¿Cuál fue la mejor época para el ocio nocturno en Compostela?

Los hosteleros perciben poca demanda y oferta mientras los estudiantes afirman que sigue habiendo gente y locales

Ocio nocturno en Compostela: un viaje nostálgico a la era dorada de los 80 y 90

Javier Rosende Novo

Antía Suárez

Si no conoces el ocio nocturno compostelano, la descripción de quienes lo frecuentan lo describen como "tranquilo", “acolledor”, caracterizado por locales pequeños pero variados y, como señala un recién ex estudiante de la USC, “para animales gregarios”. La frase define bien la vida nocturna de la capital gallega.

Santiago es una ciudad pequeña en la que puedes llegar a cualquier sitio andando y los bares están cerca los unos de los otros. El inconveniente es que los locales son como la ciudad que los acoge. Lucía Vázquez, de la Asociación de Bares, Pubs y Discotecas de Compostela, explica que “los locales en Compostela son pequeños, sobre todo en el casco histórico, por la propia arquitectura de la ciudad, y en el Ensanche también. Quizás el bajo más amplio es el que ahora llamamos Circus, que fue Facultad y Liberty históricamente. Otros locales grandes son Vanitas, que antes era Apolo, o Afrekete, que lleva muchos años cerrado. Entre que no hay bajos muy grandes en Santiago y que conseguir una licencia para esta actividad es imposible, cada vez hay menos locales y los empresarios se deciden por otras ciudades.”

Ante esta perspectiva, mucha gente evoca el pasado, con épocas en los que las aglomeraciones llenaban las calles de la ciudad o el Campus Sur amanecía cada viernes lleno de basura por los botellones masivos. Desde la pandemia la escena del ocio nocturno en Compostela ha cambiado mucho tras el cierre de salas y discotecas míticas y un aumento notable en el precio de las entradas. Esto lleva a a que muchos empresarios y consumidores añoren épocas mejores, con menos restricciones y mejores condiciones. Pero, ¿cuál fue la época dorada de la juerga compostelana?

La respuesta por excelencia: las décadas de los 80 y 90

La respuesta de muchos es que la época dorada de Santiago fue entre la década de los 80 y los 90. “En esos años Compostela era un referente de la noche, los domingos había la masa que hay hoy un viernes”, opina Lucía Vázquez. Desde su asociación consideran que el detonante del cambio fue las políticas municipales con el ocio nocturno, que imponen unas normas más estrictas en el sector. “Es evidente que la cantidad de gente que había durante esas décadas generaban molestias, porque parecía que todos los días era un Apóstol o un ascenso del Compostela a Primera. Eso luego no se supo controlar. A día de hoy todo molesta”, añade.

María, una mujer que vivió su vida universitaria en la década de los 90, asegura que “había unha oferta moito máis variada: discotecas con sesións de tarde para os adolescentes, as Galerías con prezos moi baixos para os estudantes, con esa famosa xerra de agua de Valencia, a parte máis pija con Casting, que era a discoteca do Araguaney, etcétera. Había ocio para todos, e agora paréceme que todo esta condicionado pola capacidade adquisitiva”. Durante esos años, la ciudad experimentó una efervescencia en su vida nocturna, con diversas opciones para los diferentes públicos y la Plaza de Cervantes y sus alrededores como punto de encuentro. La música en directo, los cafés literarios, fiestas en la calles, París-Dakar…

A día de hoy, lo que más le destaca a María es que “agora, si tes cartos podes permitirte as saídas, antes saíamos todos”. La subida de precios es un síntoma que lleva atacando el ocio nocturno desde hace años, aunque no es un fenómenos aislado, todo es más caro.

A partir de los 2000: fiesta a todas horas y botellones

En los 2000, la “marcha” continuó, pero lo que más destaca para los usuarios era la disponibilidad horaria. Heitor, un hombre que estudió en la USC en la década de los 2000, comentaba que en su época universitaria “habia muchos más locales, abiertos a distintas horas, con lo que podías salir de fiesta y seguir el tiempo que quisieses”. Destaca locales como Ruta, Nao Berlín, Anubis, Ourense, Sarela, Casa do Patín, Bartolo, Embora, etcétera.

Esta moda continuó hasta finales de 2010, en la que fuera la hora que fuera, podías encontrar un local abierto. La noche comenzaba en la zona vieja, que se llenaba de vida, con un sinfín de bares y pubs para bailar. Sobre las cuatro de la mañana, aunque había locales que quedaban abiertos en la zona vieja, el flujo de personas se movía a zona nueva, con discotecas como Maycar o Blaster. Los locales eran de entrada gratuita o entrada con consumición por 2,50 euros. Por último, uno podía terminar la noche a las seis o siete de la mañana en afters como la Tita, el Stilo o el TNT, sólo aptos para los más valientes.

Otro elemento que caracterizan el ocio nocturno de esos años es el botellón. “Se hacían botellones masivos todos los días en el campillo, con lo que los locales estaban menos masificados”, cuenta Heitor. No era extraño ir al trabajo un viernes por la mañana y ver todo el Campus Sur cubierto de basura y de restos de la noche anterior. Sin embargo, a día de hoy, los botellones están más controlados y cada vez hay menos.

El pos-Covid: control de aforos

Vázquez comenta que desde la Asociación de Bares, Pubs y Discotecas perciben que cada vez hay menos gente que sale en Compostela. “Ha venido descendiendo el nivel de trabajo. Si antes la gente venía a Santiago para salir, ahora la gente va a otras ciudades, como A Coruña. Ahora ya apenas viven universitarios en la propia ciudad, viven en Bertamiráns y Milladoiro por la precariedad en la vivienda. Además, también están las fiestas en los pisos”.

Sin embargo, los universitarios no tienen la misma perspectiva que la organización. Ana, una estudiante de Periodismo, comenta que “no hay menos gente de fiesta, creo que tiene que ver con los calendarios de los universitarios” y añade que viviendo en un edificio de estudiantes “no veo tanta fiestas de piso, como mucho dos noches al año escucho movimiento”.

Ana remarca que el mayor problema es el precio de las entradas, ya que en zona nueva oscilan entre los 6 y 7 euros, y aunque son los mejores locales para bailar, se suman otro tipo de problemas. “Un día, en Circus, escuchabas a la gente de alrededor hablar, y no estaban gritando, hablando en un tono normal. Yo creo que es por los vecinos, pero hombre, es mejor tener una sala insonorizada a esa porquería. La zona vieja está muy bien y no hay que pagar entrada normalmente”. Desde la asociación, Vázquez explica que “el aumento de precio en las entradas empezó después de la pandemia, como método para controlar los aforos, porque la demanda era brutal. Pero a partir ahí, se notó un nivel de consumo menor. Con una entrada lo que garantizas es un control del aforo y saber más o menos lo que vas a facturar”.

Desde la perspectiva de Fernando, un hombre de 60 años que aún sale por Santiago y que ha vivido las tres etapas descritas, expresa que “cada década foi diferente, houbo épocas con cousas máis excéntricas, outras con máis música en directo, pero ningún tempo é perfecto, simplemente recordámolo con cariño”.