QUE EL ESCENARIO postelectoral en Cataluña resulte más divisivo que integrador, no es que deba preocuparnos de manera sorpresiva. Más preocupante es, si cabe, que la propia sociedad catalana esté, desde hace ya demasiados años, en una situación equivalente. Cataluña está dividida y bloqueada, lo que la va llevando a un retraso ininterrumpido de posición en el ranking de cualquier objetivo o resultado de la vida social y económica del conjunto de España. Y peor aún: parece que no entera.

La cosa no está en pasar por la sede central de las empresas que, en su día, ahuyentadas por esa situación desequilibrada, deslocalizaron sus sedes sociales a otras demarcaciones territoriales, sino en recuperar el acogimiento productivo que Cataluña les ofrecía antes de que se fuesen. Las empresas volverán porque les interese, no por sentimientos y afectos. El mundo económico, y los catalanes lo saben mejor que muchos otros, no funciona así.

Si ahora, en Cataluña, tienen como principal y hasta único objeto de discusión si es viable o no la formación de un gobierno estable, haciendo confluir los intereses de las diversas formaciones políticas, se equivocan. Eso no debería ni discutirse: las decisiones pendientes en Cataluña ya son demasiadas y demasiado importantes. Por citar tan solo dos de los terrenos en que se perfilan: el hidráulico y el energético. Sobre el hidráulico, necesito decir poco: las consecuencias de la sequía en un país con un mal sistema de aprovechamiento del agua, ya se puso de manifiesto muchas veces. 

Sobre el energético, del que se habla menos, hay que advertir que Cataluña, donde se consume una cantidad muy grande de electricidad, puede encontrarse muy pronto con problemas de suministro: una parte más que importante de esa energía que consume proviene de tres centrales nucleares que, por decisiones que ya no son de ahora, deberán echar el cierre en 2030. No se sabe si en Cataluña se está estudiando con anticipación este tema; desde luego, no estuvo en el guion de ninguno de los debates preelectorales.

Se habló de otros, vivienda, sanidad, infraestructuras y educación, igualmente principales, pero ya es sabido que la TV no es la plataforma adecuada para tratar estos asuntos con voluntad resolutiva, porque ahí los problemas no se resuelven, solo se arrojan.

Con todo eso pendiente, a Cataluña le seguirán yendo más las cosas. De ahí la conveniencia y urgencia de disponer y cuanto antes de un gobierno estable y capaz.