Mondra, el rapaz de Teo que reventó así la Capitol con folk festivo y “ardente”

Mondra delante del público que llenó la sala Capitol, cerrando la actuación junto a todo el elenco

Mondra delante del público que llenó la sala Capitol, cerrando la actuación junto a todo el elenco / Pixelinphoto

Mondra reventó el viernes por la noche la sala Capitol de Santiago, agotando las entradas al presentar su primer disco largo, Ardén (Altafonte, 2023). Mondra (Martín Mondragón Rivadulla), de Teo, es un rapaz veinteañero que crece en la escena musical gallega respaldado por Berto (Alberto Mira), mucho más que el productor del álbum. Fan confeso del astur Rodrigo Cuevas (líder del bum folk que bebe del ayer con estética del hoy), Mondra arrasó en su concierto.

Integrantes del enérgico cuerpo de baile rodeando a Mondra  (de rosa) en pleno salto  / pixelinphoto

Integrantes del enérgico cuerpo de baile rodeando a Mondra (de rosa) en pleno salto / pixelinphoto / XABIER SANMARTÍN

21.38 horas. Se abre el gigantesco telón rojo. Se le entrevé. Al segundo se cierra. Las 700 personas que han pagado la entrada (12 euros) gritan. El ambiente bulle. Descorrido, ahora sí, la puerta de la fiesta, aparece Mondra al centro, cantando suave, algo nervioso, casi a capela, con una guitarra de apoyo que suena desigual. Es uno de los pocos momentos flojos de la noche. Tras ese inicio arriesgado pero valiente, el fuego crece.

Mondra canta mirando a Aida Tarrío (Tanxugueiras) / pixelinphoto

Mondra canta mirando a Aida Tarrío (Tanxugueiras) / pixelinphoto / XABIER SANMARTÍN

“Somos ardentes pero tamén estamos ardentes”, dice Mondra tras los dos primeros cortes de un espectáculo que inaugura el tema que titula el álbum, Ardén. Va arropado por un grupo de baile integrado por Julia Laport, Alejandro Rodríguez, Daniel Valderrábano, Daniel Blanco, Miriam González y Sabela Domínguez, con tal energía que roban la atención, de ahí que, la escenografía incluya atriles, uno al centro, atrás para el líder que prende la “folía”. A su vera, otros para Artur Puga (izquierda) y Julia Sánchez-Biezma (derecha), con sendas familias de percusiones y loops si hacen falta porque el folk de este músico gallego de 23 años vive la música tradicional gallega (tradi o trad) con ritmo de electrónica y estética de alma rosa queer.

En el repertorio folk de Galicia abundan la lluvia y el llanto pero Mondra prefiere el fuego y los bicos. Tras 15 minutos grita: “Boas noites Compostela”, ante un auditorio donde igual hay mayores que nenos (con pancarta en las primeras filas), que gente del artisteo (actrices, actores), personas llegadas de Teo o Laza (les saluda de forma especial cuando hizo resonar cencerros de entroido en la cintura) y presencia de la música y baile tradicional compostelano, y de la comunidad LGTBI. Al saludar (“Benvidas a esta folía”), Mondra, que como el resto, sale con cuero negro y jirones de atrezzo para mostrar flor de piel, busca el aire que le falta tras el tremendo esfuerzo inicial. Retoma y el show crece con la taquicárdica "Sacodepulgas" pero luego se hace más plural. Así, aparece el coro Encaixe, de oscuro, y se quedan solos en escena en un momento especial, cuando una solista canta cual ángel y silencia la sala. De repente, desde el palco, aparece Mondra, entona bonito entre bailadoras y bailadores apoyados en la barandilla de cristal y luego baja micro en mano para cruzar entre la gente. No es un concierto, es un espectáculo. Marcan la fiesta desatada temas como la coreada "Aghruuu", y su “Olé, olé, olé, o que non teña cama rediós que durma no suelo”; o "Ruando", con Aida Tarrío (Tanxugueiras), donde hay un crescendo de canto, baile y grito que rompe las manos en mil palmas. Hay más colores. Mondra y el resto cambian al blanco a mitad de viaje. "Baila Carmela", con dos integrantes de Brassica Rapa soplando metal, aviva la llama. Ahora con Mondra de rosa, luciendo chaqueta plateadacomo el grupo que traza monumentos al baile urbano. "Punheta!", con Fillas de Cassandra, ya no sé si antes o después, cae entre la segunda mitad de la actuación con una puesta de escena donde hay camisas sin manga, tops y pantalones de alegría hecha de plata. Al rato, late una gaita puntual, con Manuel Seoane, sobrio en fondo y forma, que para estética multicolor ya está el resto. Eso sí, Mondra tiene también su lado solemne, sentado al piano antes de arder... En un show cuyo clímax llega con "Beijos de LK", una historia de amor en Compostela (cita al Pichel y Curruncho), himno de su folía con sabor a licor kafé.

Tras 70 minutos de espectáculo que parecen 140 dada la intensidad, no hay bis pero tampoco lo pide un público feliz. Y al acabar, Mondra reparte gracias, agotado, a todas y cada una de la treintena de personas que acaban arriba del escenario y a otras allegadas como Daniel Rodríguez “na dirección artística”, jaleando su abrazo de... almas “ardentes”.