Opinión | Buenos días y buena suerte

Puenting (Óscar & Milei)

MÁS QUE UN DEPORTE de riesgo, la política tiene ahora un alto componente de show, ha sido abducida por el espectáculo. Como casi todo lo contemporáneo, por otra parte. La gente mira mucho las pantallas, grandes y pequeñas, y por eso hay que estar en ellas, a poder ser todo el rato. Si hubiera que escribir a mano, con buena caligrafía, ya sería otro cantar.

La política es ahora un poco ‘puenting’, con un respeto para los que lo practican, algo que combina el vértigo, con el espectáculo, con el arrojo (de arrojarse, quiero decir), pero también con el riesgo controlado. No digo sólo ‘puenting’ pensando en Óscar Puente, que también, el ministro más arrojadizo y provocata del gobierno (un comentarista argentino dijo el otro día que era un “ministro barra brava”), sino por el propio Milei, que practica el discurso en caída libre con motosierra, lo cual es, o sea, el no va más.

Sánchez se ha encontrado con el quilombo, que dicen que viene de aquella frase de Óscar, en fin, lo de las sustancias, o eso dice todo el rato Feijóo, allá en su tribuna, y Milei, que entra muy bien al trapo, de hecho creo que entrar al trapo es precisamente lo que más le gusta, se ha apuntado con rapidez al bombardeo (verbal), tan guapamente, porque los quilombos de este jaez pueden dar mucha vidilla parlamentaria y de la otra, según dicen los especialistas de la cosa. Un motivo, siquiera sea un motivo tuitero, para la bronca, para el atice, para el sindiós, a veces se agradece mucho, y hacerse lenguas es mucho mejor que hacerse espadas, y no te digo ya motosierras.  

La cosa va entreteniendo el momentazo, con movida diplomática, que suele ser pellizco de monja, y no lo digo por las cismáticas, que ellas ya son tendencia y las tertulias vienen trufadas con sus historias. Hemos caído en esta cosa de la verborragia: Puente, al menos, se maneja mucho con tuits, frases controladas por el número de caracteres (aunque ahora, con Musk, uno nunca sabe), puros aguijones de entretiempo, pero Milei necesita párrafos largos, retóricas en espiral, Milei va enladrillando la legislatura con oratoria giratoria, y aquí se ha topado con Sánchez, al que se permite llamar Pedrito. 

Milei goza con la performance, se la crea o no, y ha venido a España para decir cositas, aunque las dice también al otro lado del charco: donde toque. Milei no puede fallarle a la afición, de momento no baja el tono ni baja la motosierra, el truco está en no dejar de hablar, lo mismo que el truco para no caerte de la bicicleta está en no pararte, salvo que venga un abismo, claro, y Sánchez, que le responde con apesadumbrado tono parlamentar, le parece el rival perfecto, el de la madre patria, una pieza mayor: qué mejor para seguir construyendo su leyenda, carajo. Como discusión es algo parvularia: o sea, muy de nuestro tiempo. Milei lo ve como un partido de tenis, y no sé políticos, pero tenistas argentinos siempre los hubo muy buenos, por eso dijo, como envuelto en un gozo ígneo, el otro día, que lo tenía ya en ‘match point’.  

Es posible que el monte acabe pariendo un ratón, y mejor así. Esto es una fábula remasterizada, los perros, los tigres, los leones, todos quieren ser los campeones. No es tan fábula, sin embargo, el gran peligro que nos acecha, los astros que se alinean para el desastre: Trump, tío, contigo empezó todo. 

Vienen unas elecciones europeas, no sé si saben, y no es un asunto baladí. De acuerdo que hay un exceso de ‘puenting’ en la política, incluso de ‘balconing’, aunque con red, pero siempre hemos sabido que el espectáculo debe continuar. Con tanto ruido, a distinguir me paro las voces de los ecos. 

He conocido maravillosos escritores argentinos, no sólo los obvios, también Sacheri, Mariana Enríquez, Pedro Mairal, también Schweblin, también Claudia Piñeiro, y, desde luego, mi amigo Lombardo, y he visto algunas veces, tan asombrado siempre, a Les Luthiers. Que nos gobiernen ya Les Luthiers, carajo. Que nos gobiernen a todos, ya puestos, españoles y argentinos, ‘tout ensemble’. Eso es lo que demando, humildemente, señorías.