Opinión | Buenos días y buena suerte

Europa bajo una enorme resaca

SI USTED siente hoy una profunda resaca tras los resultados de las elecciones europeas es que las cosas no van tan mal. Al menos, advierte usted esa incomodidad. Quiero decir. Hace no tanto tiempo los comicios de Bruselas, llamémonosles así, pasaban bastante desapercibidos en nuestras vidas. La gente decía: “¡ah, sí, lo de Europa”. Sonaba distante, como si no fuera con nosotros, y eso después de haber luchado tanto, tantísimo, por ser admitidos en el selecto club. Pero ya saben lo que pasa: una vez llegas donde querías llegar, das por hecho que todo se mantendrá de alguna manera, por inercia, tal vez, y que lo que importa es la política local y nacional, que también es muy, muy local. Y así, Europa puede resultar hasta exótica. 

Hoy, afirmar que Europa nos pilla lejos es algo surrealista y absurdo. Y, por supuesto, falso. Podemos seguir insistiendo en la relevancia de nuestras batallitas congresuales, los zascas en las redes sociales, y esas fruslerías contemporáneas, tan pueriles como vacías. Podemos insistir en nuestro gusto por la pelea en el barro dialéctico, pero al final es Europa la que decide muchas cosas, donde cuaja gran parte de lo que nos pasa en la vida doméstica. Por eso conviene no dejar la política europea en manos de cualquiera. A partir de ahora, todo eso cuenta de verdad. Siempre contó, pero ahora nos empezamos a percatar de que detrás de las orejas del lobo está el lobo entero, y de que las cosas no se consiguen por inercia y en este plan. 

Si hoy tiene resaca electoral es que Europa le importa. Enhorabuena. Podemos comenzar con una buena dosis de alarma (que se veía venir): Francia, Italia, Alemania y el ascenso de las derechas extremas o muy extremas. Podemos preguntarnos en qué momento se jodió el Perú. O sea, en qué momento se nos fue la mano y dejamos que las ideas antieuropeas se infiltraran en el corazón de Europa, pero creo que más valdrá preguntarse qué se ha hecho mal para que todo esto suceda. La realidad contribuye, con su gran incertidumbre, y la guerra, que nos muerde los talones (se habla de reeditar la mili en algunos países: ya comprenderán el gusto que le da a la juventud, que prefiere, claro, un Erasmus, una beca de investigación, un billete de interrail. Ahora sabemos lo que se puede perder en dos telediarios).

Los detractores de una Europa abierta, moderna, científica, tienen bazas a su favor: basta con extender la mancha del malestar, a lo que ayuda el cacareo de las redes y la reinvención a la carta de la realidad, pero la juventud debería saber que cualquier tiempo pasado no fue mejor. Ni mucho menos. Vuelvan a Homero y sepan que las sirenas cantando son siempre un peligro. Suelen llevar contra los arrecifes, aunque nos lleven envueltos en una dulce melodía.

Y ni siquiera eso. Se escuchan palabras gruesas, expresiones carentes de alma, lenguaje de hierro. Hay una rara fascinación por reventar las costuras de una Europa que, de acuerdo, podrá ser gris, pero nos ha traído hasta aquí. ¿La venganza contra las elites? ¿La falta de oportunidades? No hay una Europa B, como suele decirse. No como la que soñamos. Podrá llamarse Europa, pero, si pierde los grandes valores del progreso, ya no lo será más. 

Con los números en la mano, a pesar de lo que ha sucedido en Francia o en Alemania, el andamiaje se mantiene en pie. Ha descendido la ultraderecha en Finlandia, por ejemplo, aunque ha ascendido en Austria, y el sur resiste, sobre todo Portugal y España. Curiosamente. ¿En qué momento el canciller alemán empezó a perder pie? ¿Qué ocurrirá en Francia, con Macron reconociendo su debilidad? España y Portugal han salvado algunos muebles. Y en lugar de subrayar la derrota de Sánchez, que además no ha sido para tanto, Feijóo debería poner manos a la obra para detener la sangría por la derecha, que aún es menor, pero que asoma con fuerza en Europa. Una gran responsabilidad recae ahora en las manos del Partido Popular Europeo. Hay que reconstruir la confianza. Comprendo la ansiedad que provoca la carrera por el poder, pero ahora es Europa. Pónganse con esto antes de que sea tarde.