"Fóra nazis de Santiago": todo lo que una pintada te enseña sobre la guerra de Ucrania

El pecado original de la revolución ucraniana es el papel de los grupos de extrema derecha. Ello no convierte en verídica la justificación de Putin para lanzar la invasión: la "desnazificacion" de Ucrania.

Pintadas contra Ucrania en la puerta de una vivienda de la Rúa de San Pedro

Pintadas contra Ucrania en la puerta de una vivienda de la Rúa de San Pedro / Javier Rosende

Ángel Martínez

Estancada en los frentes de combate y en la mesa de negociaciones, el fin de la guerra de Ucrania no parece cercano. Mientras Moscú sigue acumulando fuerzas en Bakhmut -la "picadora de carne" del Donbás y principal escenario de combates desde el verano- y los mercenarios rusos del Grupo Wagner se disponen a dar el golpe definitivo en esta ciudad clave para los planes de Vladimir Putin, unas pintadas en apoyo de Rusia han traído el conflicto hasta Santiago de Compostela.

Aparecieron el pasado martes en el número 64 de la Rúa de San Pedro, en una vivienda que lleva años vacía pero luce en sus ventanas tres banderas ucranianas. Las pintadas fueron obra del Comité Antifascista de Compostela y rezan "Viva Russia" y "Fora nazis" junto a la letra Z, que se ha convertido en símbolo de la identidad nacional rusa y de quienes apoyan la invasión de Ucrania.

Cualquiera que desconozca las entrañas de esta guerra podría pensar que las pintadas significan que hay "nazis" ucranianos viviendo en Santiago. En realidad solo reproducen los argumentos de Putin para justificar la invasión -esto es, la necesidad de "desnazificar" Ucrania bajo el objetivo maximalista de “proteger” al pueblo ucraniano de su Gobierno de "fascistas"- y una estrategia militar marcada por los bombardeos masivos contra la población civil. El Kremlin ha instrumentalizado la existencia de milicias y grupos de extrema derecha ucranianos en el Euromaidan (la revolución ucraniana de 2014). La realidad es que los partidos de extrema derecha obtuvieron un 2% del voto en las elecciones de 2019. 

El pecado original de la revolución ucraniana es el papel que jugaron los grupos de extrema derecha, convertidos en punta de lanza de la revuelta tras la sangrienta represión del Gobierno de Víktor Yanukóvich, quien en 2014 incluyó en su programa electoral la promesa de acelerar el proceso de adhesión a la Unión Europea si ganaba las elecciones. Una vez obtenida la victoria incumplió su palabra, lo que encendió la llama del Euromaidan -que los autores de las pintadas en la Rúa de San Pedro definirían como un "golpe de Estado fascista" auspiciado por Occidente-.

Cierto es que poco después de que estallarán las protestas del Euromaidán nació la organización paramilitar neonazi Pravy Sektor, que cuenta con más de 10.000 miembros y que aglutinó a diversos colectivos ultra como White Hammer, la Asamblea Social-Nacional o Tryzub. Tras el derrocamiento de Yanukóvich, miembros de estos grupos extremistas -como el exministro Ihor Tenyukh, de la formación neonazi Svoboda- fueron encumbrados a puestos de relevancia en el Gobierno. Además de Svoboda, el Pravy Sektor o el batallón Azov existen otras fuerzas como la organización neonazi C14, que imita el nombre de un grupo supremacista acusado de terrorismo en EEUU.

Todo esto no significa que el Gobierno ucraniano sea nacionalsocialista, tal y como afirman rotundamente el Kremlin y sus defensores, pero el vacío informativo y la oscuridad sobre estos grupos de extrema derecha ha concedido a Putin una coartada para lanzar su invasión. Resulta llamativo que entre las exigencias rusas para detener la guerra no haya una sola mención a frenar a esta extrema derecha, solo que Ucrania se comprometa a no entrar en la OTAN y que Kiev reconozca Crimea como un territorio ruso.

Por ello, el consenso es casi total: el argumento de la "desnazificación" que usa Moscú para justificar la guerra no es más que una excusa. La Rusia de Putin no solo apoya a elementos de extrema derecha en el Grupo de mercenarios Wagner o en las repúblicas separatistas, también persigue toda disidencia política, y eso incluye a colectivos antifascistas o LGTBI. Ucrania no es un Estado nazi, es un Estado liberal-democrático genuino, aunque con imperfecciones.

Pintadas prorrusas en la Rúa de San Pedro

Javier Rosende Novo

La invasión, diseñada como una operación relámpago para tomar Kiev y derrocar a Zelenski, cumplió el 24 de febrero un año de combates sin un final -militar o negociado- a la vista. El fracaso inicial obligó a Rusia a un cambió de táctica radical: a partir de octubre lanzó bombardeos masivos contra la población civil y la infraestructura energética de Ucrania para privar de luz, calefacción y agua a millones de personas. En el argot militar se conoce como “doctrina Grozni” y consiste en doblegar al enemigo mediante la devastación y el terror. Aplastar antes que vencer. Para algunos, la existencia de estos grupos extremistas justifica dicho castigo a los civiles.