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Nicaragua y la comunidad internacional

Carlos Pajares Vales

Carlos Pajares Vales

EL DICTADOR DANIEL ORTEGA y su compañera Rosario Murillo no paran de hacer toda clase de tropelías que incluyen centenares de muertos, miles de exilados, encarcelamientos arbitrarios de todo el que se opone, agresiones verbales y físicas hacia cualquiera que manifieste opiniones contrarias y la incautación de bienes y propiedades, al margen de cualquier derecho, bajo falsas acusaciones. La dictadura implantada por el tándem Ortega-Murillo no tiene parangón en la ya sufridas en Latinoamérica donde las dictaduras afloran con más frecuencia que la deseada. El clan familiar en el que dominan los hijos de Rosario Murilo domina el poder sin ningún límite.

El penúltimo de sus desmanes ha sido el incautarse de los bienes de la Universidad Centroamericana (UCA) que llevaba más de 63 años formando nicaragüenses, siendo un foco de prestigio. El régimen alegaba que formaba terroristas. Es la misma cantinela que se decía en El Salvador, cuando fue ignominiosamente asesinado el que era rector precisamente de la Universidad Centroamericana, el padre jesuita Ignacio Ellacuría así como otros compañeros. Su independencia política y su prestigio hace que la UCA sea un grano molesto para cualquier dictadura, y por eso tienden a eliminarla bien a ella como es el caso en Nicaragua o a sus dirigentes como fue en su momento el caso en El Salvador.

El último de sus desmanes ha sido el desalojo de seis jesuitas de su casa, propiedad de la Compañía de Jesús, así como la supresión de la orden en Nicaragua. De poco valió que los jesuitas mostrasen las escrituras que acreditaban su propiedad. Al fin y al cabo, es uno más de tantos actos arbitrarios que se dan todos los días.

Ha habido condenas y manifestaciones en contra de lo que pasa en Nicaragua por parte de varios países, organismos internacionales y personalidades como el papa Francisco, sin embargo la comunidad internacional no ha realizado una contestación rotunda como la radicalidad e impunidad de los desmanes requerían. Se echa de menos la articulación de medidas económicas y del embargo de los bienes y cuentas del tándem Ortega-Murillo e hijos, así como de las figuras más destacadas del gobierno y del ejército. En particular, no se entiende la baja intensidad de la condena por parte de Estados Unidos y no se ven los intereses económicos que aconsejen extremar la prudencia. Los dictadores no conocen otro lenguaje que la contestación, con medidas rotundas que sean sentidas por sus propios bolsillos. Por ello urge establecer presiones económicas.

Se podría pensar que Nicaragua es un país pequeño, situado entre países centroamericanos pequeños y que no merece la pena ninguna intervención decidida. Esta posición no es más que menospreciar a Nicaragua y minusvalorar los sufrimientos que padece su pueblo, continuación de los que ha padecido a lo largo de su historia.