Entre 1970 y 1991 Reino Unido vivió uno de los mayores desastres sanitarios de su historia. Cerca de 30 mil personas recibieron transfusiones de sangre con VIH y hepatitis C importadas de Estados Unidos. Allí muchos de los donantes eran drogadictos, trabajadores del sexo y presos, a los que se les pagaba por donar sangre. Al menos 3.000 pacientes han fallecido desde entonces.  Ahora, el Gobierno admite que no fueron un accidente, ya que no se dio prioridad a la seguridad de los pacientes.