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Terapia senolítica: complementos
nutricionales para “veteranos”

Senoítico: otra palabreja de esas, modernas, que ha brotado cual seta de entre los suplementos nutricionales -¡POP!- y que sirve para designar a toooda aquella parafernalia que permita a las personas mayores deshacerse de sus células viejas y disfuncionales. Ustedes verán, cuando las células seniles (o senescentes) se van acumulando indefectiblemente por el paso del tiempo en nuestro cuerpecillo humano, aparecen rápidamente ciertos trastornos relacionados con la edad: fragilidad muscular, deterioro cognitivo (pérdida de memoria a corto plazo), trastornos cardiovasculares, inflamación crónica de bajo grado, estrés oxidativo... etcétera, etcétera. Así pues, sería estupendísimo que existieran unos complementos nutricionales que nos ayudaran a desembarazarnos de tales células aberrantes... ¡pues haberlos-haylos, oiga!: los senolíticos.

Dichos artefactos suelen añadir en sus fórmulas reconocidos agentes anti-envejecimiento, consistiendo el grueso de tales agentes los flavonoides, es decir, los antioxidantes naturales presentes en frutas y verduras: la única diferencia es que, en forma de suplementos, éstos yacen ultra-concentrados. La terapia senolítica, lógicamente, suele recetarse a partir de los 40 tacos, dado que es entonces cuando la cosa “suele ir cuesta abajo” como todo el mundo sabe.

Dentro de los flavonoides (que conforman el 60% del total de los compuestos fenólicos de los vegetales, con un total contabilizado de unos 8.000 distintos) existe un puñado de ellos que destaca con respecto a sus capacidades senolíticas. El primero de ellos es la fisetina -TACHÁN- que es el flavonoide idiosincrático de las fresas. La fisetina ya lleva un tiempecito comercializándose en forma de cápsulas, promocionándose como un “súper-flavonoide”, pero sólo en los últimos meses ha conseguido adquirir esos poderes senolíticos, tal como juran-perjuran ciertas casas comerciales. Además te dicen que cada cápsula aporta la misma cantidad de fisetina hallada en 37 fresones de “cantimpalos”, de los bien gorditos-jugositos.

Sea como fuere, la fisetina -como el resto de sus camaradas polifenólicos- es un poderoso antioxidante y, al parecer, es el más eficaz de todos ellos a la hora de reducir el número de células senescentes (seniles) al programar eficientemente su muerte celular (o apoptosis). Su naturaleza hidrófoba -que rehúye el agua- la faculta para atravesar fácilmente las membranas celulares (FLOP, dado que éstas son de naturaleza grasa) para, a continuación, favorecer la autodestrucción de las células viejunas mediante la activación de determinadas proteínas “suicidas”; al parecer, esto se nota mucho tratándose de células inmunitarias que estén a punto de cogerse la jubilación (sobre todo los linfocitos T y las asesinas naturales) para quitarlas ya de en medio debido a que no trabajan como se espera de ellas. Además, la fisetina ayuda a contener la inflamación crónica de bajo grado, ya que inhibe la actividad de ciertas proteínas solubles -de naturaleza inflamatoria- llamadas citoquinas pro-inflamatorias.

El consumo medio de fisetina, debido a que prácticamente sólo se encuentra en los fresones de Palos (y una pizca en los mangos) es de sólo 0,4 miligramos/barba/día, mientras que con los complementos te mandas, por tu cara bonita, 100 miligramos y te quedas tan pancho.

Pero espérese, que justo después de la fisetina vienen otros dos flavonoides: la quercetina (de las cebollas, peras y manzanas) y la teaflavina (del té negro).

