Los terribles dos años: empiezan las rabietas de los niños

Su nivel de comprensión del lenguaje no es aún el adecuado para entender correctamente el mundo que les rodea, y por ello se frustran y aparecen los lloros y gritos 

Es básico explicarles nuestro malestar ante su conducta y mostrarles la adecuada

Una niña llorando y, de fondo, sus padres desesperados

Una niña llorando y, de fondo, sus padres desesperados / Javier Rosende Novo

Estás en el supermercado, tu hijo quiere una chuchería y tú no se la compras. Empieza a llorar, a gritar, a patalear, y la gente inevitablemente se gira y clava sus ojos acusadores sobre ti. Deseas que la tierra te trague, pero tu hijo sigue reclamando lo que quiere. A ti te da vergüenza, pero a él, por desgracia, no. Esta es una situación que toda madre y todo padre viven cuando se acercan los dos años, y es que a esta edad nuestros bebés desaparecen para convertirse en niños, aunque si preguntamos, algunos padres dirán que más que en niños, se han transformado en pequeños monstruitos. Y es que ya han hecho su nada esperada aparición las señoras pataleta y rabieta. Ambas llaman a nuestra puerta para quedarse una buena temporada. Solo queda armarse de paciencia.

La psicóloga infantil Violeta Cruz, que ejerce en Santiago, explica que se trata de un problema de conducta que “hay que naturalizar”, ya que es la forma que tienen los pequeños de expresar sus emociones “cuando no encuentran una manera alternativa más adecuada”. La psicóloga confirma que a los 2 años empiezan las rabietas más fuertes. Y es que a esa edad los niños saben bien lo que quieren, “pero su nivel de comprensión del lenguaje aún no es el adecuado para entender de manera correcta el mundo que les rodea”. Añade que, además, la mayoría no presenta un discurso suficientemente maduro para expresar sus emociones y de ahí que “se frustren y aparezcan las conductas más básicas como llorar, gritar o patalear”, dice.

Dibujo que representa a un niño gigante llorando que atrapa con la mano a sus padres

Dibujo que representa a un niño gigante llorando que atrapa con la mano a sus padres / Miguel R. Taboada

Condicionantes

Aunque los problemas de conducta suelen estar asociados al nivel de lenguaje del niño y, por tanto, a su dificultad para expresar correctamente lo que quieren, así como sus emociones, lo cierto es que hay factores condicionantes que pueden provocarlos. Violeta Cruz señala, entre otros, la incoherencia. “A veces se les dice a los niños primero que no, y luego que sí”. También resalta la “inexistencia de normas y límites, o que estos no estén claros; el no adoptar medidas cuando no se cumplen las normas, no respetar la medida que hemos decidido, no ser un buen ejemplo, la falta de acuerdo entre los padres, o el hecho de prestar más atención al comportamiento negativo que al positivo”.

La especialista recuerda que las pataletas también pueden aparecer asociadas a otras patologías, tales como el TDAH (trastorno por déficit de atención con hiperactividad), TEA (trastorno del espectro autista) y TEL/ TDL (trastorno específico del lenguaje).

Cómo actuar

Antes incluso de que la rabieta aparezca, lo mejor es estar prevenido y saber de antemano cómo actuar. Violeta Cruz aclara que es fundamental mostrarles a los pequeños nuestro malestar ante su conducta y expresarles cómo nos hace sentir con frases como: “así mamá/papá se enfada o se pone triste”. Acto seguido, prosigue, es esencial dejarles clara la conducta alternativa adecuada: “son niños pequeños y no tienen que saber cómo comportarse”.

Un niño llorando

Un niño llorando / PEXELS

Tras haberle dotado del modelo adecuado, si actúa correctamente, la especialista indica que se debe reforzar positivamente la actuación:“así me gusta, estoy muy orgullosa”. De lo contrario, “utilizaremos la estrategia de la extinción y lo ignoraremos, un minuto por año de edad, para que pueda relajarse y poder aproximarse a la conducta adecuada que le proporcioné con anterioridad”, explica. Eso sí, advierte que en este caso puede que la conducta inadecuada empeore: “debemos mantener la calma y seguir con nuestra pauta de actuación”, sentencia.

Si se siguen estas pautas, asegura la experta, pero los problemas de conducta continúan durante más de 6 meses sin evolución positiva, “hay que hablar con un profesional (pediatra, neuropediatra o psicólogo infantil) para que pueda dar orientaciones y, al mismo tiempo, descartar que no existan otras causas”, indica. “En este caso se debe realizar una valoración psicoeducativa completa”, aconseja.

Una niña en plena rabieta

Una niña en plena rabieta / PEXELS

Figura de apego

Los adultos nos desahogamos con nuestra familia o amigos. Si hemos tenido un mal día en el trabajo, no lloramos delante del jefe o los compañeros de trabajo, lo hacemos al llegar a casa con nuestra familia porque es allí donde nos sentimos cómodos y seguros. Pues los niños actúan igual, y por ello tienen más rabietas con sus figuras de apego. “Es normal que muestren sus emociones, tanto positivas como negativas, con sus figuras de referencia y apego. A través de este comportamiento buscan llamar la atención de sus cuidadores principales con diferentes fines, como por ejemplo, buscar mimo”, dice la especialista. Teniendo en cuenta esta explicación, y dado que una gran parte de las veces son las madres las figuras de apego, es normal que los niños se porten peor cuando mamá entra en escena. Así que no, no es porque a ti no te respete.

Solo para padres: tácticas para mantener la calma

La psicóloga Violeta Cruz explica que para mantener la calma con los hijos, tras haberles indicado lo que tienen que hacer, es preferible irse unos minutos a tomarse un descanso. Considera que de quedarse con ellos, es probable acabar diciéndoles algo y así habrán conseguido la atención que requerían. “Cuando un niño no consigue la atención positiva se conforma con la negativa”, asegura. “Una buena opción, es retirarles la atención, irse un rato para darles tiempo. Cuando se relajen se les puede dar la atención con normalidad, sin recordar la rabieta anterior, ya que, de lo contrario, se vería reforzada la conducta incorrecta”. La psicóloga recomienda además:

1. Ser coherentes y diferenciar entre “órdenes duras” y “órdenes blandas”.

2. Enseñanza directa y dar buen ejemplo (modelado): enseñar al niño lo que esperamos de él, no creer que lo sabe, ser concreto. No utilizar términos abstractos como “portarse bien”.

3. Mostrar consecuencias.

4. Llegar a un acuerdo en la pareja.