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Salud articular (I): diferencias entre artritis y artrosis

    EL OBJETO DE ESTE ARTÍCULO ES SÓLO ORIENTATIVO. CONSULTA CON TU MÉDICO

    Y/O ESPECIALISTA CUALQUIER CAMBIO EN TU DIETA O ENTRENAMIENTO

    Ambas afecciones, artritis reumatoide y artrosis, pertenecen al grupo de enfermedades reumáticas, donde se agrupan también otras tantas patologías como son la gota, esclerosis sistémica, espondilitis anquilosante, fibromialgia o artritis psoriásica. Tanto la artritis como la artrosis son enfermedades que suelen incidir más entre la población femenina y, asimismo, pueden afectar a una o varias articulaciones.

    Sin embargo, son entidades diferentes. Mientras que la artrosis implica una degeneración o desgaste del cartílago articular, la artrititis reumatoide es una enfermedad inflamatoria que afecta a la membrana sinovial, la cual es la encargada de producir ese famoso liquidillo lubricante que lleva su mismo apellido: el líquido sinovial. Cuando dicha membrana resulta inflamada, el líquido sinovial no se reabsorbe como acontece normalmente y queda “empantanado”, encharcando la zona, lo cual origina -a la larga- una erosión tanto del hueso como del cartílago articular; otros expertos opinan que el problema aflora cuando dicha membrana se vuelve en exceso permeable, que deja entonces pasar las toxinas y metales pesados, los cuales al acumularse en el espacio intra-articular disparan la respuesta inflamatoria.

    Por otra parte, la artrosis consiste en un proceso degenerativo crónico (digamos, acelerado), que se asocia a la edad -sobre todo a partir de los 65 años- y que afecta al cartílago pero no a la membrana sinovial.

    El cartílago es esa almohadilla -fabricada a base de colágeno compactado- que se halla tapizando las zonas de los huesos más próximas entre sí en una articulación, y que sirve para evitar el excesivo rozamiento y/o desgaste. Factores externos como la mala nutrición, padecer sobrepeso o el sobreesfuerzo muscular (trabajos exigentes y/o repetitivos, deportistas de alta competición) todo ello pueden acelerar el declive artrósico.

    Por ello, si uno o varios de estos factores confluyen en una genética susceptible, el cartílago del sujeto afectado tenderá a deshilacharse con el paso del tiempo quedando los extremos de los huesos desnudos, haciendo que el roce provoque dolor, excrecencias óseas (conocidas como osteofitos) y pérdida de flexibilidad en las articulaciones. La artrosis es la causa más común de dolor crónico y discapacidad en personas mayores... aunque la artritis reumatoide tampoco se queda muy atrás, oiga.

    La zona afectada del cuerpo también dependerá del tipo de enfermedad reumática que se sufra: la artrosis suele localizarse muy comúnmente en rodillas, caderas y columna vertebral, mientras que la artritis reumatoide afecta más a las muñecas y dedos de las manos. Curiosamente la gota, que es otra patología reumática bien conocida, afecta típicamente al dedo gordo del pie.

    La expresión del dolor también es distinta: en la artrosis se produce dolor al mover la articulación (a veces con crepitación CREEK) y suele mejorar con el reposo, mientras que en la artritis reumática el dolor es constante. En ambas afectaciones y con el devenir del tiempo, además de perder la movilidad, las articulaciones pueden acabar crujiendo (sobre todo en la artrosis) y deformándose.

    Los fármacos que suelen recetarse de forma tradicional, para tratar ambos cuadros, son los analgésicos como el paracetamol, los antiinflamatorios no esteroideos (AINES) tales como el ibuprofeno o la aspirina, los antibióticos (en caso de que exista infección como en el caso de la artritis infecciosa) y otros fármacos antirreumáticos como el metotrexato.

    Evitar el sobrepeso y realizar el ejercicio físico de bajo impacto (caminar, nadar, rehabilitación), adecuado a la idiosincrasia de cada persona, también figura entre las recomendaciones clásicas que los doctores adjuntan a sus tratamientos farmacológicos, pero poco más se puede hacer por el paciente (desde la perspectiva clásica) que no sea rezar un padrenuestro... hasta ahora.

    Como decíamos, el enfoque tradicional del tratamiento ha sido eminentemente paliativo, es decir, se ha dirigido a aliviar el dolor utilizando analgésicos (paracetamol) y/o AINES; sin embargo, los efectos secundarios derivados de un uso crónico o desmedido de estas medicinas ponen en entredicho dicha utilidad, debido a los posibles efectos adversos cardiovasculares, renales, gastrointestinales.

    Sin embargo, con el cambio de siglo muchos médicos de corte progresista han estado recomendando, desde hace ya algún tiempo, las llamadas “sysadoas” (del inglés symptomatic slow-acting drugs for osteoartritis) un tipo de complemento totalmente natural basado en 2 de los componentes mayoritarios tanto del cartílago articular como del líquido sinovial: hablamos ni más ni menos que del sulfato de glucosamina y del sulfato de condroitina.

    Es posible que a muchos de ustedes les suenen estos nombrecitos (o palabros), porque se ven mucho en las estanterías de las herboristerías-parafarmacias y porque vienen pegando fuerte ya desde hace un par de décadas, sumando seguidores a cada día que pasa. ¿El motivo? ¡¡¡Porque funcionan!!! El próximo día empezaremos a desgranar sus múltiples propiedades curativas-regenerativas, que no sólo actúan de maravilla (en la inmensa mayoría de pacientes) ¡¡¡sino que además lo hacen sin presentar efectos secundarios!!! Siempre recordando, eso sí, que nuestro médico tendrá la última palabra, en cuanto a su planificación y visto bueno.

    Centrobenestarsantiago.com

    10 ene 2021 / 00:00
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