Opinión | Al Sur

La magia de vivir

Escribió Cioran, filósofo rumano de nación y parisino de adopción, que nos volvemos más líricos cuando palpitan en nuestro interior experiencias esenciales que nos muestran el fondo original de la vida. No le falta razón, aunque lo diga uno de los padres del cinismo filosófico del siglo XX.

El día a día nos atrapa de tal manera que todo nos parece un asunto de vida o muerte. Y, en realidad, todas las cosas que nos entretienen cotidianamente son urgentes, pero rara vez importantes. Pues las cosas importantes, las que de verdad lo son, nos contemplan debruzadas sobre el alfeizar de nuestra existencia sin osar alterar nuestro atolondrado devenir. Tan solo están, cual menesterosas ofrendas cubiertas de harapos, esperando a que una mano amiga las rescate.

Una de las enseñanzas más fecundas que los años nos regalan es la de saber apreciar esas pequeñas cosas que están en nuestro próximo derredor. Ortega escribió en sus Meditaciones del Quijote, de esto hace más de un siglo, que hay dentro de cada cosa la indicación de una posible plenitud y que un alma noble sentirá la ambición de auxiliarla para que logre dicha plenitud.

La fuerza que impulsa esa forma de generosidad que nos lleva a contemplar, primero, y a apreciar, después, los dones silenciosos que las cosas nos ofrecen es el amor. La atracción irrefrenable por el abismo que nos conduce al otro. Alguien podrá pensar que también el odio discurre por la pendiente insondable de un abismo semejante. Se equivoca, créanme. Quien odia es incapaz de sentir la más mínima generosidad porque el odio es un sentimiento terriblemente egoísta.

Yo me encontré hace unos años postrado en el Servicio de Urgencias de un hospital y aproveché, medio sonado a causa de la medicación, para componer un par de canciones dedicadas a mis estudiantes sénior de filosofía. Por eso, no puedo menos que confirmar las sospechas de Cioran y concordar en que, cuando acertamos a descubrir lo esencial, contemplamos las pequeñas e invisibles cosas que componen, nadie lo dude, la magia del vivir.