Cien años de historia del colegio de la Inmaculada en Compostela

En 1924 se inaugura con cinco aulas y la vivienda destinada para la residencia de los Hermanos que venían a dar las clases a 175 alumnos; en la actualidad son 225

La familia Simeón está detrás de sus inicios

No es hasta 1986 cuando pasa a ser un centro mixto

El director del colegio La Inmaculada, Alberto Chenel (2i) y profesorado del centro posan en su galería

El director del colegio La Inmaculada, Alberto Chenel (2i) y profesorado del centro posan en su galería / Jesús Prieto

El colegio La Inmaculada de la capital gallega, que nació por iniciativa de los Hermanos, cumple un siglo de historia. Todo parte del aterrizaje en Santiago de una familia, oriunda de la Sierra de Cameros de Logroño, la familia Simeón, que “llega con ganas de establecer aquí toda una gama de comercio, sobre todo textil y también viene apoyándose en una banca propia, la Simeón”. Así lo cuenta a EL CORREO, Jorge García, director del colegio entre 2003 y 2011. 

Esa familia empieza a trabajar en esa línea apreciando que “la gente de toda esta zona no estaba preparada para ese tipo de sociedad nueva que ellos querían echar a funcionar”. 

Ahí surge la iniciativa de crear una escuela que procurara la formación de la juventud de Santiago, “fundamentalmente de la gente más humilde”, ya que las clases altas tenían la universidad y la iglesia como fuente de formación en aquellos momentos. Jorge García cuenta como Don Simeón y su señora, doña Concepción, “habían tenido cinco hijos y una gran parte de ellos, sobre todo los varones, los habían tenido estudiando ya en la zona de la frontera con Francia con los Hermanos de las Escuelas Cristianas, Los Hermanos de La Salle”. Esta experiencia había resultado gratificante y los métodos empleados habían sido “tan positivos” que se propusieron traer esa escuela a Compostela. 

Relata el antiguo director del centro como la hija mayor de don Simeón García falleció en el año 1917 y dejó dentro de su testamento cien mil pesetas de la época para la escuela que en su momento habían hablado de fundar. No era suficiente, pero tanto sus hermanos como su viudo, Benigno, se pusieron de acuerdo para sacar adelante la obra. 

Un año más tarde, en 1918 se ponen en contacto con los Hermanos para ver si había posibilidades de traerlos aquí. Al ver que sí había esas posibilidades, se lanzan a la construcción. Ya en 1920 se pone la primera piedra en los terrenos del campo de Pitelos, que pertenecía precisamente a esa familia y que limitaba con otros terrenos que eran propiedad del Ayuntamiento de Santiago, quien se los acaba cediendo. Con las dificultades de desnivel del terreno, que implicó tener que hacer “grandes excavaciones para buscar piedra firme donde apoyar los cimientos del nuevo edificio”, se iniciaron las obras en 1921 y tres años más tarde se inaugura el colegio con cinco aulas, una capilla, un salón de actos y la vivienda que destinaban para la residencia de los Hermanos que venían a dar las clases. Estos fueron los inicios de La Inmaculada.

Escuela de los pobres

Poco a poco se fue creando una escuela a la que llamaban la escuela de los pobres, “pero que de verdad educó y formó para la vida de aquel momento”. En aquella época solo era una escuela para varones. “Pretendió una formación humana y cristiana de hombres honrados en un ambiente muy familiar. Y lo lograron. Crearon buenos ciudadanos, honrados, educados, responsables, metódicos, con una enseñanza teórica y práctica donde se trabajaba fundamentalmente por los conceptos de lectura, escritura, caligrafía, redacción, cálculo mental o contabilidad”, detalla. Y todo esto se completaba con el dibujo técnico, el canto, el teatro o el deporte.

