Cruz Roja busca un hogar temporal para cien menores que no pueden vivir con sus familias

En estos momentos hay 244 niños y adolescentes que residen en alguna de las 326 viviendas que forman parte del programa de acogimiento de la Xunta que gestiona la ONG

Los grupos de hermanos lo tienen más difícil

Santi y Dani llevan cuatro años siendo padres de acogida de una adolescente

Santi y Dani llevan cuatro años siendo padres de acogida de una adolescente / Jesús Prieto

En casa de Santi y Dani, como ocurre en todas en las que hay niños y adolescentes, hoy toca la vuelta a clase. Desde que hace cuatro años llegó a sus vidas María, nombre ficticio de la menor con la que residen en régimen de acogida permanente, las rutinas de estos compostelanos que llevan media vida juntos son las de cualquier pareja que cría a sus hijos lo mejor que puede.

Como María, en estos momentos hay en Galicia 244 niños y adolescentes que viven en alguno de los 326 hogares que forman parte del programa de acogimiento familiar de la Xunta que se gestiona a través de Cruz Roja. A lo largo de este 2023 han sido 298 los menores que han convivido temporalmente con alguna de las familias que están integradas en la red y que o bien han podido regresar con sus familias biológicas, porque sus circunstancias han cambiado, o bien han sido adoptados de manera definitiva.

Pero aún son muchos, exactamente un centenar, los que permanecen en centros de menores a la espera de ser acogidos por una familia. Entre ellos hay grupos de hermanos, el caballo de batalla de los técnicos de Cruz Roja, porque es más difícil encontrar un hogar que pueda acoger a más de un menor al mismo tiempo. “No es que la gente no quiera o que no esté concienciada sobre que los hermanos deben estar juntos”, explica Laura Cerviño, directora de Infancia, Juventud y Mujer de Cruz Roja en la provincia de A Coruña.

La dificultad está más bien en la logística. “Mucha gente no puede asumirlo simplemente por falta de espacio o porque les resulta muy difícil organizarse para cuidar a más de un niño”, añade. De ahí, indica, la importancia de poder contar con una red de familias acogedoras “lo más amplia posible”, porque cuantas más sean, más opciones tendrán los grupos de hermanos que, como los demás niños en situación de desprotección, necesitan el cariño y los cuidados de una familia.

En el caso de María, ese cambio vital coincidió precisamente con su noveno cumpleaños. Hoy, con trece, es, dicen Santi y Dani, una adolescente feliz y sociable, con un gran sentido de la justicia. Entró a formar parte del programa de acogimiento que gestiona Cruz Roja porque no podía vivir con su familia biológica. Y fue el equipo técnico de la ONG, empeñado en encontrar el mejor hogar posible para cada menor en situación de desprotección, el que supo ver que Santi y Dani podían ser lo que la menor precisaba. No se equivocaron. “La niña encajó con nosotros como un guante y nosotros con ella”, sostiene Dani.

“Para ella no somos su familia de acogida, sino su familia. Sin más”, explican. La pareja decidió embarcarse en la aventura del acogimiento animada porque ambos venían de familias numerosas y vivieron infancias felices. “Queríamos ser padres, pero también ayudar de alguna manera a que un niño pudiera vivir las experiencias que nosotros tuvimos”, recuerdan.

Reconocen que sintieron vértigo cuando supieron que la niña a la que iban a acoger se quedaría con ellos de manera permanente, por la “gran responsabilidad” que implicaba. También por el cambio absoluto que supuso en sus vidas. “De repente te ves metido en los grupos de whatsapp de los padres”, bromean. Pero se han adaptado sin problema a su vida como progenitores. “Lo más impactante es saber que para esa persona eres un ejemplo a seguir y tienes que dar la mejor versión de ti mismo”, señala Santi.

La experiencia es única”, aseguran. “Es una manera de compartir y de hacer que un niño crezca con amor, en una familia que puede ser monoparental, homosexual, heterosexual... Eso es lo de menos”, zanjan.

Laura Cerviño, de Cruz Roja / cedida

Laura Cerviño, de Cruz Roja / cedida

Más de la mitad de las personas solicitantes desisten antes de tiempo

Lo primero que deben saber las personas que se plantean entrar en la red de familias acogedoras de la Xunta que gestiona Cruz Roja es que “una acogida no es una adopción”, sino una medida “temporal” que “solo a veces puede acabar siendo permanente”.

La directora de Infancia, Juventud y Mujer de la ONG en la provincia de A Coruña, Laura Cerviño, incide en que es “imprescindible” tener claro que de lo que se trata es de “hacer frente a la situación de desprotección del menor”. “Ellos son la prioridad”, asevera. Por ello, solo después de las familias interesadas hayan asistido a las sesiones de formación que imparte Cruz Roja podrán formalizar la solicitud para entrar a formar parte del programa.

Ahí comienza otra fase muy importante, la de la valoración, de la que también se encarga el personal técnico de la ONG. Con los informes que elabore, la Xunta decide si otorgar o no el certificado de idoneidad para la familia. Cuando todo va bien, llega otra etapa decisiva: encontrar a la familia adecuada para cada menor.

“Intentamos hacer esa labor de encaje entre los niños que nos derivan y las familias que tenemos en la red”, explica Laura Cerviño. La idea es ajustarse al perfil de cada familia de acogida para que ese acomplamiento sea lo más fluido posible tanto para los menores como para los adultos.

Sin embargo, no todas las familias que se plantean la acogida llegan hasta ahí. “Menos de la mitad de los solicitantes acaban siéndolo”, apunta. Muchos piden información, pero “se quedan en esa primera llamada, porque ven que el acogimiento es algo distinto de lo que se habían imaginado o no es tan fácil como esperaban”, señala Laura Cerviño, que elogia el “enorme mérito” de las personas que “les brindan” a estos niños la oportunidad de criarse en familia.