“Si digo que hago restauración hay quienes creen que hablo de cocina en vez de arte”

Días después de la reciente pintada en la fachada de la Catedral, la santiaguesa Laura Sanín Ramallo ayuda a explicar la labor de quienes cuidan nuestro patrimonio cultural

Laura Sanín Ramallo, restauradora compostelana, con la puerta de un sagrario que recupera. / |  JESÚS PRIETO

Laura Sanín Ramallo, restauradora compostelana, con la puerta de un sagrario que recupera. / | JESÚS PRIETO / Xabier sanmartín

Días después de la reciente pintada en la fachada de la Catedral, conviene reivindicar la labor de quienes trabajan restaurando el patrimonio de una ciudad, Santiago, que no es cualquiera. ¿Qué pasa si un camión se lleva por delante un cruceiro del siglo XVIII considerado Bien de Interés Cultural (BIC)? “Ante un caso así, Patrimonio tiene que aprobar tu proyecto de restauración, y si genera debate o hay alguna duda es la persona responsable de Patrimonio quien impone su criterio”, explica la restauradora Laura Sanín Ramallo.

Amén de “pulso y mucha paciencia”, el trabajo de esta santiaguesa exige el saber de quien se forma en centros como la Escola Superior de Conservación e Restauración de Bens Culturais de Galicia, centro de Pontevedra con nombre casi tan largo como su plan de estudios: cuatro añadas.

“Son dos años de asignaturas comunes, como Historia del Arte, Química, Fotografía, Principios Básicos de Restauración... y otros dos años dedicados a una especialidad: Pintura, Escultura...”, detalla a este diario Laura mientras limpia una puerta de un sagrario procedente de Canabal, aldea de Monforte de Lemos.

“Su propietario cree que se trata de una pieza del siglo XIII o XIV pero creo que es algo posterior. La parte de atrás de la puerta tiene policromía”, revela esta enamorada del Renacimiento y el Barroco.

La restauradora delante de una pieza hallada en Canabal, Monforte. / jesús prieto

La restauradora delante de una pieza hallada en Canabal, Monforte. / jesús prieto / Xabier sanmartín

Nieta de anticuario e hija de padres con una tienda de restauración, los juguetes de la Laura niña tenían hermosa competencia cercana.

“Crecí rodeada de arte. Lo bueno de la restauración es que aparte de ver arte lo puedes tocar y pones de tu parte para recuperarlo o conservarlo mejor, según cada caso”.

Aludimos durante la charla en su estudio al polémico Ecce Homo restaurado de modo amateur en 2012 por una vecina del Monasterio de la Misericordia de Borja (Zaragoza), una chapuza de eco mundial.

“Al principio eso ayudó a dar a conocer el mundo de la restauración pero luego se quedó en lo anecdótico. Yo si digo que hago restauración muchos creen que hablo de cocina en vez de arte y patrimonio”.

Laura trabaja rodeada de libros y apuntes con porcentajes de mezclas.

La restauración tiene alma de alquimia. Y bajo una luz potente, convive con hileras de botes, guantes, gafas, tropas de pinceles, balanzas de precisión, pinzas, hornillos para los líquidos que exigen aplicación en caliente o para un gel que precisa baño maría, y todo junto a un teléfono móvil que no usa para selfies.

Documentamos cada paso con anotaciones y fotos. Primero tomas imágenes y analizas la pieza, haces un estudio previo y luego un diagnóstico. Un restaurador no va a crear pero va a conservar la pieza de la mejor manera posible de la forma más próxima al original”, aclara.

“Igual que la asignatura de Química no me gustaba e Historia del Arte sí, y mucho, saber de Química es muy necesario en este trabajo. Hay cuatro años de Química en la carrera y es por algo. A veces la pieza debe estar en cuarentena tiempo determinado, dos meses, por ejemplo, para comprobar si al aplicar una mezcla ante un ataque de xilófagos, los bichos que se comen la madera, esa mezcla resulta eficaz”.

Su oficio, basado en las manos sin prisa no es ajeno al siglo XXI. La vanguardia tecnológica del sector se llama láser. El centro donde ella se formó, la Escola Superior de Conservación e Restauración de Bens Culturais de Galicia, estrenó un láser el pasado diciembre.

“El láser es caro, así que muchas veces se alquila, pero es un recurso que solo se suelen permitir las grandes empresas. Usar un láser requiere formación específica”, aclara tras una mascarilla: “Trabajamos con sustancias tóxicas”, explica.

Esta restauradora “vocacional”, destaca el “buen trabajo” que se ha hecho en los últimos años en la Catedral de Santiago, “porque le da un valor añadido y el patrimonio de Santiago atrae a muchos turistas, así que es una inversión doblemente buena”.

Laura concluyó la carrera en 2020, de su promoción, acabaron solo seis. “En España hay solo media docena de escuelas, y la de Galicia, está entre las mejores”, apostilla quien suma faena a ritmo guadianesco y aspira a quedarse en Compostela. “Me gustaría”, dice, completando la frase con una mirada de silencio valorativo. Sabe que la paciencia no viene en frasco ni dura para siempre, lo mismo que el patrimonio cultural si no se cuida, se pierde.