Comunidad de Hermanos de las Escuelas de la Inmaculada en 1938

Comunidad de Hermanos de las Escuelas de la Inmaculada en 1938 / Cedida

 De esta manera, a los alumnos se les valoraba con tan capacidad que algunos no llegaban a terminar sus estudios. “Los bancos y comercios de la ciudad, ante la escasez de mano de obra preparada, venían y solicitaban a los Hermanos que esos alumnos pudieran salir e incorporarse antes de terminar sus estudios a ese tipo de negocios”, confiesa.

Para poder sostener a la escuela se crea un patronato, donde la fundación, que era la banca Siméon fundamentalmente, apoyándose en aquellos momentos en el propio Ayuntamiento y el arzobispado, se comprometía a seguir manteniendo la escuela en el futuro. 

La década de los 70

En la década de los 70, con la ley de Villar Palasí se reestructura totalmente la educación en el país y se crea lo que eran los estudios de la enseñanza general básica. “Antes eran escuelas unitarias que se iban creando en los distintos barrios de las ciudades, atendidas normalmente por personas con buena voluntad pero sin ninguna titulación”, detalla.

Así el colegio pasa a ser de Educación General Básica (EGB) de 8 unidades. Y ya en 1985, se convierte en un centro concertado, subvencionado con el dinero del Estado, lo que implicó que sufriera físicamente una transformación. “Se hizo un nuevo piso sobre las clases para albergar otras cuatro nuevas aulas y despachos para la nueva legislación que exigía el Ministerio para la implantación del EGB”, comenta.

En 1924 la escuela empezó a funcionar con cinco clases y 175 alumnos. A los cuatro años ya eran 250 y dos años más tarde se construyeron tres aulas nuevas y la cifra de estudiante subió a 500.

Infantil y primaria

El antiguo director confirma que la escuela de la Inmaculada tiene instalaciones para atender las etapas de infantil y primaria, pero no para acoger la Secundaria. “Primero fue un centro de EGB con ocho unidades, 350 alumnos, y ahora con las bajadas de la ratio es un centro con 225 alumnos”, declara. Hay tres unidades de infantil y seis de primaria. Fue en el año 1986, con la entrada de la ley LODE, cuando se convierte en colegio mixto.

“De una pedagogía que cubría las necesidades en un momento determinado de la sociedad compostelana, pasa hoy a ser un colegio que ofrece los mismos estudios que cualquier otro, pero con el Nuevo Contexto del Aprendizaje (NCA)”, dice García, quien explica el concepto: “Es un marco pedagógico y pastoral con identidad propia, que presenta propuestas organizativas y metodológicas y devoluciones claras, que otorga sentido pleno a la educación de la persona abordando de forma integral sus dimensiones, tanto la emocional, la conectiva, la corporal, social y espiritual a lo largo de las diferentes etapas de su desarrollo, que pone a los alumnos en el centro del aprendizaje y propone al educador como guía y mediador en ese proceso y a las familias como agentes activos”.

El antiguo director pone en valor “el sentido de pertenencia muy fuerte” a este centro. Al Colegio La Salle, donde muchos van después de acabar Primaria, “acuden orgullosos de estudiar en La Inmaculada”.

Programación del centenario

A pesar de que todavía no hay una programación cerrada de actividades para celebrar el centenario, el director del centro Alberto Chenel Rosende confirma que habrá “una peregrinación que se hace cada aniversario (25, 50, 75 años), un acto académico y una serie de exposiciones que se harán a lo largo del curso”.

En palabras de Chenel Rosende, el aniversario “no solo marca años transcurridos, sino que refleja el papel del colegio como espacio de aprendizaje, desarrollo y comunidad para estudiantes, docentes y personal a lo largo de su existencia”. Añade que este centenario es “un homenaje a quienes han contribuido a construir y mantener la institución, y nos insta a apreciar nuestra comunidad escolar y a reafirmar nuestro compromiso con la excelencia educativa y nuestros principios”. Esta ocasión también les motiva a enfocarles en el futuro “con optimismo y resolución.”