecha. Hablamos con cierta frecuencia por teléfono y en el último encuentro que mantuvimos en su finca de Majadahonda le vi muy preocupado por la situación actual de un mundo en crisis y sin liderazgo, inmerso en conflictos bélicos en diversos lugares del planeta.

El pasado 27 de enero cumplió 90 años, su mente privilegiada y su espíritu vital le mantienen en la brecha, y aprovecha cualquier oportunidad para alzar su voz y decir basta ya a los horrores de la guerra y a las dictaduras emergentes. En su despacho biblioteca lleno de recuerdos, revives la historia apasionante de un español universal que desempeñó innumerables cargos de altísimo nivel, tanto como científico como político, y que se ha ganado a pulso un reconocido prestigio a nivel mundial.

Fue un adelantado a su tiempo, derribando muros y tendiendo puentes a favor de la paz y por un mundo mejor; aplica el rigor científico en su trabajo al margen de cuestiones ideológicas, solo obedece a su conciencia, nunca escondió su condición de creyente ni sus orígenes republicanos, apoyó con firmeza y determinación la transición democrática española de la mano de Adolfo Suárez y del rey Juan Carlos. Toda una vida de entrega apasionada a grandes ideales, comprometido con la cultura de la paz, con la defensa de los derechos humanos, con la sostenibilidad del planeta y la igual dignidad de todos los seres humanos, su obra quedará señalada como un surco fecundo que seguirá dando sus frutos más allá de cuando él se vaya.