Opinión | Buenos días y buena suerte

Francisco García Tortosa, de la estirpe joyceana

LA NOTICIA del fallecimiento del catedrático de la Universidad de Sevilla Francisco García Tortosa nos llegó a las once de la mañana del pasado domingo. Quien nos lo comunicó fue la persona que en su día me lo había presentado, hace ya más de veinte años, el también catedrático de literatura inglesa Antonio de Toro, director durante todo ese tiempo del Instituto Universitario de Investigación de Estudios Irlandeses ‘Amergin’, de la UDC.

Aunque murciano, García Tortosa desarrolló casi toda su carrera en Sevilla, donde, hace unos 35 años, fundó el conocido grupo de investigación en torno a la figura de James Joyce, del que era un afamado especialista. De aquel grupo nació el espíritu de la traducción de una parte de ‘Finnegans Wake’, ‘Anna Livia Plurabelle’, y, sobre todo, la que muchos consideran mejor traducción al español de ‘Ulises’, publicada también por Cátedra en 1999, firmada por García Tortosa junto a María Luisa Venegas.

Estas breves líneas, por supuesto, no hacen justicia a la gran pasión joyceana de Paco García Tortosa, que algunos tuvimos la suerte de conocer de cerca. Fue también en los años 90 cuando Tortosa fundó la Asociación Española James Joyce, que popularizó unos encuentros anuales de investigadores, que se celebraban, y se celebran (los últimos, la trigésimo tercera edición, en Málaga, ahora bajo la dirección de Juan Ignacio Oliva), a lo largo y ancho de todo el país. 

La Asociación consiguió el milagro de poner a un escritor tan complejo como James Joyce en el ojo de la critica y de los estudios universitarios. Quizás desde Antonio Marichalar, y desde que en 1926 Otero Pedrayo publicara la histórica traducción al gallego de algunas páginas de la inmortal novela en la revista ‘Nós’, nunca se habían alineado los astros con tanta claridad para celebrar la obra del gran irlandés. Pero García Tortosa logró arrastrar a un grupo, al que tuve y tengo el gusto de pertenecer, en pos de las maravillas narrativas de Joyce, y lo hizo en muchos lugares, aunque, de manera especial, en Galicia, donde acudía todos los veranos. De hecho, había sido el primer catedrático de inglés en la Universidad de Santiago, entre 1973 y 1976. 

Como sus estancias cerca de Compostela eran habituales en época estival (acudía a buscar su ‘locus amoenus’ al Monasterio de Armenteira, donde siempre llegaba con un ejemplar de ‘Finnegans Wake’ en la maleta), tuve la ocasión de entrevistarlo en varias ocasiones para este periódico. Esas entrevistas aún pueden encontrarse en el universo digital. En una de ellas, la más larga, una mañana temprano de 2013 en la Costa da Morte, mientras desayunábamos en el Gran Hotel de Laxe, García Tortosa me dijo que no soportaba las traducciones de Shakespeare, y que estaba pensando en hacer su propia versión de ‘La Tempestad’. 

En 2014 llegó para la XXV edición de los Encuentros James Joyce en Santiago. Me contó cómo empezó aquella aventura: “Al principio hubo un entusiasmo general. Pero pronto nos habíamos quedado dos. Éramos María Luisa Venegas y yo, que llegamos al final. Tanto ella como yo tradujimos todo Ulises: todo el libro, cada uno. Quiero dejar esto muy claro, que los dos hicimos la traducción completa de la obra, nada de traducirla al cincuenta por ciento. Esto no lo he dicho hasta ahora. Y, a veces, con discusiones muy acaloradas (es que yo me puedo acalorar con cierta facilidad…)”.

En este día triste, tras su muerte, recordamos su pasión por las palabras y sus enigmas. De Shakespeare, aquella mañana de verano, me dijo: “Me he pasado la vida encontrando cientos de cosas nuevas en Joyce. Pero ahora resulta que en Shakespeare encuentro no cientos, sino miles. En ‘La Tempestad’ se hallan los ecos de toda la obra de Shakespeare. Tengo unos versos aquí que traduje este mismo verano en Armenteira, en su jardín. Escucha: ‘he ensombrecido el sol de la tarde, he embridado los vientos indomables y entre el mar verde y la bóveda azul he provocado la guerra clamorosa…”. Toda esa gran pasión joyceana seguirá por mucho tiempo entre nosotros: pues sólo así es como se derrota a la muerte.