Quiero hacer un pequeño inciso porque hasta ahora se pensaba que el té verde era mucho más potente que el té negro debido a que tenía mucha más cantidad de catequinas, un tipo de flavonoides (los únicos que trabajan libres, sin unirse a azúcares) con demostradas propiedades antioxidantes. Pero espérese, porque la regla de los colores no suelen defraudar: la variedad negra se obtiene del té verde mediante un proceso combinado de fermentación-oxidación en el que los polifenoles se polimerizan, es decir, las moléculas idénticas se unen entre sí para transformarse en sustancias más complejas: en este caso, las teaflavinas. Y -ojo ahora- a diferencia de casi todos los polifenoles hallados en la naturaleza, los cuales poseen un bajo poder de absorción-aprovechamiento, ¡el cuerpo humano absorbe alrededor de un 95% de las teaflavinas del té negro! Como todos los polifenoles, la mayor parte de la absorción se produce en el colon (bien abajo, en el intestino grueso) tras su metabolización por parte de nuestras amiguitas las bacterias -SCRONCH, SCRUNCH!- las cuales se papean todos los polifenoles y taninos que pillan por el camino para después, acto seguido, nosotros podamos absorberlos -FIUUU-POP!-.

Sea como fuere, y al igual que la fisetina, la quercetina (que en los suplementos más modernos ya no se extrae del tosco cebollamen, sino de la Acacia de Japón o “Árbol de la miel”) se considera un agente senolítico de primerísima calidad, junto con la teaflavina del té negro.

Las enzimas proteolíticas -que descomponen proteínas, en este caso, proteínas viejas y aberrantes- tales como la bromelaína de la piña o la serrapeptasa del gusano de seda, refuerzan el efecto senolítico al desmantelar las proteínas viejas de las células, y de tal forma ayudan también a despejar el exceso de moco acumulado en las vías aéreas, debido a que rompen las cadenas proteicas que lo conforman (las mucinas) fluidificando las mucosidades y facilitando su expulsión: esto es cosa fantástica porque volver a respirar por la nariz, al librarse de la congestión nasal, es una de las primeras medidas que debemos tomar para prevenir cositas como la disbiosis oral -aposentamiento de bacterias malas, al secarse la boca-, la deshidratación celular y la acidosis metabólica, típicas todas ellas de la edad mayor.

Los senolíticos también pueden enriquecerse con otros antioxidantes, tales como la vieja vitamina C de toda la vida (idealmente en forma de ascorbato magnésico, porque esta versión no es ácida y se aporta un pellizquito de magnesio, el mineral anti-defatigante del cual andan escasos los veteranos); mientras que otras fórmulas senolíticas optan por incluir resveratrol de la uva negra, para ayudar a reparar ese ADN que pueda andar trasnochado; o bien eligen añadir extractos de betaglucanos, procedentes de polvillo de setas inmunoestimulantes o de cortezas purificadas de levadura de cerveza; todo esto, cuando no deciden añadir “la molécula del momento”, la espermidina (que se va gestando poquito a poco en los quesos curados), una poliamina de la cual versaremos llegado su momento, en un monográfico especial.

En fin, los senolíticos prometen efectos rejuvenecedores, retrasar el envejecimiento y prolongar la duración-calidad de la vida, vale, pero no nos olvidemos que la base de todo este fundamento -para la gente veterana- es llevar una dieta rica en frutas y verduras, carnes y pescados naturales, huevos, frutos secos y semillas, moderada en pan, cereales, legumbres y lácteos, y contando siempre con el apoyo inestimable del agüita mineral, el café sólo –sin azúcar- y las infusiones tradicionales. Es decir, los senolíticos son la guinda del pastel, que no el pastel en sí mismo.

Lo digo por que a más de uno/a se le habrá pasado ya por la cabeza salir disparado/a y comprarse “el pote” de turno, sin tener en cuenta que los correctos hábitos nutricionales lo son -prácticamente- todo, pongamos que un 95 % del éxito senolítico. ¿Qué me cuenta usted, que sigue una nutrición decentilla, rica en frutas y verduras? ¿Qué además de antedichos hábitos, se complementa con algo de ejercicio habitualmente, y entonces decide usted añadir un complemento senolítico, sabiamente elegido? Pues entonces, sí, podremos afirmar que miel sobre hojuelas.

EL OBJETO DE ESTE ARTÍCULO ES SÓLO ORIENTATIVO. CONSULTA CON TU MÉDICO Y/O ESPECIALISTA CUALQUIER CAMBIO EN TU DIETA O ENTRENAMIENTO

16 may 2021 / 00:01
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